Elías Farache S.*
Finalmente, la administración Trump presentó su tan anunciada propuesta para resolver el conflicto palestino-israelí. Como toda administración americana que se respete, ha cumplido con la tradición de presentar su propuesta.
Y como otras tantas veces, la reacción inicial de los voceros palestinos, que representan a quienes toman decisiones y forman opinión, ha sido rechazar la propuesta. Una historia que se repite fatídicamente, desde antes de la resolución de la ONU del 29 de noviembre de 1947 declarando la partición.
El plan ha sido aplaudido por buena parte de los israelíes, incluso por aquellos sectores que nunca apoyaron concesiones territoriales y mucho menos la solución de dos Estados. Pero los enunciados de la propuesta reconocen de manera expresa el derecho de los judíos a su Estado y su ascendencia histórica, sin mayores ambigüedades.
Donald Trump, Jared Kushner y Benjamín Netanyahu el día que se propuso el “Acuerdo del Siglo”.
(Foto: Wikimedia Commons)
A decir verdad, salvo precisamente el uso de términos y palabras, el plan es muy similar a algunos anteriores. Prevé la creación de un Estado palestino dentro de cuatro años, la cesión de Jerusalén Oriental al eventual Estado palestino, conexiones entre Gaza y la Margen occidental, y tiempos determinados y determinantes para que se establezca confianza entre las partes. La derecha israelí, que esperaba el abandono de la tesis de dos Estados para dos pueblos, y los sectores palestinos que se esperaban esto, han debido quedar bastante sorprendidos. Los primeros lo han asimilado de alguna manera, los segundos aún no lo han capitalizado ni digerido.
La realidad en el terreno es muy clara. Existen dos entidades palestinas que son autónomas, cuyas fronteras no están definidas claramente por falta de negociación. Pero tienen todos los elementos de un Estado: fuerzas de seguridad, aparato diplomático, instituciones propias como parlamento y ejecutivo. Grave que sean dos: Autoridad Palestina en la Margen Occidental y Hamás en Gaza, enfrentadas y sin ánimos de sentarse en una mesa de negociaciones con Israel, ni entre ellos mismos tampoco.
El “Acuerdo del Siglo”, a pesar de que pareciera autorizar la anexión unilateral israelí de zonas de la Margen Occidental, estima necesaria y conveniente la negociación entre las partes. Y, de hecho, en vez de tomarse medidas que quizá subirían los puntos de la derecha israelí en los próximos comicios que se celebrarán en marzo, se ha decidido, hasta el momento, esperar.
Pero la reacción de la Autoridad Nacional Palestina y de Hamás en Gaza ha sido de negación e incitación al terror. Por ese camino, el “Acuerdo del Siglo” no podrá implementarse ni modificarse. Vendrán medidas unilaterales que son obligatorias para los israelíes y su seguridad.
La reacción de la Autoridad Nacional Palestina y de Hamás en Gaza ha sido de negación e incitación al terror. Por ese camino, el “Acuerdo del Siglo” no podrá implementarse ni modificarse. Vendrán medidas unilaterales que son obligatorias para los israelíes y su seguridad
El asunto de la incitación y el uso del terror es algo muy sembrado en la contraparte palestina. A través de un mecanismo de precisamente aterrorizar, se chantajea a quienes se atrevan a esbozar ideas que no son aceptadas ni en principio ni en final. Es grave que incluso personas aparentemente normales se conviertan en asesinos de inocentes, sin que ello reste gravedad a los atentados ya tradicionales, los proyectiles desde Gaza, los atropellamientos, cuchillazos, bombas y demás. Es un tema que no logramos comprender. Para muestra, lo ocurrido el jueves pasado: un árabe israelí cerró su floristería en Haifa la tarde anterior a eso de las 4 pm, y en la mañana del jueves estaba disparando en Jerusalén contra un policía. Los vecinos de este señor en Haifa lo describieron como un apacible ciudadano, que además se ocupaba de alimentar gatos…
Las siete vidas de un gato se comparan con las siete muertes de cada iniciativa de paz, de cada posible acuerdo, de cada avance en pro de la paz. Los comentaristas serios indican que se está en una hora “Ben Gurioniana”, similar a la que aprovechó David Ben Gurión para tomar lo que se le ofrecía, que no era todo lo que se pedía, declarar la independencia y fundar el Estado. Lo correcto de su decisión se ve hoy en un Estado moderno, pujante y desarrollado. Ojalá que ese espíritu sea el que acompañe a todos los que han de tomar decisiones en este momento, en ambas partes, en todos los lados de las partes.
Que no se pierda esta oportunidad, en contra de la tradición funesta de perder todas las oportunidades que se han presentado.
*Ex presidente de la CAIV.
Fuente: Aurora. Versión NMI.