Sus valores ponen de cabeza los principios judíos de justicia y verdad, y su ataque a Israel no es más que una fina capa de odio a otros judíos o al judaísmo mismo
Melanie Phillips*
La última decisión del presidente Joe Biden que espantó a muchos judíos estadounidenses, como un acto de clara hostilidad, ha sido el nombramiento de la rabina progresista Sharon Kleinbaum para presidir la Comisión Estadounidense sobre Libertad Religiosa Internacional.
Kleinbaum ha sido acusada de usar repetidamente su púlpito en la sinagoga Beit Simjat Torá de Nueva York, la congregación LGBTQ más grande del mundo, para demonizar a Israel.
Durante la Operación Margen Protector en Gaza en 2014, Kleinbaum leyó una lista de víctimas árabes y árabes-israelíes —incluidos nombres de terroristas de Hamás— en oraciones especiales durante los servicios. Varios miembros abandonaron la sinagoga en protesta.
Su contraparte Randi Weingarten, presidenta de la Federación Estadounidense de Maestros, se distinguió a su vez al decir en abril que los judíos estadounidenses forman parte de la «clase propietaria» de Estados Unidos que quiere quitarle las oportunidades de los demás.
Kleinbaum no es más que el último de una serie de nombramientos antiisraelíes por parte de la administración Biden. El giro es que ella es judía, e incluso cuenta con el título de ‘rabina’.
Manifestantes antiisraelíes frente a la embajada de Israel en Washington, mayo de 2021
(Foto: Getty Images)
Estos individuos judíos son utilizados habitualmente como escudos humanos por los izquierdistas que atacan a los judíos. En el Reino Unido, el ex líder del Partido Laborista Jeremy Corbyn, quien presidió en su partido un brote de hostigamiento contra los judíos y ataques a Israel, se jacta de que tiene como amigos a ciertos judíos antiisraelíes, particularmente cuando son religiosos, para refutar las acusaciones de que es antisemita.
Aquellos que no saben nada sobre judaísmo pueden, por lo tanto, pensar que las opiniones malévolas que esos judíos expresan sobre Israel representan auténticos valores judíos. Ciertamente, muchos de esos judíos antiisraelíes piensan así. Pero de hecho, sus valores ponen de cabeza los principios judíos de justicia y verdad, y su ataque a Israel no representa más que una fina capa de odio a otros judíos o al judaísmo mismo.
Parte de la explicación de este fenómeno es la influencia de la ideología marxista, que ahora domina el pensamiento de izquierda a través de la «justicia social» (que es todo lo contrario). Dado que la mayoría de los judíos estadounidenses suscriben esta visión del mundo, no solo se están volviendo cada vez más contra Israel; asumen, sorprendentemente, que los preceptos antijudíos de la ideología de izquierda son judíos.
Hoy, este embrollo se torna vicioso a través de la doctrina de la interseccionalidad. Esta demoniza grotescamente a Israel y al pueblo judío como representantes del supremacismo blanco, el colonialismo y el racismo, y sostiene que sus víctimas son personas de color, la comunidad LGBTQ y los árabes palestinos.
Por supuesto, otras personas se rebelan contra su propia religión, cultura o nación. Sin embargo, con los judíos que odian el judaísmo esto toma una forma patológica. Buscan obsesivamente eliminar el particularismo judío de sí mismos y del mundo
Sin embargo, el fenómeno de los judíos que se vuelven unos contra otros se remonta profundamente en la historia con innumerables ejemplos. Se cree que el primer libelo de sangre fue promovido por un judío convertido al cristianismo en la Inglaterra medieval.
En su ensayo Sobre la Cuestión Judía, Karl Marx escribió: «El dinero es el dios celoso de Israel, frente al cual no puede existir ningún otro dios». El financista George Soros, quien ha sido blanco de muchos prejuicios antijudíos, ha financiado, sin embargo, iniciativas antiisraelíes a través de su Open Society Foundation y, nauseabundamente, culpa del resurgimiento del antisemitismo en Europa al comportamiento de Israel.
Hay muchas razones diferentes para estas actitudes problemáticas hacia el pueblo judío entre algunos judíos. Marx era hijo de padres judíos que se convirtieron al Cristianismo, el principal impulsor histórico de la demonización y persecución de los judíos. Es casi seguro que la compleja personalidad de Soros se haya forjado en sus experiencias en la Hungría de la era del Holocausto. Los antijudíos interseccionalistas actuales suscriben la visión de los judíos como depredadores, que a su vez se deriva en gran medida de Marx.
Pero las distorsiones son mucho más profundas. A estos judíos a menudo se les llama «auto-odiadores», pero ese es un calificativo inapropiado, porque tienden a ser intensamente narcisistas. Además, hay una parte de su ascendencia judía que abrazan: su identificación con el victimismo judío, que creen que les otorga nobleza moral. Entonces hablarán sobre la victimización de su familia en el Holocausto; o en el Reino Unido, pueden mostrar como evidencia de su «orgullosa» identidad judía el hecho de que durante la década de 1930 sus padres marcharon contra los fascistas británicos en el East End de Londres.
