El llamado mundo occidental se perfila a sí mismo como más poderoso que el resto. Cuando se discute el tema de las capacidades militares y de ejecutar atentados por parte de muchos regímenes y países, se cuenta con una autoproclamada superioridad que, por sí misma, disuadiría a quienes quisieran atreverse a atentar contra él.
Israel se calificaba a sí mismo como un país que había logrado disuadir a Hamás de entrar en conflicto, a sabiendas de la reacción subsecuente y la explosividad de ella. No fue así. Esto explica, de manera parcial, cómo Hamás logró realizar la masacre del 7 de octubre de 2023. A decir verdad, el radicalismo y las posiciones en contra de Occidente parecían contenidos gracias a una disuasión virtual.
El 7 de octubre demostró que no había ninguna disuasión. Hamás ejecutó su plan con la frialdad de quien no teme las consecuencias. Causar daño a Israel, generar caos, secuestrar rehenes que puedan ser valiosas fichas de cambio, son parte de la victoria. La otra parte es haber provocado una inevitable respuesta israelí, con inevitables bajas y daños colaterales calculados por Hamás, y la inevitable condena de muchos a Israel en virtud precisamente de la pérdida de vidas de quienes son usados como escudos humanos, y constituyen los rehenes habituales de un régimen que no se rinde ni claudica, que percibe en la misma destrucción de Gaza la prueba de su victoria.
Yahya Sarea, portavoz militar de los hutíes de Yemen que son una fuerza títere de Irán, anunció el 31 de diciembre que los ataques con misiles y drones contra Israel continuarán, a pesar de la coalición internacional que se ha creado para proteger la navegación por el Mar Rojo y evitar que la guerra se extienda más allá de Gaza
(Foto: Reuters)
Pero no es Hamás el único no disuadido. Los hutíes, desde el Yemen, han lanzado cohetes de largo alcance sobre Israel. Tienen atemorizada a la navegación internacional y siguen tan campantes. La flota norteamericana desplegada en el Medio Oriente no parece haber disuadido a los hutíes, tampoco las afirmaciones de voceros israelíes. Más bien, pareciera que Estados Unidos e Israel han sido disuadidos de tomar cualquier acción.
Muchas veces se toca el tema de la disuasión necesaria que debe y ha debido ejercer Israel sobre Hamás. De la disuasión que debe ejercer Occidente ante un eventual plan de armamento nuclear por parte de países cuyas motivaciones son claramente peligrosas. Hasta el 7 de octubre de 2023 parecía que se podían contener ciertas aventuras en contra de la civilización. No es así. No solo el apaciguamiento no ha sido un elemento conciliador, es que la disuasión virtual no ha funcionado para nada.
Mientras en Israel debaten todos sobre el rumbo a seguir para rescatar a los rehenes y cadáveres en manos de Hamás en Gaza, se cuestiona la compatibilidad entre querer deponer a Hamás y lograr precisamente la vuelta a casa de los secuestrados, los autores intelectuales y materiales de los hechos se dan el lujo de poner condiciones, rechazar propuestas, mantener a las víctimas bajo su custodia obligada, amenazar y demostrar cero interés en su propia población gazatí sujeta a la acción israelí, que luce inevitable a la luz de todo lo que sucedió y sigue sucediendo.
Hasta el 7 de octubre de 2023 parecía que se podían contener ciertas aventuras en contra de la civilización. No es así. No solo el apaciguamiento no ha sido un elemento conciliador, es que la disuasión virtual no ha funcionado para nada
No se han tomado acciones contra los hutíes. No se ha emplazado a Irán ni se ha reaccionado a sus comentarios ni afirmaciones. Los jefes de Hamás en el exilio negocian desde Doha y El Cairo sin mayor temor, con desfachatez. Son autores de un secuestro y crimen que es condenable en cualquier parte del mundo y bajo cualquier legislación, pero lucen como elegantes corredores de bolsa de Wall Street en época de vacas gordas. Desde Líbano, Hezbolá lanza cohetes todos los días sobre Israel. Los desplazados del norte de Israel se cuentan por decenas de miles y tienen tres meses ya en esto. Seguro que Nasrala y su Hezbolá han sido de todo, menos disuadidos. Ni siquiera por la presencia de una poderosa fuerza naval americana en la zona.
Visto lo anterior y algunas cosas más, la escasa reacción de Occidente, las condenas unilaterales de la ONU en contra de Israel, se puede concluir que el terrorismo es aceptado como mecanismo de negociación. El silencio cómplice, en el mejor de los casos, lo ha legitimado, cuando no el apoyo irrestricto de quienes se solidarizan con las acciones de Hamás o las justifican. ¿Miedo a una reacción en contra? ¿Cobardía? ¿Comodidad? De todo un poco y más.
La disuasión tan esgrimida y supuestamente necesaria está funcionando en reversa. Es Occidente quien no se atreve a enfrentar la barbarie, no la barbarie la que se reprime o asusta. Sí, desafortunada y tristemente, es disuasión reversa.