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P areciera que Israel es una especie de laboratorio en el cual los islamistas prueban sus ataques terroristas, que luego ejecutan en otros países, pero los medios no reseñan tales asaltos de igual modo.
El último viernes, tres árabes israelíes bajaron por el Monte del Templo, disparando con metralletas contra las fuerzas policiales israelíes que custodiaban la Puerta de los Leones en la Ciudad Vieja de Jerusalén; mataron a dos policías. Los tres terroristas provenían de la aldea Umm el Fahm, en el norte de Israel, donde prolifera el radicalismo promovido por el grupo terrorista Hamás.
La policía precisó que los perpetradores huyeron hacia las mezquitas en el Monte del Templo. Durante la persecución se produjo un intercambio de disparos, y los homicidas fueron abatidos. Ante el peligro, los funcionarios israelíes suspendieron las plegarias musulmanas del viernes en el sitio. Hay serias evidencias de que las armas fueron escondidas en el Monte del Templo, y se sospecha complicidad de alguien ligado al Waqf (autoridad de patrimonio islámico); ello, en cierto grado, cambia las tácticas terroristas. Las autoridades israelíes han reabierto parcialmente el área a los musulmanes, con medidas de seguridad reforzadas.
Estos fueron los hechos. Sin embargo, asombran algunas prácticas informativas en las que se pone de manifiesto el doble rasero cuando se trata de Israel. Por ejemplo, un confuso y tendencioso titular del periódico El País de Uruguay: “Mueren cinco árabes israelíes en ataque en Jerusalén”, omitiendo que el asalto es terrorista y aprovechándose de que también los dos policías asesinados eran árabes israelíes: Ahil Satawi, de la localidad drusa de Mghrar, y Camil Shnaan, de la aldea drusa de Horfish. ¿Cómo es posible que un medio supuestamente serio ponga al mismo nivel que sus verdugos a los policías, cuyas valiosas vidas fueron segadas? ¿Cómo los pueden igualar debido a su gentilicio? Resulta un cruel y cínico agravio a los israelíes en general, y a los árabes israelíes en particular. El mismo texto es impreciso al señalar a los agresores.
Los medios de comunicación florecen en una sociedad libre y democrática, por lo que deben ser coherentes e incondicionales en el combate al flagelo del terror, ferviente enemigo de nuestro sistema pluralista.