Los judíos antijudíos son quizá el mayor peligro al que se enfrenta el pueblo judío en la actualidad. A pesar de ser de izquierda, hacen causa común con neonazis y yijadistas para tratar de dañar a los judíos. Muy sobre-representados en las universidades y las élites culturales, se encuentran en la vanguardia de las campañas diseñadas para dañar al pueblo judío
Pero no les gusta mucho más de ser judíos. No les gusta que sus códigos morales se interpongan en el camino de la vida libre y fácil que quieren llevar. No les gusta que la sociedad altiva y educada los relacione con atributos asociados con los judíos como el materialismo, la agresividad o la vulgaridad. Sobre todo, no les gusta ser vistos como diferentes del resto de la sociedad y, de manera similar, a algunos israelíes no les gusta que su país sea visto como diferente a cualquier otro.
Por supuesto, otras personas se rebelan contra su propia religión, cultura o nación. Sin embargo, con los judíos que odian el judaísmo esto toma una forma patológica. Buscan obsesivamente eliminar el particularismo judío de sí mismos y del mundo.
Los judíos antijudíos son quizá el mayor peligro al que se enfrenta el pueblo judío en la actualidad. A pesar de ser de izquierda, hacen causa común con neonazis y yijadistas para tratar de dañar a los judíos. Muy sobre-representados en las universidades y las élites culturales, se encuentran en la vanguardia de las campañas diseñadas para dañar al pueblo judío.
Tome el reciente anuncio de Ben & Jerry’s de que la compañía ya no venderá sus helados en lo que llama «los territorios palestinos ocupados». Aunque Ben Cohen y Jerry Greenfield vendieron su empresa homónima hace años a la británica Unilever, han dicho que este boicot ilegal y discriminatorio, que afectará a los residentes judíos y árabes de los territorios en disputa, es «una de las decisiones más importantes que la empresa ha tomado en sus 43 años de historia».
Sharon Kleinman, rabina de la congregación Beit Simjat Torá de Nueva York
(Foto: Facebook)
El boicot fue aplaudido a su vez por Kenneth Roth, el director judío de Human Rights Watch, que demoniza obsesiva y maliciosamente a Israel con falsedades en serie. Y para combatir el furioso rechazo, la junta de Ben & Jerry’s se ha traído a Peter Beinart, un judío que ahora aboga notoriamente por la disolución de Israel y porque se le despoje de su capacidad nuclear, su último recurso disuasorio contra un segundo genocidio judío.
En su libro El síndrome de Oslo: delirios de un pueblo sitiado, el siquiatra Kenneth Levin ofrece un análisis magistral de la sicopatología del judío antiisraelí y antijudío.
Gran parte de esta patología es profundamente defensiva. Culpar a Israel por la guerra asesina librada contra él, escribe Levin, provoca una ilusión de control sobre una situación que de otro modo sería insoportablemente aterradora. Es más fácil para ciertos israelíes y judíos de la diáspora creer que pueden detener la violencia cambiando la política israelí, que hacer frente a la realidad de que millones de fanáticos están empeñados en el exterminio de Israel.
Esos judíos diaspóricos creen que pueden defenderse de los ataques antijudíos congraciándose con los enemigos del pueblo judío. Identificarse con causas sociales de moda parece ofrecer protección contra la acusación de que los judíos solo se preocupan por sus propios intereses
Del mismo modo, esos judíos diaspóricos creen que pueden defenderse de los ataques antijudíos congraciándose con los enemigos del pueblo judío. Identificarse con causas sociales de moda parece ofrecer protección contra la acusación de que los judíos solo se preocupan por sus propios intereses. Es por ello que muchos suscriben la agenda de la “justicia social”, equiparan el antisemitismo con la islamofobia y relativizan el Holocausto.
Sin embargo, como observa Levin: “El camino que defienden no es menos ilusorio que el de los niños abusados que se culpan a sí mismos por el abuso que experimentan. Con demasiada frecuencia, esos niños se condenan sicológicamente a una vida de autosacrificio y miseria. En el caso de los judíos que acusan a Israel por el odio dirigido contra él, la miseria que cultivan va mucho más allá de ellos mismos y, en última instancia, socava la propia supervivencia de Israel».
Quizá el análisis más descarnado del judío antijudío fue escrito por Uzi Silber en el diario Haaretz hace más de una década. El antisemitismo judío, escribió, es una condición en la que ser «más sensible al dolor sufrido por los miembros de un grupo que no sea el propio se metastatiza en una identificación emocional y moral maligna con las personas comprometidas con la aniquilación (de uno)».
Ninguna otra gente se hace esto a sí misma. Las actitudes expresadas por personas como Kleinbaum, Beinart, Roth y muchos otros constituyen una tragedia judía particular y devastadora.
*Periodista, locutora y autora británica.
Fuente: Arutz Sheva (israelnationalnews.com).
Traducción NMI.