Para los ayatolas, todo lo que siguió al acto terrorista del 7 de octubre es solo otra moneda de cambio, siempre y cuando la sangre derramada no sea persa
Mohamed Saad Khiralla*
Es como si Irán poseyera una droga sin nombre que utiliza en el Medio Oriente, que lo ayuda a robar mentes, distorsionar los hechos y torcer la conciencia colectiva en muchos países árabes.
Con esto me refiero a la total indiferencia y ceguera ante los crímenes y la destrucción iraníes en varios países de la región, como si esos lugares fueran exuberantes oasis en lugar de ruinas embrujadas por búhos, donde los grupos terroristas islámicos del «Eje de la Resistencia» —una coalición de milicias armadas que incluye a la Yijad Islámica y Hamás en Gaza, Hezbolá en el Líbano, los hutíes en Yemen y varios grupos armados en Irak y Siria— controlan las decisiones, los recursos y el futuro.
Estos grupos sirven como una defensa de primera línea para Irán. No dejan intacta ningún país hasta que se convierte en un cadáver sin vida. Curiosamente, esto sucede mientras el líder supremo iraní y sus hombres hacen declaraciones que reviven a los muertos y ponen las cosas patas arriba, incluso si hubiera un mínimo de lógica, responsabilidad y coherencia. La situación exige recurrir a los sociólogos para analizar este fenómeno sumamente extraño, que merece un estudio serio.
Para Irán, los Estados árabes sunitas en su conjunto no son más que combustible para sus tramas venenosas en la región. El único propósito de estas confabulaciones es servir a los intereses del régimen de los mulás, que considera a los musulmanes sunitas como los enemigos más feroces de la República chiíta. Su única utilidad es su fácil explotación, para lograr sus sueños y ambiciones de revivir el extinto Imperio Persa, pero esta vez con un sabor islámico basado en un proyecto sectario y divisivo.
Para ser más específico, hablaré con hechos y me limitaré a mencionar tres ejemplos que confirman lo que estoy diciendo.
Miembros de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica asisten a un ejercicio militar en la provincia de Azerbaiyán Oriental de Irán en 2022
(Foto: Reuters)
El 3 de junio de 2024, durante un discurso conmemorativo del 35 aniversario de la muerte de Jomeini, Jamenei declaró que la región necesitaba el ataque del 7 de octubre, añadiendo que llegó en el momento adecuado, según sus palabras. También dijo que «los palestinos se enfrentaron al enemigo israelí y lo acorralaron, por lo que no pudieron escapar», y que «la continua guerra destructiva en Gaza convirtió la causa palestina en la máxima prioridad del mundo». Así terminó el discurso del Líder Supremo.
¿Y por qué no? Después de todo, para Irán todo lo que siguió al acto terrorista del 7 de octubre es solo otra moneda de cambio, siempre y cuando la sangre que se derrame no sea persa. En una declaración oficial, la Autoridad Nacional Palestina respondió que «nuestro pueblo es el primero en ser afectado por la guerra israelí, y paga el precio de su continuación». En lugar de unirse los árabes en torno a esta respuesta, Mahmud Abbas fue atacado en los términos más duros, mientras que las palabras de Jamenei fueron celebradas.
En junio, concretamente el 13 de junio de 2024, el viceministro iraní de Asuntos Exteriores, Ali Bagheri Kani, durante una conferencia de prensa conjunta con el asesor de Seguridad Nacional iraquí, dijo: «Los desacuerdos de Estados Unidos con Irán se refieren a la parte que nos asignaron. No lo aceptamos y nos esforzamos por obtener nuestra parte en la región». A pesar del peligro y el carácter catastrófico de estas declaraciones, que revelan claramente los objetivos maliciosos de Irán, la realidad árabe en el llamado «eje de la resistencia» las ignoró por completo, como si el funcionario iraní ni siquiera hubiera hablado.
El 26 de agosto de 2024, el líder supremo Alí Jamenei resumió el conflicto entre sunitas y chiítas, y reveló la verdadera visión de Irán sobre los musulmanes sunitas en todo el mundo cuando tuiteó una declaración muy significativa: «Estoy en paz con aquellos que están en paz con ustedes, y estoy en guerra con aquellos que están en guerra con ustedes hasta el Día del Juicio. La batalla entre el frente husseiní y el frente yazidí continúa y nunca terminará». Esta declaración fue tratada de la misma manera que la de Ali Bagheri, y la reacción principal en las «fortalezas del odio y la hostilidad hacia Israel» fue un silencio similar al silencio de las tumbas.
Quedé profundamente asombrado por aquellos que constantemente nos han llenado la cabeza día y noche con conversaciones sobre una respuesta iraní después del asesinato de Ismail Haniye. Me invitaron a varios programas en un canal israelí, así como en una radio en idioma árabe, donde mi mensaje fue claro: «No habrá respuesta mientras la sangre sea sunita y no chiita por Irán». Y, en efecto, lo que predije se hizo realidad.
Para Irán, los Estados árabes sunitas en su conjunto no son más que combustible para sus tramas venenosas en la región. El único propósito de estas confabulaciones es servir a los intereses del régimen de los mulás, que considera a los musulmanes sunitas como los enemigos más feroces de la República chiíta
Una simple y neutral descripción del enemigo principal de los árabes —si comparamos a Irán e Israel— revela que Irán es el único y exclusivo enemigo de los árabes sunitas. Una rápida mirada a los países cuya destrucción es su característica más destacada (Siria, Iraq, Yemén, Líbano), así como Gaza antes de los acontecimientos actuales, y a Jordania, que es muy probable que se una en cualquier momento, muestra que los países que han firmado acuerdos de paz con Israel no han visto más que cosas buenas del Estado judío. Insto a los investigadores a que revisen los resultados positivos de la cooperación de Israel con Egipto, Jordania, Bahréin, los Emiratos Árabes Unidos y Marruecos en diversos campos.
La realidad que vemos en los países antes mencionados confirma que la retórica de odio hacia Israel, cargada de adrenalina, dirigida a las masas y trasmitida las 24 horas del día en todos los medios de comunicación desde el 7 de octubre, ha hecho que las glándulas de la gente se hinchen y cieguen sus mentes y ojos a lo que está tan claro como el sol. Por lo tanto, el disfrute colectivo árabe de su explotación criminal por parte de Irán requiere que se llame urgentemente a sociólogos como Ibn Khaldun, Auguste Comte o Shmuel Eisenstadt a que salgan de sus tumbas, con la esperanza de que puedan proporcionarnos una respuesta satisfactoria.
*Analista político especializado en asuntos del Medio Oriente y movimientos islamistas, columnista de opinión y miembro de PEN Suecia.
Fuente: The Jerusalem Post.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.