Tuve la oportunidad de conocer a Daniel Ghelman Z’L en 1977, cuando fui madrij en lo que en esa época era el tradicional y único campamento fuera de Caracas para los niños de nuestra comunidad, organizado y dirigido por muchísimos años por sus queridos padres, los morim Israel y Marta Ghelman, bajo el patrocinio de la B’nai B’rith.
Daniel para aquel entonces contaba con 8 o 9 años y ya destacaba por su siempre amplia y alegre sonrisa, su muy aguzada inteligencia y energía inagotable, no solo para participar en las actividades de su grupo sino para crear juegos y actividades, donde sus compañeros se incorporaban entusiasmados y en los que sus múltiples destrezas eran muy útiles, desde instalar carpas, juegos en la fogata o de piscina.
Fui testigo directo, ya que mi primer año como madrij fui asignado al grupo más pequeño, los de 6-7 anos, y Daniel, un niño con apenas dos o tres años más pero con su enorme corazón, siempre animaba a los niños pequeños que se sentían homesick, contándoles sobre los juegos y actividades que ocurrirían en las siguientes horas y días.
Después de los campamentos, nuestros caminos no se cruzaron por casi 40 años, aunque ocasionalmente estaba al tanto de su trayectoria en los grupos comunitarios, sus estudios de Sicología y posterior MBA en una muy prestigiosa universidad; así como una etapa de su vida que siempre me llamó mucho la atención, y que reflejaba su espíritu de conocer otras culturas muy diferentes y su capacidad de adaptación, cuando se trasladó con su joven y querida esposa Patricia a residir y trabajar en Japón. Se pueden imaginar qué inmensa capacidad profesional y académica, y qué amplitud y afabilidad de carácter, que eran parte de Daniel, le permitieron residenciarse y trabajar con éxito en Japón por unos años.
Y así, en diciembre de 2016 nos encontramos y viajamos durante casi dos semanas por Marruecos, gracias a que su cuñado Leonardo Jaegerman, quien nos entusiasmó a todos con ese viaje.
Puedo comentar que a través del tiempo hemos viajado con diferentes amigos, familiares o grupos comunitarios, pero viajar y compartir por 10-12 horas diarias con Daniel, y disfrutar su infatigable energía, su inalterable buen carácter y don de gentes, que lo convertía en el favorito de los guías, choferes y personas locales que conocíamos, fue una experiencia única.
¡Y qué esposo! Amable, cariñoso, amigo, sincero, cómplice, detallista con su querida esposa Patricia y con sus tres queridos hijos Sharon, Ethan y Deborah; qué lujo excepcional de padre, qué bondad, inteligencia y flexibilidad emocional, para distinguir y apoyar las fortalezas de cada uno de ellos.
Patricia, la pérdida de Daniel es inmensa e insustituible; pero ustedes como familia, como esposa, como hijos, compartieron una intimidad, calidad de hogar, un aprender por el gusto de aprender, y una alegría de vivir que seguirá siendo una constante en todo lo que ustedes desarrollen en el futuro.
Con aprecio
Sion Daniel y Esther Benhamu
Su siempre amigo, el de la boda en Fez