El siguiente artículo apareció en NMI en diciembre de 2012 a raíz de la Operación Pilar Defensivo, es decir, el antepenúltimo enfrentamiento entre Israel y Hamás. A pesar de algunos detalles, su amarga ironía mantiene plena vigencia
Sami Rozenbaum*
La noticia tomó por sorpresa a la nación: el primer ministro de Israel propuso a la Knesset el plan Proportzia, según el cual de ahí en adelante la reacción del país ante el lanzamiento de cohetes contra su población civil sería “proporcionada”.
El principal argumento del primer ministro fue que estaba demostrado que las operaciones militares de Israel no daban resultado a mediano ni largo plazo: los terroristas siempre volvían a armarse rápidamente, y la imagen del Estado judío se deterioraba más y más. Quizá los grandes medios, es decir CNN, BBC, Fars y Telesur, tenían razón, así como la Unión Europea y los funcionarios de derechos humanos de la ONU y otros organismos internacionales. No tenía sentido que como respuesta a unos cohetes de “bajo costo”, que a Hamás le salían gratis por la abundante ayuda “humanitaria” que recibía, Israel estuviera empleando sus sofisticados aviones, radares, barcos, drones y misiles de precisión; esto era, además de económicamente asimétrico, contraproducente para el prestigio del país ante la opinión pública mundial.
El proyecto de ley Proportzia era muy sencillo: responder al lanzamiento de cohetes de Hamás con el mismo tipo de cohetes y la misma estrategia. Ya no se usaría a Tzáhal: los cohetes serían lanzados por voluntarios civiles, después de un breve entrenamiento. A cada cohete de Hamás se respondería con un cohete de tipo similar.
Después de un típicamente caldeado debate, la Knesset aprobó la ley Proportzia por una asombrosa mayoría. De inmediato, decenas de miles de personas, sobre todo habitantes del sur del país, se ofrecieron como voluntarias para ser lanzadores de cohetes.
(Foto: The Times of Israel)
Tras una rápida negociación, Vladimir Putin accedió encantado a venderle a Israel un cargamento de 10 mil cohetes Grad. Con Irán la cosa no fue tan fácil, pues los ayatolás no querían negociar nada con la “entidad sionista”; pero gracias a la mediación de Turquía, accedieron a efectuar una venta de cohetes Fajr y morteros a través de un tercer país. El rey Abdulá de Jordania y el presidente Mursi de Egipto no querían dañar su reputación pro-palestina en el mundo árabe, así que estuvieron de acuerdo en participar con la condición de que los misiles iraníes pasaran desde su territorio a Israel a través de túneles; esto resultó perfecto, ya que aumentaba la “proporcionalidad” del nuevo esquema estratégico defensivo israelí. Por su parte, los beduinos del Sinaí estaban entusiasmados por poder trabajar como contrabandistas para Hamás e Israel al mismo tiempo.
La parte más difícil fue vencer la resistencia inicial de los médicos, docentes y rabinos del sur del país, para que aceptaran que el lanzamiento de los cohetes se hiciera desde los hospitales, escuelas y sinagogas; sin embargo, la población local ofreció feliz los jardines y terrazas de sus viviendas, y hasta se peleaban por el privilegio. Se tuvo que crear un sistema de sorteo para turnarse la condición de “lanzadores proporcionales”.
Todo estaba listo. Así, en la primera oportunidad en que Hamás violó el cese de fuego número 83, es decir, al día siguiente de firmarlo, la ley Proportzia entró en acción: a dos cohetes Qassam lanzados desde el estacionamiento del centro comercial “Gaza Mall”, Israel respondió con dos cohetes igualitos que despegaron desde el preescolar Ketanim de la ciudad de Netivot, lanzados por dos estudiantes de secundaria que gritaban emocionados ¡Allah u Akbar! para aumentar la proporcionalidad de su acción.
Esto continuó durante ocho meses, pero algo andaba mal: los medios y varios organismos internacionales seguían diciendo que no había proporcionalidad, ya que en ese lapso habían muerto 29 personas y 86 habían quedado heridas en Gaza, mientras que en Israel solo había 2 muertos y 14 heridos. Era injusto.
Esa noche lanzaron desde Gaza tres morteros hacia el Consejo Regional Eshkol y un misil Fajr hacia Beersheva; la respuesta fueron tres morteros que le tocó activar a un padre de familia desde su jardín en Sderot, y los estudiantes de la Universidad Ben Gurión del Néguev respondieron con un Fajr desde el techo del laboratorio de Física Cuántica.
Esto continuó durante ocho meses, pero algo andaba mal: los medios y varios organismos internacionales seguían diciendo que no había proporcionalidad, ya que en ese lapso habían muerto 29 personas y 86 habían quedado heridas en Gaza, mientras que en Israel solo había 2 muertos y 14 heridos. Era injusto.
Así que ahora se ha propuesto un nuevo artículo para la ley Proportzia: la disposición que ordena desmantelar el costoso sistema antimisiles Kipat Barzel (Cúpula de Hierro), así como todas las alarmas “Alerta Roja”. No es “proporcional” que estas ventajas no estén a disposición de los palestinos de Gaza; es humanitariamente inaceptable que los israelíes cuenten con semejante privilegio tecnológico, y además con 15 a 60 segundos para esconderse al escuchar una alarma. El debate está en pleno apogeo en la Knesset.
*Director de Nuevo Mundo Israelita