Aba Shaul le preguntó un día le preguntó a sus discípulos: “¿Cuál es el don más valioso para evitar que un hombre extravíe su camino?”. Rabí Eliezer respondió: “Un buen ojo”. Rabí Yehoshúa dijo: “Un buen amigo”. Rabí Yosé opiní: “Un buen vecino”. Rabí Simón: “Prever las consecuencias de las propias acciones”. Rabí Eleazar: “Un buen corazón”. Entonces, Aba Sahul comentó: “La respuesta de Eleazar Ben Araj es la mejor, pues incluye a todas las demás”.
Este texto del Pirkéi Avot lo leemos con frecuencia, y casi obligatoriamente el segundo Shabat que media entre Pésaj y Shavuot en las sinagogas que siguen el rito marroquí. Desde que conocí a David Suiza hace muchos años, lo identificaba con este muy particular perek.
David Suiza era todo eso. Persona de buen ojo, que todo lo miraba bajo el prisma de la indulgencia y la consideración positiva del prójimo. Alegre con las alegrías del otro como con las suyas propias, porque eran suyas.
Un buen amigo a carta cabal. Capaz de dar lo que no tenía, y tenía de todo para satisfacer al amigo, y todos éramos sus amigos.
¿Buen vecino? El mejor. Esta particularidad tuvimos el enorme privilegio de disfrutarla mi familia y yo. Su casa era nuestra casa, su familia la nuestra, nuestros invitados sus invitados. Nuestras mesas, una sola.
¿Prever las consecuencias de las propias acciones? David era culto e inteligente, versado en temas profundos, algo mucho más allá que la interpretación simple de textos complicados. Su visión era algo más allá, y su don de explicar y enseñar con la sencillez propia del sabio, algo maravilloso. No sé si pudo prever las consecuencias de sus propias acciones, pero todas ellas fueron buenas, y estoy seguro de que no lo hacía por la recompensa que seguro tiene en Gan Eden. No. David era muy desinteresado. Demasiado.
¿Buen corazón? El mejor. En David no había maldad, ni picardía, ni mala intención. Presto siempre a colaborar con la mejor sonrisa. De favor en favor, de una buena acción a otra mejor.
La desaparición física de David es un duro golpe para todos. Para su esposa Mazal, para sus hijos y nietos. Buen esposo y padre. Un hombre de bien, de mucho bien. Excelente hijo también. Único en todos los sentidos del hijo único.
Recordar a David es recordar el bien y lo bueno. Su sonrisa amplia y su abrazo amigo, su pregunta por la familia y sus deseos con bendiciones. Su mirada comprensiva y la palmada de rigor.
Cuando uno habla del rito sefardita marroquí, es obligatorio mencionar que uno de los pocos expertos en el mismo fue David. Porque entre otras cosas era un excelente cantor ritual y baal koré de parashiot y haftarot.
Aún no extraño a David, porque me parece que está aquí. A punto de regresar de Miami. Pero al escribir estas líneas obligatorias, el dolor nos invade y el consuelo se hace difícil. Los ojos se humedecen y los dedos se paralizan.
David Suiza: simplemente un buen hombre. ¿Se puede decir algo mejor de alguien?