Desde que llegaron a Caracas se han ganado el cariño de todos por su sencillez y calidez. Para ellos ha sido una experiencia familiar que no habían contemplado, pues ahora más de la mitad de sus hijos son venezolanos. La fecha es propicia para conocer su visión sobre los cambios que se han producido en la kehilá
Sami Rozenbaum
NMI. ¿Cómo fueron escogidos para trasladarse a Caracas?
Eitan Weisman. Cuando recibí mi titulo de rabino por el Rabinato Principal de Israel, comencé a estudiar un Máster en la universidad de Bar Ilán. Hadara estaba terminando su PhD en Lengua Hebrea en la misma universidad. Paralelamente, comenzamos un curso de dos años para ejercer como rabino y rabanit en la diáspora.
En esa época viajó a Israel Roby Croiturescu, entonces vicepresidente de la UIC, y él fue la primera persona de la comunidad que habló con nosotros. Estaban buscando un rabino y rabanit jóvenes, sionistas, que pudieran trabajar con la mentalidad de una kehilá fuera de Israel. Después nos encontramos con el rabino Pynchas Brener en uno de sus viajes a Israel, y en otra oportunidad con Daniel Slimak, presidente de la UIC. Después de algunos meses me invitaron a pasar las fiestas de Tishrei en Caracas, y como no podíamos venir aún como familia vine yo solo. También lo hice meses después para la época de Purim, y finalmente el 29 de julio de 2002 llegamos la familia completa: Hadara y yo con tres niños pequeños.
¿Qué impresión inicial les produjo la kehilá venezolana?
Eitan Weisman. Nos enamoramos de inmediato de la comunidad, algo que ha crecido en los 18 años que llevamos aquí. Las personas son muy amables y cariñosas. Siempre están dispuestas a ayudar y apoyar. Con el tiempo aprendimos que es una comunidad que, aunque su nivel de observancia no era tan alto, su respeto a la religión y a los rabinos sí lo es. Es una comunidad muy sionista, y más que todo muy unida.
Hadara Weisman. Me sentí al principio como en un kibutz: todos conocen a todos, todos ayudan a todos. Encontré un número enorme de organizaciones voluntarias. No había casi una mujer que no participara en alguna organización como voluntaria.
¿Cuál fue su primer desafío?
Eitan Weisman. Mi primer desafío fue cambiar mi mentalidad israelí al ritmo y dinámica de Venezuela, y todo eso acompañando a mis hijos, que no sabían nada de español. No tuvimos tiempo para aprender, era comenzar a trabajar al llegar. Al principio nos concentramos en el trabajo con y hacia los jóvenes: movimientos juveniles, colegio, minián de jóvenes y actividades organizadas para ellos en la UIC, Hebraica y en casas de familia.
Hadara Weisman. Mi primer reto fue Hajsharat Morim, el mejoramiento profesional de los profesores locales de hebreo. Yo trabajé en eso en Israel, pero aquí en Caracas nadie lo había hecho. Y todo, por supuesto, además de nuestro trabajo rabínico en la UIC y el proceso de adaptación a la vida fuera de Israel, lejos de la familia.
Rabino, sus padres son originarios de Argentina. ¿Hablaba algo de español cuando llegó a Venezuela?
Mis padres y mis dos hermanos mayores nacieron en Argentina e hicieron aliá en 1973, un año antes de que yo naciera. En casa mis padres hablaban español, pero yo y mis hermanos en hebreo. Nunca hablé español. Al llegar a Venezuela entendía casi todo (aunque en los discursos del rabino Brener de los viernes a veces me perdía…), pero me costaba hablarlo. Pero no tenía alternativa.
Recuerdo que al día siguiente de llegar a Caracas me envió el rabino Brener con su chofer a una casa donde estaban de luto, y tenía que darles un shiur en español. Aprendí bastante rápido porque de verdad lo tenía por dentro, solo necesitaba soltarme. A Hadara le costó más, aunque ella hizo dos cursos de español en la universidad y algo sí sabía. Los niños sufrieron durante algunos meses, pero después de poco tiempo ya no se podía saber que son israelíes.
Varios de sus hijos nacieron aquí. ¿Qué sienten usted, Hadara y ellos al respecto?
