Ana Jerozolimski*
Recordemos varios ejemplos trágicos.
Lejos estoy de considerar a todos los palestinos como terroristas y de ver en cada uno de ellos un asesino. Por todos aquellos a los que conozco personalmente, y tengo claro que quieren para sus hijos una vida normal, sana y feliz como yo quiero para los míos. Pero hace ya mucho que lamentablemente tampoco tengo dudas de otra cosa: que los moderados, llamémosles la gente normal, no es la que da el tono. No es esa la voz que se impone. Y la era de las redes que multiplican los mensajes de odio, es un catalizador letal.
Esto es cierto en todos los atentados, perpetrados por bestias salvajes que no tienen reparos en asesinar civiles —hombres, mujeres y niños— a balazos, hachazos, puñaladas, o embistiéndolas con un auto en marcha. Pero es especialmente notorio cuando de niños y jovencitos se trata, palestinos que tienen toda la vida por delante pero la arruinan porque prefieren morir matando, porque eso es lo que les enseña la incitación al odio a la que están expuestos en las redes.
Este sábado 28 de enero fue el turno de Muhamad Aliwat, un palestino de tan solo 13 años, que hirió a dos hombres de bala en Jerusalén, fue baleado luego él mismo, y trasladado a un hospital a recibir atención médica.
Las redes palestinas se vanagloriaron de su joven edad, presentándolo como un héroe especial. Según informó la radio israelí, en su casa fue hallado un cuaderno en el que había dejado un mensaje escrito: “Mamá, estarás orgullosa de mí”.
Muhamad Aliwat, de apenas 13 años, atacó a tiros a dos hombres en Jerusalén con el arma que aparece a la derecha; fue herido y hospitalizado. Pensando que moriría, dejó escrito en un cuaderno: “Mamá, estarás orgullosa de mí”
(Foto: Policía de Israel)
¿Orgullosa?
¿Qué le enseñó esa madre, que él considera que cuando se entere de que trató de matar judíos se sentirá orgullosa?
Sin ir más lejos, el padre de Hair Aklam, quien mató el viernes a siete civiles en Jerusalén, dijo estar feliz “como en el día de su boda” por la muerte de su hijo, afirmando a al-Jazeera que “él quería morir como mártir”.
La incitación envenena las mentes de todos. Cabe suponer que los adultos tienen más criterio, y más de uno decidirá “no, mejor no salir a matar”. Con los jóvenes es más problemático. Las redes, que ya mencionamos, son claves en este tema, pero también antes de ellas se difundían mensajes de apoyo al terrorismo basados en las mentiras sobre la ilegitimidad de Israel y con un relato histórico absolutamente distorsionado.
Recordamos el caso del atentado suicida en marzo del 2002 a la entrada del supermercado del barrio Kiryat Yovel de Jerusalén. La joven Ayat el-Ahras, terrorista de Hamás de 18 años, detonó allí una carga explosiva que llevaba debajo de su ropa, matando a dos personas y dejando a 30 heridas. Asesinó así al guardia Jaim Smadar, que sospechó de ella e intentó enfrentarla, con lo cual sin duda salvó vidas, ya que alcanzó a advertir a la gente que se alejara del lugar, y a Rajel Levi, casi tan jovencita como su victimaria.
Y el caso de Ahmed Manasra y su primo Hassan, ambos de 15 años, que en octubre del 2015 acuchillaron a un guardia en Pisgat Zeev, al noreste de Jerusalén, y cuando este logró huir se encaminaron con sus armas blancas hacia un negocio de golosinas, donde apuñalaron varias veces a Naor Ben Ezra, unos años menor que ellos, que meses después logró recuperarse. Uno de los atacantes murió atropellado por un auto, cuyo conductor vio lo que estaba pasando y trató de frenar a los terroristas. Ahmed fue baleado, recibió atención médica en el hospital Hadassah, se recuperó y está hasta ahora en prisión. La Autoridad Palestina lanzó en varias ocasiones campañas para su liberación, presentándolo como un menor víctima de la ocupación israelí, olvidando el pequeño detalle de que había apuñalado a civiles en sangre fría, casi logrando matar a uno de ellos, prácticamente un niño.
En junio de 2016, Muhamad Tarayra, de 17 años, entró a una casa en Hebrón y mató a cuchilladas a la niña Yafa Halel Ariel, menor que él, mientras dormía. Su madre declaró: «Mi hijo es un héroe»
Unos meses más tarde, en junio de 2016, Muhamad Tarayra, de 17 años, entró a una casa en la zona de Givat Harsina en Hebrón y mató a cuchilladas a la niña Yafa Halel Ariel, menor que él, mientras dormía.
Su madre declaró: «Mi hijo es un héroe».
Hace pocos meses, también en el norte de Jerusalén y cerca de la vía central conocida como carretera número 1, un palestino de 16 años, de la aldea de Anata aledaña a la ciudad, acuchilló a un hombre, siendo luego baleado cuando se intentaba esconder en una cancha de fútbol entre varios niños. Una vida perdida sin sentido alguno.
Y tantos, tantos más… jóvenes con la vida arruinada por el odio que les inculcan, por el cual arruinan la vida de familias enteras al asesinar.
Hoy en día, lo que circula en las redes, la terrible incitación, demonización de Israel y presentación de los terroristas como héroes, todo eso les envenena la mente. Y no menos clave es, a nuestro criterio, el hecho de que las autoridades palestinas abrazan a los terroristas. No los condenan ni tratan de detenerlos. Los presentan como héroes cuya acción debe ser emulada.
Es por eso que ha habido también casos de terroristas que salieron a atacar y que luego se supo que lo hicieron para tratar de evadir un problema familiar o social, sabiendo que al matar judíos “se llenarían de gloria”. Ese es el problema de fondo, el mensaje central.
*Periodista, directora de Semanario Hebreo (Montevideo) y semanariohebreojai.com.
Fuente: semanariohebreojai.com.
Versión NMI.