Rosh Hashaná es uno de los grandes misterios. ¿Cómo es que el comienzo del año ocurre el primer día del séptimo mes? ¿Por qué soplamos un cuerno de carnero para que emita un sonido, y por qué le damos un papel tan central? ¿Cuál es el drama cósmico de este día y cuál es nuestra participación en él?
«Será un día de sonido para ti», afirma. ¿Qué sonido? La Torá no lo explica. El Rey David escribió en sus Salmos: «Haz sonar el shofar en la luna nueva, en el día designado para nuestra festividad». Esa es la única referencia bíblica que tenemos para nuestra tradición de que debemos hacer sonar no nuestras voces, no una trompeta, sino un cuerno de carnero.
Pero luego otro versículo afirma: «Será un día de recuerdo de resonancia para ti». Y a partir de ello, debiésemos comprender que no se tañe nada, solo recordamos. Nuestra tradición resuelve el asunto de la siguiente manera: Dios requiere de nosotros: «Recita versos que ensalzan realeza ante Mí para hacerme tu rey. Recita versículos de evocación delante de Mí, para que tu recuerdo se levante ante Mí. ¿Cómo? Con un shofar.” ¡Oh, qué desconcertante tradición!
¿Cómo sabemos que este es el comienzo del año, algo que no se menciona en los Cinco Libros de Moisés?
La respuesta corta es que siempre lo supimos. Lo sabíamos porque todo esto le quedó claro a Moshé cuando recibió la Torá y transmitió esta información, incluso si no la escribió. Aún antes de que lo supiera Moshé, conocíamos sobre de Rosh Hashaná. Abraham recibió las antiguas enseñanzas de Shem, hijo de Noaj. Noé la había recibido de Matusalén, que había recibido de Enoc. Y Enoc ciertamente sabía de Rosh Hashaná, porque recibió su sabiduría directamente de Adán, quien había sido creado ese día.
Rosh Hashaná, entonces, no es solo una fiesta judía. Rosh Hashaná es el cumpleaños de la humanidad.
Un misterio se cierra y otro se abre. Mire a través de los libros de oraciones de los Yamim Noraím: no encontrará ninguna mención sobre el nacimiento de Adán. Lo que encontrará es la repetida afirmación «Hoy es el cumpleaños del mundo». También encontrará una frase enigmática: «Este día es el comienzo de Sus obras, un recuerdo del primer día».
Sugiere un pensamiento fascinante, de hecho, uno que el científico moderno puede aceptar: ¿tal vez el cosmos nació cuando Adam abrió los ojos para observar y darle nombre cada cosa? Después de todo, ¿no nos dicen los físicos cuánticos y los cosmólogos modernos que no puede haber eventos, ni universo, sin un observador? El universo comienza, entonces, con la creación de la primera conciencia humana: «Le sopló en la nariz el aliento de la vida, y Adán se convirtió en un ser vivo».
Fascinante, pero no del todo satisfactorio, porque de hecho el libro de Génesis dice que Adán se formó en el sexto día de la creación. Hubo un mundo antes. De acuerdo, un mundo muy diferente al que conocemos, uno en el que la materia, la energía, el tiempo y el espacio surgieron y tomaron forma, en el que los eventos ocurrieron a un ritmo acelerado y lo simple evolucionó a lo complejo en lapsos de tiempo. Pero era un mundo, sin embargo. ¿Por qué entonces -sigue siendo la pregunta clásica- conmemoramos Rosh Hashaná en el cumpleaños de Adán y no seis días antes en el cumpleaños del universo?
Y la respuesta clásica es: porque no estamos celebrando un aniversario; «hoy es el cumpleaños del mundo» significa hoy, ahora. Hoy el mundo nace de nuevo. Este día es «el comienzo de Tus obras», una reminiscencia de la primera vez que se hizo el mundo. Solo que la primera vez que nació el mundo, fue un regalo. Desde entonces, depende de nosotros, somos Adán. Ocurre en nuestro cumpleaños, Rosh Hashaná. Renacemos, y dentro de nosotros renace el cosmos.
Todo el cosmos está como conectado a una máquina de soporte vital. Al igual que las imágenes brillantes que forman personajes en una pantalla, así como una imagen holográfica realista, al desconectar el enchufe, todo desaparece sin dejar rastro. Si Dios apagara a Su creación (Dios no lo quiera), el espacio mismo se desvanecería. Incluso el tiempo sería anulado: el mundo nunca habría existido, su historia sería borrada. Nada, ni siquiera una memoria.
