Elías Farache S.
El miércoles 11 de mayo de 2022 tuvo lugar un lamentable acontecimiento. La corresponsal de prensa de la cadena al-Jazeera, Shireen Abu Aqleh, fue alcanzada por una bala que le quitó la vida. El hecho ocurrió en Yenín, cuando tropas de las Fuerzas de Defensa de Israel realizaban una redada en busca de presuntos responsables y planificadores de atentados.
En el último mes, se contabilizan más de 18 víctimas a manos de quienes han ido a centros poblados de Israel a matar a los que puedan. La inteligencia israelí ha logrado identificar a los culpables y a quienes los apoyan, además de los potenciales nuevos victimarios que viven o se esconden en poblaciones como Yenín. Las redadas se han convertido en una forma, quizá la única por el momento, de castigar a culpables y cómplices. Y lo que es más, en el mecanismo viable de evitar nuevos atentados que son inminentes.
La operación militar en Yenín, como las otras ocurridas, son sumamente violentas y peligrosas. Las fuerzas israelíes se encuentran con elementos y grupos fuertemente armados que ofrecen una férrea y mortal resistencia. La cantidad de disparos que se dan en estas operaciones es digna de récord. En un cruce de fuego, la periodista Shireen Abu Aqleh perdió la vida.
Las reacciones no se hicieron esperar. Mayoritariamente se ha condenado a Israel por el hecho. Acusaciones de asesinato, como si existiera la prueba cierta y fehaciente de un crimen premeditado de las fuerzas israelíes. Como si un solo y único bando hubiese hecho disparos.
Cada incursión de las FDI en Yenín, que se ha convertido en el principal nido de los terroristas palestinos, constituye una batalla campal
(Foto: Canal 12 de Israel)
Hasta el momento, y desde el principio, Israel ha manifestado que no puede descartar que haya habido un accidente y la bala haya sido israelí. Aunque las autoridades lo consideran improbable, no pueden descartar de plano esta hipótesis. Y la manera de resolverlo es con una seria investigación de balística, o como quiera que se llame el procedimiento para determinar de dónde salió el disparo.
El gobierno palestino ha negado la posibilidad de una participación israelí en las investigaciones de rigor. La muerte de una periodista famosa y con experiencia de una cadena de noticias importante, que puede atribuirse a Israel, es un buen material para acusar, condenar y desprestigiar a Israel. También sirve para alejar la atención de los incidentes repetidos y mortales que han suscitado estas redadas de fuerzas de seguridad israelíes en poblaciones de palestinos. Israel es culpable, la opinión pública se rige por la foto de última hora y la explotación de la noticia sesgada. Poco o nada valdrá que en un futuro se determine la verdadera procedencia de la bala que acabó con la mencionada periodista.
Lo que la noticia y las condenas no señalan, ni nunca señalarán, es la causa verdadera de estos daños colaterales. Una forma antipática de describir la muerte de un ser humano, pero que se ajusta a la terrible realidad. Los grupos y personas que se lanzan a matar israelíes con lo que puedan, sean cuchillos, hachas, pistolas o fusiles, deben ser impedidos de perpetrar estas barbaridades. Asesinos que matan y saben que han de morir, y además toman esto como un acto de sublime heroísmo que es celebrado por algunos, demasiados, de sus conocidos, amigos, familiares y líderes nacionales.
Israel es culpable, la opinión pública se rige por la foto de última hora y la explotación de la noticia sesgada. Poco o nada valdrá que en un futuro se determine la verdadera procedencia de la bala que acabó con la periodista
No se trata de un juego, no son incidentes aislados. Los atentados contra israelíes en las calles se han serializado, se han hecho frecuentes y cotidianos. También las celebraciones de quienes los aúpan. Las redadas encuentran verdaderos y mortíferos campos de batalla, donde la vida de todos quienes se encuentran en la zona está en peligro cierto. También la vida de los corresponsales de prensa que cumplen con su misión informativa a costa de un altísimo riesgo.
Una vez más, Israel pierde la batalla mediática. No tiene muchas opciones. Evitar nuevos atentados a toda costa requiere de acciones atrevidas, que tienen una alta probabilidad de causar daños colaterales, víctimas inocentes que se encuentran en un lugar peligroso.
Quienes condenan a Israel de buena fe, deberían empezar por condenar las actitudes y acciones de una dirigencia que considera los atentados como un mecanismo de lucha, que no siente compasión ni por los suyos y menos por los otros. Allí radica la causa de buena parte de estas situaciones lamentables.
Siempre se temen los daños colaterales. Y para Israel el daño a su imagen es mucho más que un daño colateral.