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Y recordarás al Eterno, tu Dios, pues es Él quien te da la fuerza para hacer tus ocupaciones” (Debarím 8, 18). Esta es una mitzvá positiva constante, que día a día cada miembro del pueblo judío debe poner en práctica: recordar los favores que hace Dios con todos nosotros. Cada mañana al despertar, el poder abrir los ojos, cada instante de vitalidad, cada respiración, etc. Tener continuamente en nuestras conciencias la grandeza de los favores que el Todopoderoso nos da de forma gratuita.
El Or HaJayim HaKadosh, rabí Jayim Ben Atar, ZT”L, señala que aun cuando este precepto tenga un tinte aparentemente trivial, es crucial tener siempre en nuestra conciencia todas y cada una de las bondades que Dios hace con nosotros a lo largo de nuestra vida, y de cómo Él se encarga de protegernos siempre.
La mala inclinación trata de empujar a la persona a olvidarse de estos asuntos, pues de esta manera tiene abierta la posibilidad de destruirnos.
Sin duda, explica el Or HaJayim, esta es la razón de por qué Moshé escribió el siguiente versículo, inmediatamente después del mencionado: “Y será, si ciertamente te olvidareis del Eterno, tu Dios, y andaréis detrás de ídolos ajenos, y los sirvieres…”, pues el olvidarse de Dios conlleva, eventualmente, a buscar favores en cualquier entidad ajena a la realidad del Creador del universo.
De estas palabras es posible agregar otra reflexión. No existe persona en el mundo que se declare absolutamente independiente. Todos dependemos de alguien o de algo. Los más ricos dependen de su dinero, y los famosos de sus fanáticos, y los políticos de sus seguidores, los militares de sus ejércitos, y los soldados de sus armas. Cada uno se escuda y se apoya en lo que cree que puede favorecerle.
La lógica natural debería conducir a la persona a confiar en el Todopoderoso, pues de Él es el dinero, Él es quien otorga honor, Él es el Dios de los ejércitos, y solamente Él puede hacer ganar las guerras.
Nosotros estamos obligados a llegar al final de las consecuencias y relacionarnos con quien le da vida a toda la existencia. Los gentiles no están obligados a reconocer los favores de Dios, simplemente no pueden idolatrar. Pero nosotros tenemos este precepto. ¿Por qué? Porque hemos construido una relación única con Dios. Nosotros reconocemos que necesitamos a Dios constantemente, y de la misma manera Dios nos dice: “Los necesito”.
Él construyó un mundo cuya existencia depende solamente del cumplimiento de su voluntad, y el único ser sobre la tierra que lo puede hacer es el ser humano.
Pero este falló en su misión. Solamente al aparecer Abraham es cuando se gesta realmente el grupo de aquellos que asumirían esta misión, y la cumplirían cabalmente: Israel.
De esta manera, al reconocer a Dios en todo lo que nos rodea, fortalecemos directamente nuestro lazo especial con Él, dándole así más y más razones para beneficiarnos y protegernos, pues somos de su interés personal.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda