Sugerir que la defensa de Israel es similar al asesinato nazi de seis millones de judíos es aborrecible y peligroso. Solo sirve para envalentonar a los terroristas a creer que tendrán apoyo cuando asesinen judíos
Marina Rosenberg*
El 27 de enero de 1945, tropas del Primer Frente Ucraniano abrieron las puertas de Auschwitz-Birkenau y fueron recibidos como libertadores por unos 7000 prisioneros demacrados que yacían entre los muertos vivientes en el campo de concentración al final de la guerra.
La liberación de Auschwitz, esa cámara de los horrores donde más de un millón de judíos de toda Europa fueron condenados a muerte, fue el primer paso tangible hacia un análisis más completo de lo que los nazis habían logrado en más de cinco años de guerra y de sus intenciones: la eliminación completa y sistemática de los judíos.
A 79 años de la liberación de Auschwitz, se hace cada vez más inminente el peligro del uso de comparaciones inadecuadas que contribuyen a disminuir el verdadero impacto y significado del Holocausto. La comprensión de su singularidad se está deteriorando aún más por la trivialización.
Esta glorificación y banalización del Holocausto ha alcanzado un punto máximo durante la actual guerra entre Israel y Hamás, y se ha hecho evidente en América Latina, donde el legado que siguió al Holocausto es una mezcla de manifestaciones positivas y negativas, por el refugio que la región brindó tanto a sobrevivientes de la hecatombe como a los propios nazis.
(Foto: Reuters)
Nadie ha captado más los titulares por este insulto a la Historia que el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva quien, el 18 de febrero, durante la cumbre de la Unión Africana en Etiopía, declaró: “Lo que está ocurriendo en la Franja de Gaza y al pueblo palestino no se ha visto en ningún otro momento de la historia. En realidad, sí, cuando Hitler decidió matar a los judíos”.
Lula no ha sido el único. El presidente colombiano, Gustavo Petro, expresó, erróneamente, que las acciones de Israel hacia los palestinos equivalen a lo que los nazis hicieron a los judíos en Auschwitz. E incluso se atrevió a comparar al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, con el desalmado Hitler, desatando críticas del mundo occidental civilizado y aplausos del grupo terrorista Hamás.
El Holocausto representó el intento de aniquilar sistemáticamente a todos los judíos europeos. A pesar del desafortunado estallido de violencia y las víctimas que ha generado, la actual guerra en Gaza es una guerra de defensa que desencadenó el brutal ataque de Hamás el 7 de octubre.
Nada de las atrocidades de Hamás contra niños, ancianos, mujeres y hombres israelíes –e incluso sobrevivientes del Holocausto– debería sorprender. Lo único que hace falta es leer sus estatutos fundacionales, en los que el grupo terrorista no solo llama repetidamente a la destrucción de Israel, sino que también demoniza a los judíos.
Tras décadas de atentados suicidas, ataques armados y con cohetes contra objetivos civiles israelíes y judíos, la masacre del 7 de octubre no es una profundización de la filosofía radical de la organización terrorista, sino el cumplimiento de su misión e ideología fundamentalistas.
La guerra de Israel contra Hamás es una lucha contra el terrorismo, el fundamentalismo y un plan estructurado cuya meta es acabar con el único Estado judío del mundo. Si bien hay muchas opiniones legítimas sobre el conflicto palestino-israelí, sugerir que la defensa de Israel es similar al asesinato nazi de seis millones de judíos es aborrecible y peligroso, y solo sirve para envalentonar a los terroristas a creer que tendrán apoyo cuando asesinen judíos.
Cuando estas comparaciones son esbozadas por líderes nacionales son aún más peligrosas, porque avalan tácitamente el antisemitismo y dan carta blanca para que este se exprese libremente. Todo ello vulnera a las comunidades judías radicadas en los países de estos líderes, por el aumento de actos antisemitas
Además, cuando estas comparaciones son esbozadas por líderes nacionales son aún más peligrosas, porque avalan tácitamente el antisemitismo y dan carta blanca para que este se exprese libremente. Todo ello vulnera a las comunidades judías radicadas en los países de estos líderes, por el aumento de actos antisemitas.
Brasil es un claro ejemplo. El último informe publicado por la Confederación Israelita de Brasil (CONIB) muestra que los incidentes antisemitas desde el 7 de octubre han aumentado en ese país en casi mil por ciento, en comparación al mismo periodo del año anterior. Y la gravedad de los incidentes también se ha acentuado, como lo demostró el caso de una brasileña judía en Bahía, agredida verbalmente mientras su tienda fue vandalizada por una mujer que le profirió insultos sobre ser “sionista” y “asesina de niños”.
Los líderes tienen una responsabilidad moral con sus naciones y las minorías vulnerables que habitan en ellas. Sus palabras y acciones pueden hacer la diferencia, para bien y para mal. Pasos como la adopción de la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IRHA) –de la que Argentina ya es miembro pleno, y Uruguay recientemente anunció su intención de serlo–, son fundamentales como herramienta de protección.
Es crucial que consideren cuidadosamente el impacto que sus acciones y palabras tienen en la sociedad y, en lugar de banalizar el Holocausto e incitar al odio, se esfuercen por promover valores que fomenten la unidad, el progreso y el bienestar de todos sus ciudadanos.
*La embajadora Marina Rosenberg es la Vicepresidenta Sénior de Asuntos Internacionales de la Liga Antidifamación (ADL)
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Excelente análisis de la banalización del mal de la embajadora Rosemberg.