Fred Maroun*
Para mantener la paz, Israel se ve obligado a limitar incluso la libertad fundamental de religión de sus ciudadanos judíos
El conflicto árabe-israelí está lleno de contradicciones y hechos asombrosos, pero para un observador externo como yo, nada es tan contradictorio y extraño como la situación en el Monte del Templo, el sitio más sagrado para los judíos (conocido por los musulmanes como Haram al-Sharif y su tercer sitio más sagrado).
En el Monte del Templo, está prohibido que los judíos recen (presten atención a esto). Sí, que recen. No importa cuán silenciosamente, y no importa cuán discretamente, a los judíos no se les permite orar. De hecho, está prohibido que cualquier grupo religioso que no sea musulmán ore en el Monte del Templo.
No importa que el Monte del Templo sea el sitio donde estuvo el Primer Templo de los judíos destruido por Nabucodonosor II de Babilonia en el año 586 a.e.c. No importa que el Monte del Templo sea el sitio donde el Segundo Templo de los judíos fue destruido por los romanos en el año 70 e.c. No importa que prohibir la oración sea una violación flagrante de la libertad de religión y la libertad de pensamiento. No importa que sea una regla claramente antijudía, aplicada en el centro mismo del Estado judío.
Un pequeño grupo de alborotadores palestinos mantiene en vilo a Jerusalén y a todo el Medio Oriente, al tiempo que profanan la mezquita que afirman “defender”
(Foto: Al-Monitor)
Y esto se vuelve más extraño todavía: esa norma altamente discriminatoria fue acordada por Israel, el Estado judío, y es aplicada por la policía israelí. Esa normativa se acordó entre Israel y Jordania después de la guerra de junio de 1967, durante la cual Israel conquistó Jerusalén Oriental, incluido el Monte del Templo.
Esta extraña situación ha evolucionado ligeramente en el último año. En julio de 2021, el Times of Israel informó que Israel estaba “dejando que los judíos oraran en silencio en el Monte del Templo, en ruptura con el statu quo”, pero ese cambio sigue sin aplicarse. Casi al mismo tiempo, el primer ministro israelí Naftali Bennett se pronunció a favor de la libertad de cultos para los judíos en el Monte del Templo, pero más tarde su oficina dio marcha atrás, al afirmar que “el statu quo se mantiene”. En octubre de 2021, un juez dictaminó que la oración judía estaba permitida en el Monte del Templo si era “no perceptible”, pero después de una apelación del gobierno israelí, un juez de apelación revocó rápidamente ese fallo, y el ministro de Seguridad Pública de Israel, Omer Barlev, insistió en que el statu quo se mantenía.
El 18 de abril de 2022, el primer ministro jordano, Bisher Khasawneh, emitió una declaración saludando a los alborotadores que están “arrojando sus piedras a los simpatizantes sionistas que profanan la mezquita de al-Aqsa”. ¿De qué manera profanan los “simpatizantes sionistas”, usted se preguntará? Bueno, según el Times of Israel, “los alborotadores palestinos arrojan piedras a los autobuses israelíes en camino hacia el Muro Occidental, así como en el complejo del Monte del Templo, en un intento de evitar que los no musulmanes recorran el sitio”. En otras palabras, la mera presencia judía en el lugar judío más sagrado constituye una “profanación” a los ojos incluso de los socios de paz árabes de Israel, y la oposición violenta a esa presencia se ve como una virtud.
El ejercicio del derecho humano fundamental de rezar por parte de un pequeño número de judíos enfurece a los árabes, incluidos los árabes israelíes pro-Israel, e incluso los Estados árabes que han firmado acuerdos de paz con Israel
Al mismo tiempo, el partido Raam, el único partido árabe que ha sido parte de una coalición de gobierno israelí, congeló su apoyo al gobierno y amenazó con retirarlo por completo a menos que se cumplan sus demandas, incluida la restauración del “statu quo en el Monte del Templo bajo el cual a los judíos se les permite visitar, pero no orar”. El líder del partido Raam, Mansour Abbas, no es antiisraelí, e incluso declaró en diciembre de 2021 que “Israel siempre será un Estado judío”.
Algunos árabes tratan de racionalizar su oposición a la oración judía en el Monte del Templo citando el hecho de que algunos rabinos creen que, de acuerdo con la ley judía, los judíos no deben entrar en el Monte del Templo en absoluto. Un desacuerdo entre los judíos sobre la ley judía, sin embargo, no es un asunto para que los no judíos se pronuncien sobre él, y ciertamente no justifica la violencia contra los judíos.
Desde un punto de vista moral, la solución a este problema es simple. Cualquier persona de cualquier religión debería poder orar en cualquier lugar que quiera, si respeta los derechos de los demás a hacer lo mismo. Se trata de un derecho humano fundamental reconocido internacionalmente. El artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que fue adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, establece que “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencias, y la libertad, ya sea sola o en comunidad con otros y en público o en privado, de manifestar su religión o creencia en la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”. Incluso un ateo como yo, que no se preocupa mucho por orar en ningún lugar, puede entender este derecho. Los derechos humanos no consisten en permitir que otros hagan lo que creemos que tiene sentido; se trata de permitir que todos hagan lo que tiene sentido para ellos.
En esta cuestión fundamental de los derechos humanos básicos para los judíos, el Estado judío se encuentra a merced de los árabes. Esto es irónico, teniendo en cuenta que Israel estaba destinado a ser el único lugar en la tierra donde los judíos tienen garantizados los mismos derechos que todos los demás
Desde el punto de vista de la realpolitik, sin embargo, la solución es mucho menos clara. El ejercicio de este derecho humano fundamental por un pequeño número de judíos enfurece a los árabes, incluidos los árabes israelíes pro-Israel, e incluso los Estados árabes que han firmado acuerdos de paz con Israel. Para mantener la paz interna y la paz con sus vecinos, Israel se ve obligado a limitarse a sí mismo, incluso la libertad fundamental de religión de sus ciudadanos judíos.
En respuesta al apoyo de Jordania a los alborotadores, Bennett denunció a “aquellos que están alentando el lanzamiento de piedras y el uso de la violencia contra los ciudadanos del Estado de Israel”, pero no nombró específicamente a Jordania.
En esta cuestión fundamental de los derechos humanos básicos para los judíos, el Estado judío se encuentra a merced de los árabes. Esto es irónico, teniendo en cuenta que Israel estaba destinado a ser el único lugar en la tierra donde los judíos tienen garantizados los mismos derechos que todos los demás. Al mismo tiempo, la obstinada y a veces violenta oposición árabe a los derechos humanos judíos básicos es un recordatorio de por qué existe Israel. Si los derechos judíos son limitados en el Medio Oriente, incluso dentro del Estado judío, uno puede imaginar fácilmente cuánto más limitados serían si Israel no existiera.
*Canadiense de origen árabe que vivió en el Líbano hasta 1984 y apoya el derecho de Israel a existir como Estado judío
Fuente: The Times of Israel.
Traducción: Jorge Iacobsohn (orientemedio.news) / versión NMI.
1 Comment
Muy interesante el escrito de Fred Maroun y la traducción.