Eitan Weisman. Nos nacieron cinco hijos venezolanos. Vinimos por un año, pero nos quedamos 18 y crecimos como una familia. El hecho de tener más hijos venezolanos que israelíes (aunque todos son también israelíes) me ayudó a identificarme con la comunidad. Ya no soy un rabino israelí que vino a Venezuela, ahora nos sentimos parte de la comunidad. ¡Más de la mitad de nuestra familia es venezolana!
Una de las dificultades que tuvimos fue la separación de nuestra familia en Israel. Lejos de los padres, hermanos y las fiestas familiares. El hecho de tener una familia grande aquí nos ayudó en cierta forma. Ahora cinco de nuestros hijos están en Israel, dos de ellos casados, y tenemos dos nietos que conocemos por fotos y videos. En ese aspecto cada vez es más difícil nuestra estadía en Venezuela, requiere un gran sacrificio familiar.
Hadara Weisman. Tener hijos aquí en Caracas me hizo sentir aun más parte de esta gran familia de la comunidad judía de Venezuela. Mis hijos son israelíes por sus padres, pero son venezolanos. Hablan como venezolanos, les gusta la comida venezolana (cuando traemos “chuches” de Israel ellos prefieren los de aquí), y tienen un carácter venezolano.
¿Cuál ha sido su mayor satisfacción durante estos 18 años?
Eitan Weisman. Es difícil destacar una sola satisfacción, porque gracias a Dios he tenido muchas. Entre las más importantes está recibir mensajes de personas que hoy en día ya no están en la comunidad, en que manifiestan su agradecimiento por nuestra guía religiosa, en la que basan su vida hasta hoy. Esto muestra que nuestro trabajo ha entrado en su alma y se ha convertido en parte de su ser. Porque si ya no están aquí y lo siguen, quiere decir que es algo verdadero; no lo hacen solo para que yo me sienta bien.
Otra cosa: cuando llegué había grupos de personas que estaban como más apegadas hacia la corriente conservadora y nos miraban con un poco de rechazo. Hoy son muy cercanos a nosotros y están claros con nuestra filosofía ortodoxa de la sinagoga y de la comunidad. Eso me contenta mucho.
“El hecho de tener más hijos venezolanos que israelíes me ayudó a identificarme con la comunidad. Ya no soy un rabino israelí que vino a Venezuela, ahora nos sentimos parte de la comunidad”
Rabino Eitan Weisman
Hadara Weisman. Mi gran satisfacción es ver cómo las mujeres de la comunidad pasaron a ser parte importante de la vida religiosa y tradicional. Vienen más a la sinagoga (Eitan dice que las mujeres traen a los hombres), participan más en los shiurim, buscan y organizan actividades religiosas. Todo eso no se veía cuando llegamos a Caracas.
¿Cómo ven a la comunidad de hoy, en comparación con la de 2002?
Eitan Weisman. Hoy veo a la comunidad más modesta en su apariencia externa. Lo podemos ver por la vestimenta y por las fiestas, ya sea en la sinagoga o en sus casas. Hay un nivel más alto de observancia religiosa, como cuidar Shabat de cierta forma y cuidar las normas de kashrut en los hogares. Cuando llegamos recuerdo que, aun siendo una comunidad muy sionista, estaba como prohibido, o por lo menos no tan bien visto, hablar sobre y promover la aliá. Hoy en día es totalmente distinto, nuestra comunidad apoya este asunto abiertamente.
Hadara Weisman. Hoy veo una comunidad más humilde y con menos diferencias sociales. Es verdad que parte de eso es por la situación del país y la emigración, pero hay que destacar que la comunidad no trabaja hoy menos que antes. Todo lo contrario, con todas las dificultades y con los problemas que hay, se mantienen los mismos servicios para los miembros y se cumplen con más experiencia y “sudor”.
“Mi gran satisfacción es ver cómo las mujeres de la comunidad pasaron a ser parte importante de la vida religiosa y tradicional. Vienen más a la sinagoga (Eitan dice que las mujeres traen a los hombres), participan más en los shiurim, buscan y organizan actividades religiosas”
Rabanit Hadara Weisman
Veo a la comunidad actual más tradicional, y apegada y respetuosa de la religión. Hay más jóvenes que van a Israel para hacer hajshará, estudiar y prestar servicios.
Una cosa que me da tristeza es que ya tenemos varios años sin embajada israelí. Cuando llegamos no solo había embajada, sino muchas familias de Israel que vivían aquí y me ofrecían un poco del ambiente israelí, que ahora me hace falta.