Mi querida kehilá:
De verdad no saben las veces que se asoman ideas por mi mente de todas las vivencias que a diario experimentamos los que aún no hemos decidido abandonar este barco llamado Venezuela, cada uno por circunstancias de índole personal y familiar.
Podremos quejarnos de muchas cosas, menos de aburrimiento. Las noticias, los rumores, los chat de bachaqueros ofreciendo artículos de primera necesidad absorben nuestros días, dejándonos en la mayoría de los casos un agotamiento mental que nos liquida con el trascurrir de los días.
No quiero sonar apesadumbrada, negativa y pesada, pues siento que mi historia es la misma o parecida a la de todos mis queridos lectores y a la de la población venezolana que vive uno de sus peores capítulos como nación, perdiendo lo más preciado del ser humano como lo es su dignidad.
Quizá soy el portavoz circunstancial que se encarga de plasmar en estas páginas de Nuevo Mundo Israelita la realidad que ya no se puede ni se debe ocultar, y además, mirando hacia un futuro esperanzador, dejar testimonio de lo que es hasta hoy en día el reflejo de la miseria y la destrucción de nuestro hermoso país, afectando sin lugar a dudas a nuestra kehilá, motivo permanente de lucha y de orgullo a la vez para todos nosotros.
Pero este no es el motivo que me mueve a desarrollar este escrito.
Al igual que debemos dejar testimonios de lo que sin duda es una difícil época en nuestra vida comunitaria, también debemos dejar a las próximas generaciones, e inclusive a los que hoy aún crecen y se desarrollan dentro del seno educativo, manifiestos y narrativas de cómo el ser humano se crece frente a la adversidad, sacando de sus entrañas (para hacer el bien y no maldecir) la fuerza, el aplomo y la entrega necesarias para afrontar y salir airoso y triunfante de cada obstáculo y prueba que se presenten.
Como ya lo he repetido en reiteradas ocasiones, nuestra comunidad se ha caracterizado y se caracteriza (hoy más que nunca) por su sentido de solidaridad, de apoyo y de ayuda irrestricta con el prójimo, como lo establece nuestra sagrada Torá. Sin embargo, hoy en día, y añadido al sentido de compromiso, también encontramos una nueva forma de ayuda sublime y espiritual que en definitiva marca la diferencia con la comunidad de hace 20 años atrás.
Me refiero a la utilización de la herramienta de los teléfonos inteligentes al servicio de facilitar la organización de cientos de cadenas de tehilim (salmos) para pedir por la refuáh de enfermos de Am Israel en todas partes del mundo. Sin duda alguna, esta iniciativa de nuestras mujeres tzadikot, quienes dedican horas y horas a la lectura de tehilim, marcan un antes y un después muy positivo para nuestra kehilá. La fe, que es lo último que debemos perder como seres humanos, se desborda y se acrecienta cada vez más entre nuestro núcleo comunitario; y así vemos cómo mañanas enteras son dedicadas a la lectura de tehilim, acompañados de interesantes shiurim con talento netamente venezolano, pues las ponentes son mujeres que provienen en su mayoría de nuestro Sistema Educativo Comunitario.
Otra talentosa y brillante iniciativa la constituye el nuevo chat de “Tehilim por Venezuela”, dentro del cual, a cada momento e instante del día, un gran número de nuestras damas, por iniciativa propia, recitan capítulos de tehilim sucesivamente, terminando a diario de dos a tres libros, implorando a Hakadosh Baruj Hu por el bienestar, la paz y la armonía en nuestro bello país.
Estas novedosas aplicaciones de los teléfonos inteligentes también se unen al esfuerzo que realiza la red de asistencia social Yájad, que a través de voluntarios y emisarios, colocan vía WhatsApp listas de medicamentos requeridos por miembros de nuestra kehilá, logrando verdaderos milagros, pues en cuestión de minutos todos los contactos empiezan a movilizarse en la búsqueda inmediata de cualquier medicamento y, por supuesto, siempre bajo la supervisión de Bikur Jolim, conformado por damas abnegadas y volcadas en la labor de ubicación y suministros de medicinas para todo aquel correligionario que así lo necesite.
Es de suma importancia recalcar toda esta labor de hormiguita que se desarrolla a diario en el seno de nuestra comunidad, la cual hace sin duda alguna más llevadera la difícil cotidianidad en nuestro país y da visos de normalidad a una rutina plena de obstáculos que vencer.
En lo personal, todo este despliegue desinteresado, siempre buscando ayudar al prójimo, me conmueve y me hace pensar que en definitiva algún ruido debemos estar haciendo todos juntos en el Shamaim para que Dios bendito se apiade de nuestra kehilá y de nuestro país, devolviéndonos pronto la tranquilidad, la paz, la berajá y la prosperidad que tanto anhelamos los que aún luchamos por no dejar morir nuestra comunidad.
Sueño y anhelo en lo personal con que algún día no muy lejano regresen nuestros hijos y nietos, y entre todos juntos reconstruyamos Venezuela para convertirla nuevamente en ese pujante y cálido país del pasado, donde todos teníamos cabida y realmente luchábamos por hacerla más moderna y próspera para las generaciones futuras.
Pero por ahora no nos queda otra opción sino sacar fuerzas de donde no las hay y seguir de frente dando la batalla pasiva pero firme para poder un día no muy lejano rescatar esa Venezuela en la que fuimos felices, y definitivamente aprender de los errores pasados y tratar de enmendarlos con la mejor de las voluntades.
Así como en estos días festejamos Tu Bishvat (el año nuevo de los árboles) en nuestro calendario judío, de él precisamente debemos aprender a echar profundas raíces en un suelo firme, sólido y frondoso; desarrollar un tronco fuerte, erguido y estable que soporte las tormentas y avatares de la vida, sin resquebrajarse ni doblegarse; y que sus ramas sean como nuestros hijos sujetos a nosotros, pero con vida propia y con hojas múltiples que se asemejen a la mayor cantidad de mitzvot, buenas acciones con el prójimo y profundización en el estudio de la Torá y su cumplimiento, que son sin duda las herramientas por excelencia para combatir los vientos huracanados que amenazan con destruirnos y separarnos, primero de nuestras familias, que son nuestra razón de ser, y luego de la kehilá, que nos vio crecer y formarnos como hombres y mujeres de bien, dándonos oportunidades únicas de desarrollar nuestro potencial humano.
Dios mío, desde lo más profundo de mi corazón te pido humildemente, junto con todos mis correligionarios, que te apiades de nosotros y que veas los logros espirituales que hasta hoy se han alcanzado y se seguirán conformando, BSD. Que nuestra kehilá permanezca fuerte, firme en su compromiso y sobre todo unida como nunca, para no dejarse caer ni vencer por borrascas que se aparezcan en nuestro camino.
Todos somos Am Ejad Lev Ejad, y con esta premisa saldremos airosos y listos para cumplir con más mitzvot. Torá y maasim tovim (buenas obras) nos llevarán a ocupar ese sitial de honor entre las mejores kehilot del mundo.
Hiné Ma-tov umá-naim shebét ajhim gam-yájad (“He aquí cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos estén juntos”).