Este estremecedor reportaje publicado en 1945 por El Mundo Israelita, antecesor de NMI, nos devuelve a la desesperación y la impotencia del mundo judío, en los meses inmediatamente posteriores al Holocausto, por la suerte de sus sobrevivientes más vulnerables
Es una gran verdad que el futuro de un pueblo reposa en sus niños. Si eso es cierto, el judaísmo de Europa tiene ante sí un lúgubre futuro, pues los alemanes mataron, envenenaron, enterraron vivos y quemaron a los niños judíos con la deliberada intención de acabar con el pueblo judío. En esa tarea fueron ayudados por colaboradores no alemanes.
Aun en la Francia de Vichy se realizaron esfuerzos especiales para apoderarse de los niños y mandarlos a los campamentos de internación, y fueron los primeros en ser deportados; solo dos de los niños deportados regresaron. Ya en 1941 se organizó un campamento del hambre en Rivesalttes, donde los niños separados de sus padres eran condenados a la muerte por inanición. En Polonia, Ucrania y Lituania, el exterminio fue llevado a cabo mucha más rápida y perfectamente. En un año fueron eliminados más de un millón de niños judíos, mientras el mundo guardaba silencio. La Cruz Roja no habló, y los gobiernos de Polonia [en el exilio], Gran Bretaña y los Estados Unidos, a pesar de sus contactos clandestinos con esos países ocupados, pretendieron ignorarlo.
Los propios judíos eran, como siempre, optimistas. Tenían fe en el sentimiento básico humanitario del pueblo alemán. Los judíos del Gueto de Varsovia tuvieron fe, y no se alzaron en armas hasta que perdieron toda esperanza; los judíos americanos tenían fe, y no comprendieron la verdad hasta después de que la más horrible matanza de todos los tiempos fue un hecho innegable.
Hitler no había guardado en secreto sus planes de exterminio, los cuales mencionó en diversas ocasiones en sus discursos. Ya en noviembre de 1938, un artículo del diario de la Guardia de Élite, Das Schwarze Korps, esbozaba métodos para separar a los judíos en guetos, privándolos de alimentos, desmoralizándolos mediante la opresión, y aniquilándolos como “criminales” y “forajidos”. Ese fue el plan ejecutado en detalle, y que pudo haber terminado con el exterminio total del judaísmo europeo si, con su rápido avance, los ejércitos aliados no hubiesen llegado a tiempo a salvar a unos pocos sobrevivientes. Entre estos casi no había niños en los países orientales, porque los niños no tienen valor alguno según los cálculos económicos de los alemanes, y por lo tanto fueron destruidos inmediatamente.
Así, no hallamos virtualmente niños en Polonia, Lituania, Bielorrusia o Ucrania. En forma casi milagrosa, unos 1.000 niños lograron sobrevivir, aunque más muertos que vivos, en el gran campo de Bergen Belsen en la Alemania central. Mayor número de niños judíos han sobrevivido en los países occidentales, donde la población gentil adoptó una actitud muy diferente para con los judíos que en la Europa Oriental. Muchos franceses, holandeses y belgas arriesgaron literalmente sus vidas para ocultar niños judíos. El clero se distinguió especialmente en esa altruista labor.
En Francia, el rescate y ocultamiento de los niños fue llevado a cabo en forma sistemática y organizada bajo la dirección de organizaciones judías, notablemente el OSE1 con ayuda del movimiento clandestino francés. Los niños eran colocados en aldeas al cuidado de familias no judías, y maestros del OSE los visitaban regularmente y les llevaban alimentos, o los sacaban de contrabando hacia otros países. Los esfuerzos dieron como resultado el salvamento de unos 6.000 niños en Francia. Algunos de ellos están aún con las familias que los ocultaron, y van siendo reclamados paulatinamente. Muchas veces falta dinero para organizar hogares bajo auspicios judíos para esos niños. En conjunto, el OSE posee 18 orfanatos que albergan a unos 2.000 niños. Además, esa organización brinda ayuda a 3.400 niños cuyos padres fueron deportados. En nueve casos de cada diez, el padre fue deportado o fusilado por los alemanes, y la madre está criando a sus hijos mediante la ayuda de los servicios médicos de las organizaciones judías. Hay 35 policlínicas de esa clase en París y las grandes ciudades de provincia.
También en Bélgica estuvo activa una organización judía durante la guerra para, con la ayuda de la población gentil, y especialmente de ciertos modestos curas católicos, salvar a unos 3.000 niños. En Holanda, una organización estudiantil tuvo éxito en ocultar a 1.100 niños judíos.
No estaremos muy equivocados si estimamos el número total de niños judíos sobrevivientes en toda Europa en 30.000. La única otra parte de Europa con un número sustancial de niños judíos son los países danubianos, Rumania y Hungría. Muchos de los sobrevivientes han sufrido considerablemente en su salud y equilibrio emocional. Necesitan una cuidadosa vigilancia, y educación por parte de personal médico y educativo especializado. Casi la mitad de los niños sobrevivientes son huérfanos de padre y madre. Es el deber de las organizaciones filantrópicas y públicas velar por ellos.
