El 7 de octubre de 2023 representa un día único en la historia de Israel, y también en la historia de los conflictos bélicos. La acción de Hamás de penetrar Israel en forma brutal, agrediendo personas a diestra y siniestra en los kibutzim, zonas pobladas y los asistentes a un concierto, para llevarse unos rehenes que servirían como instrumento de presión y negociación, constituyeron algo traumático para los israelíes, los mismos palestinos y el mundo entero. Quizá el manido concepto de guerra asimétrica cobró un nuevo y real significado a partir de esa fecha y hasta el día de hoy.
Como se ha dicho infinidad de veces, el aparato de seguridad israelí, incluyendo su inteligencia, considerado de los mejores del mundo, tuvo una falla colosal. Pero además, Hamás fue capaz de lanzar una operación bien planificada y mejor ejecutada. Quedó demostrado que el poderío militar no había logrado disuadir a Hamás, y que la derrota era una opción que Hamás no previó, o quizá, mucho más peligroso y grave, nunca temió.
En un conflicto donde una de las partes asume la derrota y la muerte como un triunfo, pues el daño al enemigo es siempre considerable, y en el cual las privaciones y sufrimientos de la población a cargo de la parte derrotada no pasa factura a sus gobernantes, la asimetría es total.
Blinken: declaraciones tardías (Foto: Reuters)
Los Estados Unidos de América asisten a los eventos del 7 de octubre de 2023 y sus consecuencias justo cuando quieren consolidar su política de participación pasiva en los conflictos, sin involucrarse militarmente ni con presencia física. El estallido de un conflicto entre Hamás e Israel, sazonado por la existencia de rehenes que deben ser liberados a toda costa debido a que es una cuestión de ética elemental y también un grito de toda la sociedad israelí, debe haber sorprendido y frustrado a Estados Unidos y, por supuesto, a su flamante secretario de Estado, Antony Blinken.
La visión de un Medio Oriente pacificado, con palestinos e israelíes entendiéndose —aunque no se sabe cómo—, con dos enclaves palestinos independientes uno del otro y enfrentados, con Arabia Saudita a punto de normalizar relaciones con Israel desdibujando la preponderancia de Irán y la causa chiíta, se venía al suelo. Blinken y su presidente se apresuraron a apoyar a Israel, lo cual resultaba lógico por ser la parte agredida, pero en una concepción del mundo y del Medio Oriente muy inocente y hasta timorata, basada en confiar en buenas intenciones de las partes antes que en la triste realidad de los odios contenidos y desatados.
El conflicto entre Israel y Hamás tiene elementos que rompen con la lógica, incluso la poco entendible lógica de la guerra. El mundo entero, incluyendo a Israel, acepta como contraparte negociadora, directamente o por vía interpuesta, a unos secuestradores. Quienes detentan el poder en Gaza son responsables de la iniciativa del 7 de octubre de 2023, son también responsables del destino de los secuestrados y de los servicios que deben proveerse a la población de Gaza. Son, guste o no, los gobernantes del lugar. A estos gobernantes se les debe entregar la ayuda humanitaria necesaria y suficiente para que la población de Gaza no sufra, o sufra algo menos, y siendo que reciben y administran la necesaria ayuda humanitaria, esta se constituye en su mejor herramienta de control. En caso de no recibirse la ayuda humanitaria, por estar en conflicto o por no liberar a los rehenes, la culpa del desastre en la población es de Israel, no de los gobernantes golpeados y no derrotados de Gaza. Que en una guerra la parte enfrentada sea la responsable de la alimentación y salud de la población enemiga, que además alberga rehenes sin fe de vida, es algo más que novedoso.
El conflicto entre Israel y Hamás tiene elementos que rompen con la lógica, incluso la poco entendible lógica de la guerra. El mundo entero, incluyendo a Israel, acepta como contraparte negociadora, directamente o por vía interpuesta, a unos secuestradores
Muchas veces se hace la pregunta de por qué Hamás no es presionado para deponer las armas y entregar los rehenes, y hasta negociar la supervivencia de los líderes del movimiento. En una entrevista del 4 de enero de 2025 al New York Times, el secretario de Estado saliente de la administración Biden declara: “…en el fondo, una de las cosas que me ha parecido un poco sorprendente es que, a pesar de todas las comprensibles críticas a la manera en que Israel se ha comportado en Gaza, desde el 7 de octubre prácticamente no se ha oído nada de nadie sobre Hamás. No sé cuál es la respuesta a eso: ¿por qué no ha habido un coro unánime en todo el mundo para que Hamás deponga las armas, entregue a los rehenes y se rinda? Israel, en varias ocasiones, ha ofrecido un salvoconducto a los dirigentes y combatientes de Hamás para que salgan de Gaza. ¿Dónde está el mundo? ¿Dónde está el mundo diciendo: Sí, hagan eso, acaben con esto, ¿detengan el sufrimiento de la gente que ustedes provocaron?”
La ingenua y acertada declaración de Antony Blinken es bienvenida. Es cierta, y es sentida. Está hecha incluso con las diferencias obvias que ha tenido con su aliado nominal. Pero la pregunta que hace y su reflexión es la misma que Israel, los judíos y otros muchos dolientes se han hecho desde el mismo 7 de octubre de 2023: ¿Dónde está el mundo?Blinken se va. No se puede decir que haya tenido malas intenciones. Pero es evidente que sus declaraciones tienen un retraso terrible en el tiempo. Ahora que se va Blinken, la pregunta sigue sin respuesta: ¿Dónde está el mundo?