Hoy 28 de junio celebramos el Día Mundial del Árbol, de acuerdo a la resolución emanada del Congreso Forestal Mundial celebrado en la ciudad de Roma en el año 1969. Se recordarán de esa canción que nos enseñaron cuando éramos unos infantes, y que ha quedado registrada en nuestro disco duro, que dice: “Al árbol debemos solícito amor, jamás olvidemos que obra de Dios…”
Bueno, parece que a gran parte de la humanidad se le olvidó la última parte de esta frase, ya que lamentablemente el tema de la deforestación de bosques, selvas y/o su degradación son más que preocupantes. Mientras la deforestación se refiere a la tala de un bosque o selva eliminándolo por completo, la degradación forestal implica que el ecosistema existe pero ya no funciona adecuadamente.
Se estima que la pérdida del hábitat se extiende a bosques tropicales primarios,es decir, aquellos que no han sido alterados en gran medida por la acción del hombre, debido principalmente a incendios derivados del cambio climático pero la pérdida inmensa de hábitat se debe también al accionar humano en la búsqueda insaciable de madera, en la industria de la ganadería y la criminal minería ilegal, donde la mano de obra, desesperada por subsistir, no encuentra otro recurso sino el de acabar con árboles centenarios por un puñado de dólares, o contaminar los ríos con mercurio, mineral que se usa para la extracción de oro, causando graves daños al preciado y vital líquido, lo que equivale a la muerte tanto para la fauna como para la flora del área explotada.
Como si fuera poco el daño ambiental que produce la pérdida del hábitat como consecuencia de la deforestación y/o la degradación ambiental, esto incide directamente en la velocidad en el cambio climático, produciendo menos oxígeno para la humanidad. Organismos Internacionales alertan que si sigue el ritmo como va, para el año 2030 —que está a la vuelta de la esquina— alrededor de la mitad de los bosques y selvas en el planeta estará en riesgo, siendo que cada minuto se pierden en el planeta áreas forestales equivalentes a 27 campos del futbol, ustedes se imaginan tamaño daño.
Siendo que los bosques y selvas funcionan como grandes reguladores de la temperatura del planeta, por ser los principales receptores y trasformadores del dióxido de carbono (CO2), un gas de efecto invernadero que impacta directamente en el calentamiento global, la deducción es muy sencilla: si la pérdida de los bosques y selvas aumentó a un ritmo interanual del 12% entre 2019 y 2020, podemos decir que la situación puede pasar de crítica a caótica en la próxima década, si no hacemos algo de inmediato al respecto.
Como todo en la vida, siempre tenemos la posibilidad de revertir esta situación tan preocupante, en primer lugar por parte de los gobiernos de implementar políticas públicas tanto nacionales como acuerdos o convenios internacionales entre Estados, que por un lado alienten con exoneraciones impositivas y/o prebendas fiscales la actividad comercial legal en esas áreas de impacto, mantener las zonas vírgenes como parques nacionales con prohibición total de cualquier actividad comercial e inclusive turística, supervisando metodológicamente el avance de las políticas públicas y normativas legales en la materia. Además del castigo con multas, cancelación de patentes, expropiación de equipos a las empresas que participen en ecocidios, que lamentablemente vemos cotidianamente en los medios de comunicación o videos de ambientalistas.
Los ciudadanos también podemos ayudar en todo esto, participando en las actividades que se desarrollen en nuestras comunidades, clubes o condominios
Los ciudadanos también podemos ayudar en todo esto, participando en las actividades que se desarrollen en nuestras comunidades, clubes o condominios para la siembra de plantas, árboles, riego de jardines y todo lo que tenga que ver con la naturaleza. Cualquier cosa que hagamos, como ser más cuidadosos con el papel del baño, de la cocina, de nuestras oficinas, en fin, les aseguro que todo esto por pequeño que parezca, entre millones de personas que lo practiquemos como una forma de vida, impactará positivamente en nuestro hábitat, en nuestro día a día.
Promovamos estas actividades en nuestro entorno, además de lo gratificante que resulta sembrar una semilla o una planta con nuestras manos, el contacto con la tierra, el cuido y el mantenimiento de estas áreas es vital para nuestra subsistencia y la de nuestros descendientes.