Durante la guerra, muy poca gente parecía preocupada por la suerte de los desgraciados niños judíos. En Francia, por ejemplo, se nota ahora que hay demasiados pocos niños en su población, y existe al parecer la tendencia a reclamar a los niños judíos como apadrinados por el Estado. Considerable interés dedicó la prensa al incidente de 92 niños que fueron sustraídos al cuidado de las organizaciones judías OSE en París; esos niños, que no eran ciudadanos franceses por nacimiento ni por naturalización, fueron aceptados en Francia desde sus refugios temporales para ponerlos al cuidado del OSE. Se admitieron 1.000, pero en realidad no se recibió ni la mitad de esa cifra. De esos, el gobierno reclamó 92 para colocarlos en un hogar dirigido por una organización que debía criarlos como ciudadanos franceses. El escándalo público que esto ocasionó hizo efecto, y el asunto fue arreglado inmediatamente; esos niños serán criados en hogares organizados por el OSE.
También se han suscitado dificultades en el envío de niños judíos a Palestina. La mayoría de los muchachos sobrevivientes, aun aquellos cuyos padres eran extranjeros, había nacido en Francia y eran por lo tanto considerados ciudadanos franceses. Con su población en descenso, Francia no veía con buenos ojos la emigración de esos ciudadanos. Sin embargo, después de muchos esfuerzos se logró enviar al primer grupo de 312 niños huérfanos a que se reunieran con sus parientes gracias, en gran parte, a la ayuda del senador Justin Godard, presidente del OSE.
Bulgaria y la Unión Soviética han reclamado también a los niños huérfanos. Los esfuerzos de los representantes soviéticos por recuperar a los niños judíos, quienes habían sido conducidos por heroicos salvadores a Palestina, tuvieron desagradables repercusiones en la prensa.
Complicaciones de esa clase se han presentado no solo con algunos gobiernos; aun más difícil es el problema que afecta a las instituciones católicas y personas particulares que se niegan a entregar a los niños que estuvieron a su cargo durante el difícil período de la guerra. Legalmente, el único medio de obligarlos a entregar al niño es hallar a algún pariente que pida que se le entregue en tutela. Con mucha frecuencia, sin embargo, ni siquiera sabemos los nombres de esos niños o los de sus padres o demás familiares. Pero siempre se encuentran personas y funcionarios que comprenden la injusticia de tener a esos niños fuera de la comunidad judía.
Respecto al gran problema de los huérfanos que no tienen parientes en Europa, la opinión pública, con muy pocas excepciones, está a favor de enviarlos a Palestina, donde hallarán una acogida amistosa y serán integrados a la comunidad judía. Sin embargo, aún no sabemos cuál será la actitud de la potencia que controla la patria de los judíos, que hasta la fecha mantiene cerradas sus puertas firmemente. ¿Tendrá Gran Bretaña compasión por la suerte de esos desgraciados niños, o persistirá en su cruel y desalmada política? Si la inmigración a Palestina continúa suspendida durante muchos años, tendremos que hallar hogares para esos niños en otras partes donde haya alguna esperanza de seguridad para ellos en el futuro. De momento, mientras dedicamos todos nuestros esfuerzos a allanar el camino a Palestina, no podemos desdeñar propuestas como las que vienen, por ejemplo, de los judíos australianos, quienes han obtenido ya visados y albergue para 300 huérfanos judíos.
Hasta que se resuelva la cuestión de la emigración, enfrentamos siempre el problema de la educación de esos niños, tanto si se encuentran en instituciones o al cuidado de las viudas o parientes. Por ahora esos gastos son sufragados por organizaciones judías, principalmente por el Joint Distribution Committee. Es indispensable, sin embargo, que los gobiernos y municipalidades presten el mismo apoyo a las instituciones judías que ofrecen a las cristianas, y ayuden a los huérfanos judíos al igual que ayudan a otras víctimas de guerra. Hasta tanto se adopte esa política, la situación seguirá siendo difícil, especialmente en Francia, Bélgica, Rumania y Hungría. Los niños no tienen zapatos ni ropa. En Francia solamente, el OSE ha reunido las direcciones de 5.000 niños para los cuales está buscando padres adoptivos que les remitan paquetes postales de alimentos, método que ya están practicando organizaciones cristianas. Actualmente, la principal preocupación de todas las organizaciones de auxilio es mantener a esos niños durante el próximo invierno.
En comparación con esas cuestiones de vida o muerte, de enfermedad o salud, es difícil comprender el calor y el apasionamiento con el que algunos discuten los métodos exactos de educar a esos niños. Unos son partidarios de una educación estrictamente ortodoxa, de acuerdo con la antigua tradición. Otros piden una enseñanza basada en la doctrina de Karl Marx, recibida por conductos frecuentemente opuestos. Esto lleva solamente a la confusión y la mala voluntad. La gente olvida que en Francia, por ejemplo, los niños son obligados a asistir a las escuelas públicas, y que los temas judíos solo pueden enseñárseles en lecciones privadas, en las que se les inculca un mínimo de historia judía y hebreo para aquellos que piensan dirigirse a Palestina, o idish para los que desean permanecer en Europa. Las instituciones mismas observan el Shabat y días festivos, y las leyes dietéticas. Tratar de establecer programas especiales en nombre de intereses políticos o partidos religiosos es cometer con los niños una gran injusticia.
La tarea urgente es salvar a los restos del judaísmo europeo, principalmente los niños. Aun antes de la guerra, la situación era tal que el número de niños judíos decrecía paulatinamente en los países occidentales. Nos estábamos convirtiendo poco a poco en un pueblo viejo y en decadencia. Ahora, las relativamente jóvenes y vigorosas comunidades judías de Polonia, Ucrania y Lituania, la parte sana del pueblo judío, han sido aniquiladas. No han quedado más que pequeños grupos de niños judíos en la devastada Europa. Tienen derecho a que se consideren sus propios intereses como lo principal en la determinación de su futuro.