La decisión de una mayoría del electorado británico de que el Reino Unido se retire de la Unión Europea (conocida como Brexit por British Exit) ha causado un verdadero terremoto geopolítico. Aunque la medida se materializará en 2018, los efectos políticosy económicos comenzaron a sentirse con fuerza a los pocos minutos de conocerse el resultado del referendo.
Inevitablemente, los analistas empezaron de inmediato a especular sobre las consecuencias que el Brexit tendrá en la economía, las finanzas y las relaciones diplomáticas de Israel. En estapágina ponemos frente a frente dos visiones contrapuestas, típicas del gusto por la controversia que caracteriza a la sociedad israelí
Gabriel Ben Tasgal*
E s temprano para responder a esta pregunta. Para los israelíes se trata de una incógnita de crucial importancia, especialmente si la decisión británica de salir de la Unión Europea es el puntapié inicial que pondrá punto final a ese proyecto supranacional.
La prensa israelí recuerda que la decisión adoptada por el pueblo británico en el plebiscito ha provocado la renuncia de un gran amigo y aliado de Israel, David Cameron. El propio Cameron se ocupó de recordar a los judíos de su país, unos días antes de la crucial elección, que su permanencia (vía el Remain, “quedarse”) aseguraba que Israel fuese defendido dentro de la UE. Sin embargo, si Cameron es reemplazado por Boris Johnson al frente del Partido Conservador, y si este logra imponerse en las próximas elecciones británicas, ello favorecería a Israel.
Vivimos días de movimientos tectónicos. ¿Quién habría dicho hace 10 años que seríamos testigos de la disolución de varios Estados árabes, que provocarían una masiva ola de inmigrantes hacia Europa, que se convertiría en uno de los catalizadores del rechazo a las fronteras abiertas, y que esta sería una de las razones por las cuales los británicos votarían a favor del Brexit?
La decisión del Brexit puede afectar a Israel en lo económico, político-diplomático y hasta en lo conceptual. Puede afectar… y no siempre para mal.
Desde el punto de vista económico, la debilidad e inestabilidad tanto del Reino Unido como de la UE podrían afectar la economía israelí.La UE es el principal socio comercial de Israel, y representa un tercio de los intercambios comerciales del Estado judío; las exportaciones israelíes a la UE son de 13.000 millones de euros, y las importaciones 17.000 millones.
Por su parte, el Reino Unido es el segundo cliente de las exportaciones israelíesdespués de Estados Unidos, con un total de 3200 millones de dólares, un 5% de las exportaciones totales; de estas, 70% corresponden al área farmacéutica (de hecho, uno de cada seis productos farmacéuticos vendidos en el Reino Unido son de la marca Teva). Pero los economistas israelíes consideran que estos productos se seguirán vendiendo a pesar de la caída de la libra esterlina, y que el efecto de los reacomodos europeos tras el Brexit solo tendrán un efecto parcial en la economía israelí.
Desde el punto de vista político-diplomático, el Brexit podría ser una muy buena noticia para Israel. La salida del Reino Unido de la UE debilita a la organización continental y, teniendo en cuenta el nefasto papel interpretado por los europeos a la hora de tratar con el conflicto palestino-israelí, el reciente golpe despierta poco disimuladas sonrisas entre los israelíes. Israel se siente más cómodo tratando bilateralmente con cada uno de los países de la UE en vez de los burócratas de Bruselas, que han demostrado ser los principales instigadores de las políticas de boicot y etiquetado de los productos israelíes.
Una UE centrada en solucionar sus problemas internos podría dedicar menos esfuerzos y energías en imponerle a Israel un tratado que no respete los intereses de seguridad de Jerusalén, como la última propuesta francesa.Y una UE centrada en reacomodar sus intereses económicos podría dedicar menos fondos a su política de financiar (obsesivamente) ONGs israelíes que preparan (demasiadas veces) informes demonizando al Estado judío. Muchas ONGs que gozan de apoyo financiero europeo promueven agendas contrarias a las de los gobiernos europeos, tales como BDS, campañas de “guerra jurídica”, actividades que se oponen a la solución de dos Estados, y otros aspectos de la Estrategia de Durban.
Además, una UE centrada en restablecer sus fronteras podría limitar el flujo de radicales islámicos. Menos fundamentalismo islámico en Europa es bueno no solo para los europeos, también para Israel.
Desde el punto de vista conceptual o filosófico, el pos-nacionalismo trasnacional de la UE chocaba con los principios fundacionales del Estado de Israel como cuna nacional del pueblo judío. Una Europa que regresara a su particularismo nacional, a ciertos principios comunitarios regionales y hasta tribales, podría llegar a comprender un poco mejor las presiones a las que se ve sometido Israel.Una de las razones por las cuales Israel no se sentía a gusto con la posibilidad de unirse a la UE era justamente el principio del libre movimiento de personas, por los riesgos que ello podría acarrearle. En resumen, mientras que Israel aún no ha asegurado sus fronteras, los europeos iban en otra dirección, dificultando su capacidad de comprender las necesidades fácticas israelíes.
