Israel vuelve a cierta rutina luego de las festividades de Pésaj, Lag Baomer, la fecha de Independencia y el Día de Jerusalén. También la conmemoración de Yom Hashoá, que recuerda y perpetúa las almas de seis millones de judíos asesinados por la barbarie nazi. Celebraciones y señalamientosde fechas ancestrales y milenarias, sumadas a eventos más recientes de la historia y vida de los judíos, en un corto espacio de tiempo de menos de dos meses.
La dinámica política del país, sumido como nunca en diatribas internas y luchas a veces difíciles de entender, tuvo una cierta tregua, un relativo y necesario descanso. Breve, muy breve. En el medio, una campaña contra la Yijad Islámica de Gaza, que duró seis días y aplacó la andanada de cohetes que Israel recibe cada cierto tiempo con fatídica frecuencia.
Esta misma semana, luego de la Marcha de las Banderas que acompaña al Día de Jerusalén, se retoma la intensidad de los combates reales y virtuales, duros por igual. Las agendas internas se vuelven a activar, y las externas nunca han cesado por menos atención que se le haya prestado. Un lector de las crónicas acerca de Israel, con mucha razón, ha de señalar lo repetitivo que resultan las mismas: escenarios, personajes, temáticas y demás.
Tras dos meses de festividades y un nuevo enfrentamiento con Gaza, la vida vuelve a la rutina en Israel
(Foto: Imago)
El debate interno se centra por unos días en el tema del presupuesto de la nación, algo que siempre amenaza la estabilidad de la coalición y que termina en algún acuerdo que cuesta dinero a los contribuyentes, satisface a unos y enfurece a otros. Con el agravante de que siempre termina en un agrio enfrentamiento de opiniones y algo más entre los sectores más observantes y los más seculares. Lo que determina el enfrentamiento es que, a pesar de las diferencias que se esgrimen y hasta se acentúan, todos son ciudadanos del Estado judío que les da cobijo, exige deberes y otorga derechos. Es cuestión de esperar que las discusiones y comentarios, subidos de tono, no dejen un sabor amargo y que no merece el grueso de la ciudadanía.
Israel es un país que vive sobre la base de eventos muy peculiares e inéditos. A veces se tiende a pensar que esto se considera así porque tan solo tiene setenta y cinco años de vida como país, como nación independiente y encargada de los asuntos propios de los habitantes de una nación. Hay algo o mucho de eso. Dos mil años de exilio, sin independencia, sumidos en comunidades de distintos países, sin manejo propio de los asuntos específicos de un país, causan seguramente cierto trauma para manejarlos. Los judíos no tuvieron actividades ni responsabilidades tales como un presupuesto nacional, bomberos, policías, ejército, fronteras nacionales y asuntos parecidos durante un largo período. Entonces, quizás esta novedad de administración nacional genere cierto trauma, cierta aprensión por decirlo de algún modo, que se traduce en una dinámica de país muy movida y presionante.
Sin dejar de considerar lo anterior, la peculiaridad que vive Israel es notoria y única en muchos aspectos. Desde su fundación, y antes, su existencia ha estado amenazada. Vecinos y no vecinos no lo reconocen y amenazan con destruirlo. Cuenta con el problema palestino, casi imposible de negociar y que se maneja frente a tres frentes palestinos distintos: la Margen Occidental de la Autoridad Nacional Palestina, y los dos de Gaza, Hamás y Yijad Islámica. Ninguno es responsable el uno del otro, e Israel debe lidiar con cada uno por separado.
La peculiaridad que vive Israel es notoria y única en muchos aspectos. Desde su fundación, y antes, su existencia ha estado amenazada. Vecinos y no vecinos no lo reconocen y amenazan con destruirlo
En el Día de la Independencia de Israel, sus enemigos conmemoran la fecha como Nakba, el día de la desgracia. Pero además las Naciones Unidas, la misma organización que decretó la partición del Mandato Británico para la creación de un Estado judío, ha promovido y avalado esta poco edificante celebración. Cuando caen cohetes sobre Israel, disparados sin puntería pero con intenciones más que asesinas, Israel puede ser condenado por uso excesivo de la fuerza al reaccionar en defensa propia y con el objetivo de impedir más lanzamientos. A ningún país que fuera bombardeado por cohetes se le pediría otra cosa que no fuera defenderse y terminar con el enemigo.
Todo lo dicho no cambiará una vez termine el breve receso de estos días que median entre la Pascua y Pentecostés. La rutina vuelve como si nada.
Esta semana se festeja Shavuot, Pentecostés, la fecha en la cual fue entregada la ley al pueblo de Israel. Es la última fecha de este período de eventos que comenzó cincuenta días antes. Al culminar, todo parece como una vuelta al futuro.
Con todo, Israel y el pueblo judío son optimistas respecto al futuro. La vuelta al futuro y sus retos no lo atemorizan.
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Como siempre una análisis interesante. Felcitaciones a Elías Farache!