Un acuerdo reciente entre Iraq, Egipto y Jordania invita a la influencia iraní en los flancos previamente estables de Israel
Edy Cohen*
El rey Abdulá II de Jordania ha sido siempre ha sido elogiado por los medios de comunicación occidentales e israelíes como un monarca moderado, que busca la paz e incluso la democracia para su país y el Medio Oriente. Pero tal vez Abdulá sería mejor comprendido a la luz de su reciente viaje a la aldea jordana de Kerak, a 120 kilómetros al sur de Ammán, para visitar la tumba de Ja’far ibn Abi Talib, primo del profeta Mahoma y hermano de Alí Ibn Talib, el fundador del Islam chiíta. El Reino de Jordania nunca ha abierto este sitio a los visitantes chiítas.
Ja’far ibn Abi Talib es una figura sagrada entre los chiítas, uno de los califas «correctamente guiados», como se llama a los primeros cuatro sucesores del profeta. La mayoría de los musulmanes en todo el mundo, y casi todos los jordanos, el 95% de los cuales son sunitas, consideran que visitar las tumbas para orar es un acto de politeísmo. Pero allí estaba Abdulá, vestido con su uniforme militar y rezando en un santuario chiíta, mientras los medios de comunicación jordanos y las cámaras estatales estaban grabando.
El presidente egipcio Abdel-Fatah el-Sisi, el rey Abdulá II de Jordania y el primer ministro iraquí Mustafá al-Kadhimi, durante la “Cumbre Tripartita” de Bagdad, el 27 de junio de 2021
(Foto: Anadoglu / Getty Images)
Durante las últimas décadas, Abdulá nunca ha tenido mucha paciencia con los chiítas. No hay una sola mezquita chiíta en el reino. La inteligencia jordana vigila de cerca a los chiítas del país, así como a cualquier musulmán sunita local que adopte elementos de la fe y la práctica chiítas. Las autoridades jordanas, por ejemplo, prohíben cualquier ceremonia religiosa relacionada con los chiítas, especialmente Ashura, el duelo por la muerte de Husayn ibn Alí, el hijo de Alí ibn Abi Talib. Los clérigos chiítas en el extranjero afirman que la inteligencia jordana ha irrumpido en hogares privados para evitar tales observancias. La repentina decisión de Abdulá de abrazar públicamente la fe chiíta fue tan impactante como si el presidente de los Estados Unidos hubiese aparecido entonando oraciones islámicas en una mezquita.
Un día antes de su visita a Kerak, Abdulá voló a Bagdad el 27 de junio para una curiosa reunión con el primer ministro iraquí Mustafa al-Kadhimi y el presidente egipcio Abdel-Fattah el-Sisi. Los tres firmaron un acuerdo para un «Nuevo Levante», aparentemente un convenio de cooperación en los campos de la energía y la electricidad, la agricultura y el comercio de petróleo, con Jordania como punto de tránsito del petróleo iraquí hacia Egipto, y de allí a Europa a través del Mar Mediterráneo. Los líderes también decidieron establecer una visa única para ingresar a los tres países. Este tipo de acuerdo fronterizo al estilo europeo es excepcionalmente raro entre los países árabes.
La pregunta que desconcierta a muchos en la región es por qué Egipto, que no comparte frontera ni con Jordania ni con Irak, forma parte de tal acuerdo. Una posibilidad es que el-Sisi se sienta aislado en general, y en particular con respecto a su lucha para evitar que Etiopía construya una mega-represa que amenaza a Egipto con la sequía. Con muy poca ayuda de la administración Biden, y los Estados del Golfo Pérsico casi sin influencia en el gobierno egipcio, el-Sisi está señalando una inclinación hacia Irán; menos que una normalización total, pero con pasos en la dirección de estrechar lazos.
Durante las últimas décadas, Abdulá nunca ha tenido mucha paciencia con los chiítas. No hay una sola mezquita chiíta en el reino. La inteligencia jordana vigila de cerca a los chiítas del país, así como a cualquier musulmán sunita local que adopte elementos de la fe y la práctica chiítas
Dado que el régimen iraní controla el gobierno, el ejército y los servicios de inteligencia iraquíes, todos los cuales utiliza como títeres para evitar las sanciones estadounidenses, la participación de Egipto en la exportación de petróleo iraquí —que también está controlado por Irán— habría sido inimaginable durante la administración Trump. Con Biden, que se inclina hacia el propio Irán, es algo casi de sentido común. Esta es la oportunidad que Abdulá parece ansioso por aprovechar.
