Mientras los judíos estadounidenses debatían el significado de la festividad, el “antisemita principal” de Hitler, el editor nazi Julius Streicher, invocó a Purim desde la horca de Núremberg
Matt Lebovic*
El 16 de octubre de 1946, la ejecución por ahorcamiento de Julius Streicher, editor de Der Stürmer, no salió según lo previsto.
Supuestamente, el verdugo «chapuceó» deliberadamente la ejecución de 15 minutos para infligir más dolor al impenitente Streicher. Durante ese tiempo, el nazi condenado recitó algunos epitafios memorables, incluyendo uno que lo relacionaba con el villano de Purim: “Los gritos de Streicher en la horca ‘¡Fiesta de Purim, 1946!’, y el último, ‘¡Los bolcheviques los colgarán algún día!’ simbolizan su actitud durante todo el juicio”, afirma el historiador Andrew Nagorski.
Único entre los acusados en los Juicios de Núremberg de 1946 tras la guerra, Streicher fue ejecutado por “incitar al asesinato y al exterminio”. Como se demostró ante el tribunal, a Streicher se le mantenía además informado de la Solución Final mediante informes y fotografías. “Streicher nunca mostró ninguna duda sobre el sistema al que sirvió con tanta vehemencia, ni sobre sus monstruosos crímenes”, dice Nagorski. “Esa actitud difícilmente induciría al tribunal a mostrar clemencia”.
Sobrevivientes del Holocausto celebran Purim con una simulación de lápida para Amán y Hitler en el campo de personas desplazadas de Landsberg, Alemania
(Foto: Yad Vashem)
Veintidós años antes de su ejecución, Streicher escribió sobre “Das Purimfest” (La festividad de Purim) como un ejemplo de la depravación judía. Al gritar «¡Fiesta de Purim 1946!» desde la horca, Streicher pareció alinearse con el persa Amán, quien, al igual que Streicher, fue ahorcado junto con diez cómplices tras fracasar en su intento de destruir a los judíos.
«No fue su poder, porque este no duró mucho y fue despojado de sus títulos en el partido nazi ya en febrero de 1940», explica el historiador Efraim Zuroff, principal cazador de nazis del Centro Simon Wiesenthal. «Pero Streicher era un fanático absoluto en relación a los judíos, y esa fue la razón por la que fue ahorcado en Núremberg como cómplice de asesinato, a pesar de no haber participado en la planificación del Holocausto ni en su logística».
A partir del fallido «Putsch de la Cervecería» de Adolf Hitler en 1923, Streicher se convirtió en el antisemita más querido del dictador. Cuando los nazis llegaron al poder una década después, el multimillonario Streicher continuó impulsando las políticas antijudías del régimen.
Dirigido tanto a los niños como a sus padres, Streicher publicó en 1938 el libro El hongo venenoso, diseñado para ayudar a los estudiantes a «reconocer el hongo venenoso judío», según la publicidad. «Este cuento muestra las múltiples formas que asume el judío», escribió Ernst Hiemer, elegido por Streicher para escribir el libro. «Sus historias muestran la depravación y bajeza de la raza judía. Muestran al judío como lo que realmente es: el diablo en forma humana».
Streicher era un fanático absoluto en relación a los judíos, y esa fue la razón por la que fue ahorcado en Núremberg como cómplice de asesinato, a pesar de no haber participado en la planificación del Holocausto ni en su logística»
Para ilustrar al «judío venenoso» en sus diversas formas, Streicher recurrió al caricaturista Philipp Rupprecht, más conocido como «Fips» por los lectores de su semanario Der Stürmer.
Con una tirada máxima de 600.000 ejemplares, Der Stürmer ayudó a Streicher a fomentar el antisemitismo a una escala sin precedentes. Ejemplares de la publicación con grotescas ilustraciones de judíos se exhibían en carteleras hechas especialmente por toda Alemania.
