El 1º de noviembre de 2022, Israel va a las quintas elecciones en tres años. Algo inédito en la convulsionada política israelí. Un ambiente de incertidumbre ha estado presente en el país, algo que pesa en la economía, en la seguridad y en el sentir general de la población.
Israel sigue el esquema inglés de elecciones parlamentarias. El partido que logre sumar la mayoría de los escaños forma el ejecutivo y gobierna. Hace coalición. En el pasado, uno o dos partidos suficientemente grandes eran capaces de formar coalición, pues su mayoría de escaños le daba la fuerza negociadora y la legitimidad necesaria por el número de votos obtenidos. Dos partidos grandes podían negociar un acuerdo de unidad nacional, y dejar afuera a todos los pequeños y sus exigencias. Fue lo que pasó en la rotación de Shimon Peres con Itzjak Shamir en la década de los ochenta. Fue difícil poner de acuerdo a dos partidos con diferencias ideológicas sustanciales, pero se logró y, entre otras cosas, se logró abatir una inflación que destrozaba la economía del país y sus habitantes.
En el espectro político israelí persisten las ideologías y los enfrentamientos entre las mismas. En cuestiones de concepción económica y en cuestiones de seguridad. En el tema de las negociaciones de paz, la postura de hacer concesiones territoriales por paz, o la solución de dos Estados para dos pueblos, se topa con la postura contraria. A decir verdad, la discusión interna y el enfrentamiento ha resultado algo estéril. La contraparte palestina no ha aceptado ninguna de las aproximaciones de negociación. En la Margen Occidental, la ANP no se muestra proclive a negociaciones. En la Franja de Gaza, Hamás persiste en sus tres “no”: no reconocimiento, no negociaciones, no paz.
Escaños obtenidos por los partidos participantes de las elecciones israelíes de 2021
(Fuente: La Vanguardia)
Mientras esta dinámica (o estancamiento) se ha venido dando, los partidos otrora grandes en Israel han perdido fuerza y número de votos. Son inimaginables los tiempos en los cuales el Laborismo y el Likud lograban cada uno más de cuarenta escaños, que los convertían negociadores naturales. Los partidos nuevos, los partidos pequeños, han venido surgiendo y teniendo importancia, muchas veces con muy corta vida. Yamina, de Naftali Bennett, logró seis escaños y la primera magistratura encabezando un bloque.
Y es que, paulatinamente, los bloques han ido remplazando a los partidos grandes. Para las elecciones del 1º de noviembre se perfilan dos claros bloques: el encabezado por Benjamín Netanyahu, denominado de derecha, y el encabezado en principio por Yair Lapid, calificado como de izquierda, aunque no todos los componentes de ese bloque puedan calificarse así.
En los bloques existe cierto consenso tácito respecto a ciertos temas, y un acuerdo silente de no tocar temas que dividan. El bloque de Bennett, que formó coalición por un año, logró sortear las diferencias internas, pero en determinado momento fue imposible. El bloque se partió. La diversidad de posiciones, también las de egos particulares, no aguantaron la disciplina impuesta.
Entre el bloque de derecha y el de izquierda existen diferencias importantes, ideológicas. Pero no son las vinculantes. La campaña sigue basándose en el apoyo o el rechazo a la figura de Benjamín Netanyahu, las consideraciones respecto a la conveniencia de tener un primer ministro muy capaz, pero con un proceso judicial en ciernes y demasiado tiempo en el poder. No es la ideología, ni la concepción del Estado, ni el estancado proceso de paz lo que parece signar una quinta y ya aburrida campaña electoral.
El sistema parlamentario no parece ajustarse a la realidad actual de la política israelí. No produce resultados eficientes. Los bloques logran polarizar, pero dentro de ellos, en uno más que en el otro, las diferencias internas no proveen la consistencia necesaria para lograr estabilidad y gobernanza. Incluso dentro de los partidos individuales de los bloques existen diferencias irreconciliables. Coaliciones de corta duración y nuevas elecciones parecen algo demasiado probable.
La democracia israelí ha evolucionado de partidos a bloques de partidos. En buena medida, de partidos a bloques partidos.