No hay una partícula del universo que se sostenga a sí misma. Cada momento, el universo y cada cosa dentro de él vibran con la energía vital que les proporciona Dios. Nuestro planeta es un reloj por el que palpita un ciclo de momentos, días, meses y años. En cada momento, la vida necesaria para ese momento emerge, es absorbida y luego regresa a su origen, y así sucesivamente. La palabra hebrea para mes, Jódesh, significa «renovación».
Pero la renovación más importante de la vida es la que ocurre en Rosh Hashaná. Es cuando toda la vida del año anterior vuelve a su fuente esencial, y una nueva vida, como nunca antes se conoció, emerge del vacío para sostener la existencia durante todo el próximo año.
La calidad de esta nueva oleada de poder determinará todo; como escribe el poeta del Majzor, «quién morirá y quién vivirá». Algunos años son de abundancia; otros traen bendiciones más sutiles, más ocultas. Algunos son años de alegría, otros de desafío.
En las 48 horas de Rosh Hashaná, todo ello hace su entrada a este mundo. Es por ello que cada momento de esas cuarenta y ocho horas cuenta. Es el motivo por el que la llamamos Rosh Hashaná, la «cabeza» del año. No solo es el «Día de Año Nuevo» o «el comienzo del año». Así como la cabeza contiene un neurointerruptor para cada parte del cuerpo, así es la cabeza del año: una vista previa concentrada de todo el próximo año. Todo se concentra en Rosh Hashaná.
Cualquier momento de Rosh Hashaná podría contener el día más importante, de su año por venir. Rosh Hashaná, se podría decir, es el canal de parto del año nuevo.
Curioso, un shofar con su boquilla estrecha y una abertura más amplia se parece a un canal de parto El shofar es la partera del nuevo año. En su exclamación penetrante, comprimimos nuestras oraciones sinceras, nuestras lágrimas, nuestras almas. Todo lo que existe resuena con su llamado hasta que llega al comienzo mismo, al útero cósmico. Y allí toca un interruptor: la Presencia Divina cambia las modalidades de la trascendencia a la inmanencia, del juicio estricto a la compasión. En el lenguaje del Zohar, «El shofar terrenal despierta el shofar celestial, y el Santo, bendito sea Él, se levanta de Su trono de juicio y se sienta en Su trono de compasión».
¿No es extraño que un ser creado participe de su propia creación? Imagine a los personajes de dibujos animados que participan con el artista en su propio diseño. Imagínenlos suplicando a la corporación de radiodifusión por más tiempo al aire en la próxima temporada.
Ahora imaginémonos, suplicando a nuestro Creador: «¡Danos vida! ¡Buena vida! ¡Cosas buenas!»
¿Cómo podría ser, en la cámara interna de la Mente Cósmica -donde se determina si debemos ser o no ser- que estemos allí, implorando y participando de esa decisión? Debe haber algo de nosotros que yace más allá de la creación, algo eterno,algo Divino. Lo llamamos «el alma de Dios».
Es por eso que podemos calificar a Dios tanto como rey como padre:
Un rey, en el mayor sentido de lo que es la monarquía, porque Él determina si seremos o no seremos.Un padre, porque hay algo de Él dentro de nosotros, y, por lo tanto, podemos tomar parte en esa decisión.
Si es así, en Rosh Hashaná, Dios se juzga a si mismo.
Él mira hacia este mundo y, estoy seguro, no siempre se ve bien. Pero Dios no está más allá del mundo; Él está dentro del mundo, Él se encuentra en cada átomo de este mundo. Pero solo el alma del hombre puede argumentar en su nombre. Entonces hacemos eso. Puede parecer extraño, pero es lo que sucede: Él, se lleva a sí mismo, como está presente en este mundo, a juicio.
Somos los abogados defensores. Reconocemos que todas Sus quejas están bien fundadas y son justas. Nos declaramos culpables en todos los aspectos. Pero demostramos arrepentimiento sincero y declaramos que ahora realmente aceptamos sobre nosotros expiar nuestras pasadas acciones y hacer que este año que inicia, sea mucho, mucho mejor que el anterior. Sobre todo, nos aseguramos de hablar solo bien de nuestros semejantes y bendecirlos para que el próximo,sea un año bueno y dulce. Así como juzguemos a los demás es como seremos juzgados.
La chispa de Dios dentro de nosotros se conecta con la luz infinita de Dios. El circuito está completo y el universo se reinicia con un flujo de energía durante todo un año.
¡Leshaná Tová Tikatévu Vetejatému!