Mi amistad con David Suiza fue de muchos años, nos conocimos en momentos de crecimiento y expansión de la comunidad judía venezolana. Cuando ocupé la presidencia de la Asociación Israelita de Venezuela por primera vez (1982-1984), le pedí a David que me acompañara en la Junta Directiva, lo cual aceptó, ocupando el cargo de sub-secretario general de la institución.
En esos tiempos ya eran evidentes sus muchas cualidades: hombre religioso, formado desde niño en Casablanca, poseía gran facilidad para trasmitir sus conocimientos, cualidad que fue mejorando con el paso del tiempo. Por otra parte, David era un profesional de la ingeniería, un hombre capaz de resolver múltiples problemas en su área de trabajo. En esta condición estuvo a la orden de la AIV para cualquier consulta o para realizar trabajos, ya fuera en los panteones, en su sede o en la sinagoga. Siempre atento, cordial, sin cobrar por ello.
Vemos en David cómo es posible combinar a un profesional moderno con un cumplidor de los principios de la religión judía. Desde mi punto de vista, el ideal perfecto. Como hombre de fe y conocedor del servicio sinagogal, acompañó a su padre durante años a la ciudad de Valencia, para conducir los solemnes servicios de Yom Kipur, integrándose luego a sus tareas de trabajo de su profesión.
En años más recientes, y al ser evidente la dificultad de mantener un minián permanente en la Gran Sinagoga Tiféret Israel, se dio a la tarea junto a otros de luchar porque los rezos no decayeran y, actuando prácticamente como un rabino, conducía los servicios religiosos, dictaba magníficos shiurim, y organizaba otras actividades que merecían el reconocimiento y la admiración de todos. Hasta que aparecieron los primeros síntomas de su enfermedad y tuvo que trasladarse a los Estados Unidos para no volver.
Compartí con David muchas actividades en la junta directiva de la AIV, en Fesela, en el Centro de Estudios Sefardíes de Caracas y en la Gran Sinagoga Tiféret Israel. En 1982 viajamos juntos a Israel para inaugurar el Bosque del Cincuentenario de la AIV, y allí tuvimos oportunidad de compartir visitas a muchos lugares de Israel.
Siempre lo sentí como un amigo, dispuesto a ayudar en las muchas actividades desarrolladas por la comunidad judía: en forma inteligente y entusiasta, un verdadero colaborador.
David fue un hombre sencillo, inteligente y querido, parte de una familia con mucho arraigo en la AIV. Su vida fue sin duda un ejemplo a seguir.
Hoy ya no contamos con su presencia, y nos hace falta. Para su esposa e hijos, la pérdida es aún mayor. Espero que lo recuerden para muchos años y sigan su ejemplo.En todos los que lo conocimos deja un profundo vacío por su ausencia.