El mundo comienza a digerir la votación a favor del Brexit. Es imposible suponer con exactitud la forma en que dicha decisión puede afectar a Israel; sin embargo, puede que estemos experimentando el comienzo de buenas noticias.
*Periodista y educador, director del grupo educativo Hatzad Hashení.
Fuente: Hatzad Hashení.
Versión NMI.
David Rosenberg*
El regocijo con el cual la derecha nacionalista israelí celebra el Brexit muestra cuán desconectada está de la realidad.
Su narrativa es así: el Brexit debilitará a la Unión Europea, ese bastión de antisemitas y amantes de los árabes, y dejarán a Israel en paz para construir asentamientos y tratar con sus enemigos internos, como la Corte Suprema de Justicia y los medios, sin la interferencia de Bruselas. Si necesitamos amigos los podemos hallar en China, Rusia y una Casa Blanca controlada por los republicanos. Al diablo con la UE.
El problema con esta teoría es que el nacionalismo extremo –llamémoslo hipernacionalismo– está tan enamorado de la idea de la independencia y la voluntad nacional que no puede ver más allá del patriotismo simplista y la paranoia para tratar con una realidad compleja.
Los hipernacionalistas descartan la idea de que el mundo está sometido a fuerzas económicas y sociales que resultan en cambios perturbadores y poco gratos, por ejemplo el ascenso de las potencias asiáticas y la declinación relativa de Occidente. Ellos prefieren culpar a personas o instituciones por las vicisitudes de la vida. Como la campaña Leave (“retirarse”), ellos no tienen soluciones que ofrecer, solo enemigos que combatir, en este caso la UE.
Los argumentos hipernacionalistas, con sus variantes, pueden encontrarse entre los nacionalistas de derecha de Rusia, China, Japón, los Balcanes, o el mundo árabe. Donald Trump vende una versión de estos argumentos a los votantes estadounidenses, y Vladimir Putin le ofrece lo mismo a los rusos. Fue un elemento importante de la campaña Leave en el Reino Unido.
En Israel, esta visión del mundo es promovida por movimientos como Regavim, ImTirtzú, Lehava y, en una forma algo más pulida y peligrosa, por la rama más derechista del Likud y mucho de Habait Hayehudí, así como por los más ideológicos entre los habitantes de los asentamientos. Y hay señales preocupantes de que la paranoia y el hipernacionalismo están incursionando en el centro israelí, ciertamente en la forma del odio contra la UE.
Todo eso lleva a un callejón sin salida. La autarquía económica a la que aspira el hipernacionalismo es impráctica, así como su política ultranacionalista, que ignora la necesidad de negociar y llegar a compromisos.
En lugar de desearle lo peor a la UE, Israel debería aspirar a que resuelva sus problemas. La UE es nuestro principal socio comercial y lo seguirá siendo durante muchos años. Israel se beneficia en agricultura, aviación y proyectos de investigación. Cientos de instituciones israelíes reciben financiamiento de la UE y comparten su experiencia y conocimientos con sus contrapartes europeas.
La UE desaprueba las políticas de Netanyahu, pero en el panorama general ha hecho poco en cuanto a sanciones contra Israel. Una declaración por aquí y un requisito de etiquetado allá, pero en comparación con los beneficios económicos de que disfruta Israel, es un pequeño precio que pagar.
En todo caso, lejos de buscar la destrucción de Israel, Europa aún lo asume como un amigo y socio del campo democrático occidental (aunque uno que “se porta mal”), como demuestran los acuerdos comerciales y de otro tipo. La idea de que la Europa oficial –los burócratas de Bruselas y los de las capitales nacionales– está motivada por una actitud básicamente hostil hacia Israel no se fundamenta en los hechos. Pero los hipernacionalistas ignoran esto, porque los hechos no deberían interponerse en su visión del mundo.
Rusia y China no pueden reemplazar a la UE como socios comerciales en el futuro previsible, ni serían los aliados políticos ideales; pregúntenle a sus vecinos. Ninguno de esos países se maneja con las normas de caballerosidad de Occidente; no existe un congreso al que dirigirse para desafiar al presidente en Moscú, ni una AIPAC en Beijing que nos apoye en tiempos de crisis.
Para crédito de Israel, la razón aún prevalece por encima de las peligrosas fantasías del hipernacionalismo. A pesar de todas sus faltas, “Bibi” no es parte de él; y los votantes han mostrado autocontrol, prefiriendo a tipos amables como Yair Lapid y Moshe Kahlon para expresar su desaprobación con el establishment. Pero tal como muestra el repentino ascenso de Donald Trump y la sorprendente victoria de la campaña Leave, es imposible predecir cuándo surgirán los demonios. Los israelíes deberían ser cautelosos.
*Columnista
Fuente: Síntesis de un artículo de Haaretz.
Traduccion y versión NMI.