Hablar de David es hablar de calidad humana. David, hijo de padres ejemplares, de personas de bien, de personas de fe completa en Dios. De esa fe inquebrantable que se trasmite de generación en generación. Personas que todo el tiempo tenían su boca y su hogar abiertos para dar bendiciones y bienvenida a todos, fuera en el momento que fuera.
Todo eso es algo que se trasmite. David heredó de su hogar todas esas cualidades, además del amor por nuestra sagrada religión. Se pulió en el estudio y en la práctica de la Torá, elevando el nombre de Hashem por dondequiera que se encontrara. Todo esto lo hizo en compañía de una esposa y unos hijos maravillosos, siendo una hermosa familia ejemplar de nuestra kehilá.
David, hombre justo, dispuesto siempre a colaborar de manera desinteresada con la Asociación Israelita de Venezuela, decía sí a todo y no a nada de lo que se le pudiera solicitar o en lo que pudiera activar, llegando además a ser de esas personas que se convierten en ícono de ella. Los shiurim de Torá que impartió durante toda su vida, además de la pasión con que lo hacía, son profundas enseñanzas que nos quedan a todos para recordarlo así como era: una mezcla de nobleza, bondad, inteligencia y fuerza. Persona de jésed, ocupado en realizar buenas acciones durante toda su vida.
Poseedor de todas las cualidades que le hacían ser un padre y esposo increíble, y así lo fue.
Los mensajes de voz que nos enviaba durante este año nos daban más fuerza a nosotros que la que podíamos mandarle nosotros a él. Su entereza, su constancia, su entrega, fueron cualidades dignas de imitar. Fue y es de esos tzadikim grandes de nuestra generación.
David, te extrañamos. De parte de la Asociación Israelita de Venezuela te agradecemos a ti y a tu familia por todo el trabajo, empeño y dedicación. Sabemos que desde tu gran sitial en Gan Eden, entre los justos de Israel, pides por el consuelo y bienestar de tu familia y de tu querida comunidad.