Moré David Chocrón
Asistente Rabinos Unión Israelita de Caracas
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“Si el que cometiese la falta (involuntaria) fuese el gran sacerdote, traspasando así la culpabilidad al pueblo…” (Vayikrá 4; 3). Sobre este versículo llama nuestra atención el Netivot HaMishpat, rabí Yaacob L. Orberboim Milisa (Polonia, 1762-1832), refiriéndose a quien tiene el mérito de la grandeza y corona de la dirigencia en Israel, sobre el cual recae una obligación múltiple de no caer en ninguna falta por error, ya que desde aquel momento en que el dirigente cae en estos tipos de errores y faltas, se desencadenarán acciones realizadas por personas que se permitan a sí mismas, y a propósito caer en faltas y errores.
A esto mismo se refiere el escrito: “Si pecase involuntariamente el gran sacerdote…”, aunque fuese erróneamente, “traspasando así la culpabilidad al pueblo”, propicios serán sus actos para causar que el pueblo peque a propósito.
Al respecto explica el rabí Yehonatan Eibeschitz (Cracovia, 1690 – Altona, 1764) el versículo de Tehilim 12; 2: “Ayuda, Eterno, porque ya no existen piadosos, pues desaparecieron los leales entre los hombres”. Por la misma naturaleza de los sucesos el pueblo es influenciado por el camino y las acciones que toman sus dirigentes. Y cuando el líder se encuentra en un nivel de ser jasid y manifiesta un comportamiento ejemplar más allá de lo estipulado, cada persona de esa sociedad o comunidad se cuidará de comportarse en lo mínimo según la ley. Pero cuando existe una caída pequeña en la ética judía (musar) en el dirigente y se cumple en él “porque ya no existen piadosos”, conllevará todo esto a una grave caída entre el pueblo y se cumplirá la segunda condición del versículo citado de Tehilim: “pues desaparecieron los leales (a Hashem y a la sociedad) entre los hombres”. Será el comienzo del final de los hombres correctos y fieles a la sociedad.
Año tras año vemos cómo los dirigentes y el pueblo judío son afectados por la “influencia externa”, y cómo se acrecienta a pasos agigantados la asimilación, que aunque se combate, los mismos dirigentes no saben ni poseen las armas para combatirla. ¿Una de las armas? El ejemplo particular en cada hogar de qué es lo principal y qué lo secundario en la vida de un judío. ¿Otra arma? Cuando los dirigentes entiendan por las buenas (así como pedimos a Hashem todos los días) que los intereses de y por la Torá estén por encima de la institucionalidad y nunca al contrario.
¡Que Hashem acompañe a nuestros dirigentes por el camino de la rectitud, la humildad y la lucha por los intereses de la Torá, que son los intereses de Am Israel!