Tengo años escribiendo para diferentes periódicos y portales digitales, así como dando entrevistas, charlas y mensajes centrados, en su gran mayoría, en un principio del judaísmo llamado Tikun Olam, que dice que cada uno de nosotros tiene la obligación ética y moral de “reparar al mundo”, desde su ámbito de acción, de competencia, de vida.
Nos encontramos sumergidos en una gran agitación mundial debido a la escalada exponencial del antisemitismo más visceral, aquel que no oye razones, explicaciones, realidades históricas y/o fácticas. La campaña multimillonaria que desde hace décadas se viene realizando en el ámbito académico, como en las redes sociales, medios de comunicación, etc., contra Israel, el sionismo, y ya no tan soterradamente contra el pueblo judío, ha dado sus frutos.
Pero nosotros, que somos tercos, seguimos trabajando y apostando por un mundo de libertades y respeto hacia el otro, al distinto, bien sea de cualquier color, pensamiento, origen o sexo, siempre en el entendido de que es intolerable la agresión verbal o física hacia ese distinto a nosotros.
Nuestros derechos llegan hasta la frontera de los derechos del otro, y así debería ser, aun cuando, como sabemos, una cosa es el “ser” y otra muy distinta es el “deber ser”.
Visita a la mezquita Ibrahim Bin Abdul Aziz Al-Ibrahim de Caracas, en la que participaron líderes religiosos de distintas denominaciones junto a jóvenes judíos y musulmanes
Nuestro trabajo de campo es crear conocimiento, confianza, compromiso, intercambio, proyectos entre las religiones, para generar un clima de fraternidad, y enviar un mensaje al país de que se puede y se debe trabajar para el beneficio de todos, porque tenemos diferentes religiones, ideologías, visiones o pensamientos, pero no por ello debemos ser enemigos, que es lo que ha ocasionado en los últimos siglos las guerras por imponer una religión o una ideología, causando atraso, muerte y desolación.
Nadie debe ser perseguido, silenciado o autocensurado por temor a su integridad física o la de sus familiares, amigos o a la comunidad a la que pertenezca.
Yo he trabajado con el padre Numa Molina, pero también con el padre Honegger Molina, ambos con distintas visiones clericales pero casualmente con un mismo apellido. También lo hago con el pastor José Piñero y/o con el pastor Samuel Olson, de diferentes iglesias cristianas. Posteo en mis redes la visita a la mezquita Ibrahim Bin Abdul Aziz Al-Ibrahim (foto), majestuosa y espectacular, a la cual asistimos con diferentes líderes religiosos, jóvenes judíos y musulmanes, donde compartimos un almuerzo y los jóvenes se organizaron en juegos didácticos que los llevaron a un escenario de intercambio, estrechando lazos y vínculos fraterno.
Hemos organizado grupos de trabajo con mi amigo Khalil Abdul, inclusive viajando juntos para actividades y encuentros entre líderes musulmanes y judíos de América Latina, con asistencia del liderazgo de la Liga Mundial Islámica venida de Arabia Saudita. Fui designado en el año 2014 en una Comisión Presidencial por la Paz, luego de haber dado un discurso en el palacio de Miraflores el día anterior, que fue trasmitido en cadena nacional en nombre de la comunidad judía, abogando por el diálogo, el consenso y la paz, en función de un objetivo común que beneficie a toda la nación.
Nuestra palabra debe estar alineada con la ejecutoria de vida, dar el ejemplo, ser un modelo para el bien. Estamos claros en que los más radicales son los que vociferan, gritan y presionan, incluso fijan la agenda a contrapelo de la inmensa mayoría que, impávida, se deja arrastrar por esa vorágine irreflexiva.
A pesar de todo este ambiente que vivimos, que sufrimos por las guerras, por los inocentes caídos, por los soldados que han perdido sus vidas por la libertad y la soberanía, nosotros seguimos trabajando, aportando un granito de arena en “reparar el mundo”, acercar posiciones, crear confianza, sinergias que puedan en un futuro próximo evitar otro diluvio, con la esperanza de que el Creador, en su santa misericordia, no se haya comunicado con otro Noé y este ya tenga la misión de preparar otra arca, dándole tiempo a nuestra raza —porque les recuerdo que hay una sola raza, la humana— para que podamos reconciliarnos y dejemos de matar, de agredir, para crear, sembrar, recoger y compartir.