Ernesto Curiel Carías
El esclarecido y recién publicado Calendario 5785 de la AIV y el Museo Sefardí de Caracas, dedicado a conmemorar los 200 años de la llegada de los judíos a Coro, amerita un breve comentario. La mayoría de las imágenes y textos seleccionados para ilustrarlo proceden del material donado por los hermanos Thelma y Herman Henríquez; dos figuras de las cuales puede afirmarse, sin temor a exagerar, que son los últimos sefarditas relacionados directamente con lo que fue la primera avanzada hebrea en el país. Con sus 98 y 102 años de vida, han sido testigos cercanos de ese proceso durante cien de los doscientos años que hoy se conmemoran.
Siendo el calendario un artificio para organizar el tiempo —y en este caso también para rememorarlo—, no deja de sorprender el buen criterio empleado para ilustrar sus páginas.
Coro cuenta con un notable patrimonio de obras vinculadas a lo que fue la comunidad sefardita (cementerio judío, Casa Senior con su sala de oraciones y el mikve, Museo Alberto Henríquez, etc.), obras a las que, por cierto, Thelma y Herman han contribuido a conservar. Sin embargo, no fueron textos o imágenes vinculadas a esos bienes materiales los seleccionados para integrar el calendario. Fueron, por el contrario, aquellos otros textos e imágenes de bienes inmateriales tan cercanos a los recuerdos y al alma de estos centenarios hermanos. Un tipo de haberes que son, realmente, los que sostuvieron los lazos del pueblo hebreo en su milenaria diáspora; diáspora en la que no había lugar para el acarreo de posesiones materiales.
Hermanas López-Fonseca: (izq. a der.) Eliana, Berenice, Adriana y Olimpia. Coro, circa 1910. Donado al Museo Sefardí de Caracas “Morris E. Curiel” por la familia Henriquez, e incluido en el calendario 5785
Se dice en el Zohar que Dios creo la ilusión del tiempo para que pudiéramos disponer del libre albedrío. Acuñó esta ilusión entre lo que hacemos y sus consecuencias. Yehuda Berg lo explica diciendo que, si las cosas buenas o malas que hacemos fueran premiadas o castigadas de inmediato, no pasaría de ser una suerte de amaestramiento, tal como sucede con los animales. Pero acuñar el tiempo entre las causas y sus efectos es lo que permite, según el Zohar, abrir un espacio para que exista la libertad de conciencia.
Quizás Yahvé le otorgó larga vida a Thelma y Herman para que recibieran, en su ocaso, este reconocimiento por el atinado uso de su libre albedrío en la conservación de la memoria sefardí. Algo que hicieron no solo para la comunidad judía sino para que quienes, estando en su periferia, podamos percibir ese inefable halo inmaterial de identidad y pertenencia que se desprende de sus seculares tradiciones.
Sirva entonces esta nota para felicitar tanto a los hermanos Henríquez como a los autores del acertado calendario.