Dentro del círculo íntimo de Hitler, Streicher era considerado un antisemita «demasiado extremista». Por esta distinción, Hitler nombró a su jactancioso paladín gobernador-potentado de Franconia, sede de Núremberg, su ciudad natal. Apodado Franken-Führer, Streicher se aseguró de que la sinagoga de Núremberg fuera destruida meses antes de la Noche de los Cristales Rotos.
A lo largo de su carrera, Streicher comparó frecuentemente a los judíos con «plagas de langostas que deben ser exterminadas». En 1939, antes de que Hitler invadiera Rusia, Streicher convocó una «expedición punitiva» para «exterminar de raíz» a los judíos de ese país.
Julius Streicher durante los juicios de Núremberg a los criminales de guerra nazis, 1946
(Foto: Museo del Holocausto de Washington)
Al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, Purim había estado cayendo en desgracia incluso antes de conocerse el Holocausto, pues los rabinos estaban esforzándose denodadamente por “mejorar el decoro en sus sinagogas». Purim y sus ruidosas representaciones no encajaban con la imagen que los judíos buscaban proyectar. El rabino conservador Mordecai Waxman escribió: «Las representaciones teatrales de Purim son ahora cosa del pasado», refiriéndose a las parodias como «crudas y primitivas».
El influyente editor de The Sentinel, A.A. Freedlander, afirmó que Purim ya no sería necesario después de la guerra. “Cuando Hitler se haya ido, celebraremos otro Purim en conmemoración de su derrota, pero que sea nuestra última festividad de este tipo, pues ya no seremos la gente indefensa y sin hogar cuya misma debilidad invita a la agresión”
Cuando la Alemania nazi comenzó a implementar la Solución Final en 1941, los judíos estadounidenses se preocuparon aún más por Purim. Tan solo unas décadas antes, la festividad había sido tan popular como Janucá. “Mi sensación durante la Segunda Guerra Mundial, una época desoladora para los judíos, es que se preguntaban si aún habría alegría ante la terrible catástrofe que comenzaban a observar”, dice el historiador Jonathan Sarna. “Por supuesto, ser judío significa apreciar tanto Tishá BeAv como Purim: tanto el duelo como la alegría”, comenta Sarna.
Para 1943, las noticias sobre el Holocausto en desarrollo ya estaban en la radio y en las portadas de los periódicos. El influyente editor de The Sentinel, A.A. Freedlander, afirmó que Purim ya no sería necesario después de la guerra. “Cuando Hitler se haya ido, celebraremos otro Purim en conmemoración de su derrota, pero que sea nuestra última festividad de este tipo, pues ya no seremos la gente indefensa y sin hogar cuya misma debilidad invita a la agresión”, escribió Freedlander en un editorial el 18 de marzo de 1943.
En particular, Freedlander señaló al emergente Estado judío como fuente de inspiración para cientos de miles de judíos en Estados Unidos. “Este año hay que considerar algo más que el aplastamiento total de Hitler, como ocurrió con Amán”, escribió. “En nuestros tiempos comenzamos a ver la restauración de la dignidad nacional de nuestro pueblo errante. Construir el Estado supera en importancia a cualquier otra tarea”.
Portada de una edición del libro infantil antisemita El hongo venenoso, producido por Julius Streicher
(Fuente: Wikimedia Commons)
Contrariamente a las predicciones de Freedlander y Waxman, los judíos estadounidenses no renunciaron a Purim. En los últimos años, los activistas han vinculado la festividad a numerosas causas sociales y benéficas, mientras que el discurso —incluyendo los que se burlan de Hitler— nunca ha sido abandonado. Zuroff, el cazador de nazis, expresa: “A veces me pregunto si los judíos hacemos lo correcto al dar a conocer a los criminales de guerra nazis y sus crímenes. Al fin y al cabo, decimos yimaj shemó sobre nuestros enemigos: que sus nombres sean borrados”.
“Pero dicho esto, después del Holocausto nos hemos dado cuenta de que la única manera de ayudar a prevenir tales tragedias es asegurarnos de que la mayor cantidad posible de gente sepa exactamente qué sucedió y quién fue el responsable de esta enorme tragedia”.
*Periodista.
Fuente: The Times of Israel.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.