Dentro del Judaísmo no existen casualidades, y este concepto se corrobora en las tristes circunstancias que dan pie a este sentido homenaje para dos señoras muy especiales y queridas dentro de nuestra comunidad, y en especial para el Keren Ezra, quienes partieron de este mundo en fechas muy cercanas, dejando un gran vacío dentro de nuestra institución, y por supuesto en sus familiares y amigos.
H ablar de Tita Flora (Z’L), como cariñosamente se le conocía, y de Alegría (Z’L) es sinónimo de jesed, de hacer y buscar el bien y de dar lo mejor de sí solo con la sublime y noble intención de cumplir con el precepto: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Ambas vidas fueron dedicadas a sus respectivas familias con amor y entrega total hasta el último de sus días.
Tampoco es coincidencia el hecho de que nuestras queridas Alegría y Tita Flora sufrieron mucho en la culminación de sus vidas, entristeciendo a sus familiares más cercanos y a todos los que las queríamos de corazón.
Durante muchos años, Alegría formó parte del equipo de colaboradoras del Keren Ezra, pues además de desempeñarse en la labor de administración de la organización, no dejaba de venir ni un solo domingo de reparto para ayudar hasta el cansancio de sus fuerzas, comprometidas por su enfermedad. Pero su voluntad era inquebrantable, y a pesar de los cuidos especiales que todas le dispensábamos, su compromiso con el Keren superaba todos los obstáculos propios de las complicaciones de su padecimiento físico, hasta que un día, y muy a pesar de ella, se retiró de sus labores dadas las circunstancias difíciles que le impedían cumplir con sus obligaciones como ella se exigía, sobre todo para seguir siendo útil a su comunidad. Alegría fue una incansable trabajadora que se ganó el cariño y el respeto de todas las que tuvimos el honor de conocerla y tratarla, y más aún de todos nuestros beneficiarios a quienes trataba de manera especialmente cariñosa, haciendo gala de su paciencia y empatía con la causa que llenaba sus días y que le daba sentido a su vida, a pesar de lo difícil de su enfermedad.
Por su parte, Tita Flora dividió su vida en el cuido de su hermosa familia y la entrega de su valioso tiempo al Keren Ezra, deleitando los paladares de nuestros beneficiarios en toda ocasión en la que sus cualidades como repostera eran requeridas de manera desinteresada y comprometida con la noble causa.
Tita Flora se brindaba de manera voluntaria a la elaboración de deliciosas galletitas en los repartos de cestas que coincidían con festividades como Purim y Janucá, dándonos la posibilidad de endulzar a nuestras familias con tan apetecibles obsequios para celebrar estas fechas distintivas en nuestro calendario.
Su magnífico ejemplo es seguido por sus hijos, nueras, yerno y nietos, quienes están ligados y comprometidos con el quehacer comunitario y con la labor social que se desempeña dentro de la kehilá.
Ella cuidaba celosamente su labor repostera, y ante los elogios de quienes la admirábamos, sonreía con sencillez y humildad, pero satisfecha de su esfuerzo plenamente recompensado. Vayan estas líneas en homenaje a Alegría y a Tita Flora como un consuelo para sus familiares y amigos, y un reconocimiento a su valiosa y desinteresada labor para con nuestra institución, a sabiendas de todo lo hermoso dejado en este mundo por ambas queridas señoras, y con la plena seguridad de que así como en la tierra fueron queridas y gratas ante los ojos de todas nosotras, así mismo será en el shamaim y en el Olam Haemet.
¡Baruj Dayan Haemet!
Con sincero aprecio y admiración,