Desde la reunión en Bagdad a finales de junio, los medios estatales jordanos no solo han celebrado la participación de Egipto en el acuerdo de exportación de petróleo iraquí, sino que también han promovido mejores relaciones con Irán: los medios de la monarquía han pedido una normalización total de los lazos, e incluso especulan sobre la apertura del país a los turistas religiosos de Irán, incluida la construcción de un aeropuerto en Kerak. Zaid Nabulsi, asesor cercano de Abdulá, incluso pidió a Ammán que se aliara con Teherán.
Para los jordanos, esto es más o menos un acto de guerra. La gran mayoría de los jordanos desprecia al régimen iraní, debido a los crímenes de sus milicias contra árabes y sunitas en Iraq, Siria, Yemén, Líbano e incluso Gaza. Fuentes del gobierno jordano me han confirmado que los líderes tribales de la mayoría palestina de Jordania y los líderes beduinos de la Ribera Oriental emitieron un mensaje conjunto y lo entregaron en la oficina de Abdulá. El mensaje fue aparentemente claro: los líderes tribales que viven cerca de los santuarios chiítas de Jordania no tolerarán una afluencia de «turistas religiosos» chiítas, que también ven como una tapadera para importar la influencia del Estado iraní, y la combatirían por todos los medios necesarios.
Los propios jordanos rara vez han visto días peores. Los cortes de energía son ahora comunes, los precios de los alimentos se han disparado y es frecuente la escasez de combustible. Un número creciente de jordanos critican e insultan al rey abiertamente en las redes sociales, a pesar del riesgo de tres años de cárcel por hacerlo
Todo esto llega en un momento en que el régimen de Abdulá se ha debilitado significativamente. En abril, el hermano del rey, el ex príncipe heredero Hamza bin Hussein, intentó derrocarlo; según Ayman Safadi, viceprimer ministro y ministro de Asuntos Exteriores, el ejército jordano pudo detener el golpe solo en el último minuto. Sigue sin conocerse el paradero de Hamza. La madre de Abdulá y Hamza, Lisa Halaby, nacida en Estados Unidos y también conocida como ex reina Noor, ha recurrido a Twitter en apoyo de su hijo desaparecido. Un vistazo rápido a la cuenta de Twitter de Halaby es suficiente para sugerir lo que Hamza tenía en mente para el trono: Halaby elogia constantemente a Irán, ataca a Israel y al príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman, y ridiculizaba al presidente Donald Trump.
¿Está intentando Abdulá salvar su trono cumpliendo algunas de las esperanzas de quienes apoyaron su derrocamiento, incluso siguiendo a el-Sisi en su inclinación hacia Irán? No está claro si el acuerdo del «Nuevo Levante» lo ayudará en lo que realmente cuenta: la deuda externa actual del reino hachemita asciende a más de $37 mil millones, y Jordania sufre graves dificultades económicas debido a la corrupción política, el liderazgo fallido en todos los niveles de gobierno, falta de recursos naturales y escasez de agua. En las dos primeras semanas de junio, un puñado de tribus lanzó ataques contra la policía jordana en Ammán que duraron seis días, incluyendo asaltos en la carretera cerca del aeropuerto de la capital. El fiasco no ha terminado, incluso cuando miles de soldados estadounidenses que regresan de Afganistán han aterrizado en Jordania.
Los propios jordanos rara vez han visto días peores. Los cortes de energía son ahora comunes, los precios de los alimentos se han disparado y es frecuente la escasez de combustible. Un número creciente de jordanos critican e insultan al rey abiertamente en las redes sociales, a pesar del riesgo de tres años de cárcel por hacerlo.
Jordania fue una vez vista como una fuerza de calma en una región de caos. Ahora luce como un reino frágil con un monarca cada vez más despreciado, al que le gustaría seguir a el-Sisi en abrir su país a la influencia iraní, un cambio que se considera seguro bajo el régimen de Biden
Jordania es cada vez más un país incapaz de satisfacer las necesidades de sus ciudadanos, mientras se vuelve cada vez más dependiente de la asistencia de países extranjeros, incluidos Israel y las monarquías del Golfo. Es poco probable que estos últimos recompensen cualquier movimiento hacia un pacto abierto con Irán, pero Abdulá parece haber calculado que tales movimientos son necesarios.
Jordania fue una vez vista como una fuerza de calma en una región de caos. Ahora luce como un reino frágil con un monarca cada vez más despreciado, al que le gustaría seguir a el-Sisi en abrir su país a la influencia iraní, un cambio que se considera seguro bajo el régimen de Biden. Parece que Abdulá ya no es una apuesta segura para Israel, que debería prepararse para cambios dramáticos en el que ha sido durante mucho tiempo su vecino más estable.
*Investigador del Centro Beguin-Sadat de Estudios Estratégicos (BESA Center), se especializa en las relaciones inter-árabes, el conflicto árabe-israelí, el terrorismo y las comunidades judías en el mundo árabe.
Fuente: Tablet (tabletmag.com).
Traducción NMI.