El pasado jueves 27 de julio tuvo lugar el esperado debate ente los candidatos presidenciales de Estados Unidos. Por primera vez concurrían al evento dos personas que ostentan u ostentaron la primera magistratura del país que sigue siendo a la fecha el más importante y poderoso del planeta por su población, economía y riqueza, fuerzas militares, desarrollo en todos los aspectos y paremos de contar.
La tradición judía llama al respeto por los gobernantes. Sin entrar en detalles respecto a algunas cualidades de determinado rey, presidente, jefe o dirigente, se atribuye al Todopoderoso su intervención necesaria para que la persona en cuestión haya llegado a tan elevada posición. Una posición que resulta honorable y honrosa, pero que acarrea una enorme responsabilidad respecto a muchos, demasiados seres humanos. El destino de muchos depende del buen criterio y mejor actuar de los gobernantes de turno.
El actual presidente de Estados Unidos, el anterior y el próximo, sostuvieron un acalorado debate. Todos los temas que se tocaron, y todos aquellos que no se tocaron, son de interés vital para los norteamericanos y para el resto del mundo. Lugar muy particular tiene Israel, el pueblo judío y el Medio Oriente, demás está señalarlo. Israel vive momentos difíciles, su existencia está amenazada y sus enemigos no parecen ceder en sus intentos de destruir al pequeño Estado.
Para muchos de quienes esperaban y vieron el debate, las expectativas no fueron cumplidas. Los hombres que han de dirigir el país más influyente del mundo, el país cuyas acciones y políticas pueden decidir asuntos tan delicados como la paz mundial, el destino de ciertas naciones y el futuro del planeta, se limitaron a un intercambio que deja muchas preocupaciones; en temas tan actuales como la guerra entre Rusia y Ucrania, y en el de la guerra de Israel contra Hamás en Gaza, no se puede decir que se dijo nada concluyente o esperanzador. El ataque personal y la descalificación del oponente fueron la constante de una noche para el olvido.
Se tiene la impresión de que los políticos y dirigentes de tiempos anteriores eran más educados y protocolares. Puede ser que la inmediatez de la información, los eventos trasmitidos y comentados en vivo y directo por redes sociales y otras plataformas, contribuyan a esta percepción de irrespeto y falta de profundidad. Pero no se puede decir que Joe Biden y Donald Trump se comportaron a la altura de las circunstancias y de las exigencias que su posición les reclama. Para el espectador común y corriente, dos hombres descalificándose ante millones de personas no resulta nada reconfortante, y sí muy preocupante.
Lo visto el jueves 27 no fue sorpresa para muchos. En todo el mundo el debate político ha bajado de nivel. La falta de respeto entre los protagonistas de la vida pública es algo que se ha vuelto demasiado común, y que termina erosionando la confianza de los votantes en sus representantes. Quienes siguen la agitada vida política de Israel no dejan de asombrarse ante la falta de respeto de unos contra otros, las sesgadas opiniones y comentarios en los medios de comunicación, la virulencia de los ataques que no discriminan la vida privada de la actuación pública. Biden y Trump parecieron refrendar que este es el estilo de hacer política, captar votos y ganar elecciones. Un triste espectáculo para todos.
Israel y el mundo judío dependen de un mundo que sea equilibrado, de países fuertes en los cuales funcione el imperio de la ley, que sean capaces de influir y determinar políticas globales para garantizar la paz mundial, la condena y desaparición del terrorismo. Es fundamental contar con dirigentes e instituciones que tengan las virtudes necesarias para preservar a la humanidad, y que además esto sea evidente. El mundo de los últimos años presenta una imagen general bastante caótica: las potencias divididas, Estados fallidos, países que apoyan el terrorismo, carreras armamentistas desaforadas, guerras sin fin, conflictos permanentes, procesos electorales que resultan traumáticos. Aunque todos comparten responsabilidad sobre el planeta, no cabe duda de que son los más poderosos e influyentes quienes tienen una cuota mayor, también de presentar una imagen correcta y optimista.
Cuando la guerra en Gaza va por doscientos setenta días, la liberación de los rehenes parece una historia sin fin, el Líbano está a punto de entrar en llamas gracias a la actitud de unos y a la ineficiencia de la diplomacia mundial, no cabe duda de que, en el caso de Israel, la defensa del país depende de las acciones que pueda tomar por cuenta propia, consultadas en el mejor de los casos. La debacle del mundo parece que no se debate.
Queda algún tiempo para las elecciones en Estados Unidos; han pasado muchos días desde el 7 de octubre de 2023. Que no prive la debacle. A pesar del debate.