Hace pocos días ocurrió algo tan absurdo en Dayton, estado de Ohio, que causaría risa si no fuera muy preocupante.
Un grupo de jóvenes estaba protestando contra una manifestación simultánea del Ku Klux Klan, la siniestra organización racista que odia por igual a negros, judíos y todos los que no sean “estadounidenses blancos puros”; pero los que protestaban contra el KKK quemaron una bandera de Israel.
Delirante, ¿no?
Como explica un artículo en el portal Israellycool, la mujer que le prendió fuego a la bandera fue Jen Mendoza, miembro de la Coalición de Solidaridad con Palestina de Cincinnati. En una entrevista posterior, Mendoza explicó que ella había visto a tres jóvenes que llevaban la bandera. “Uno de ellos dijo que era israelí, [pero] los otros dos parecían árabes. El que hablaba aseguró que Dios le entregó esa tierra [a los judíos], y en ese momento pensé ‘Si eso es lo que tú crees, estás del lado equivocado de la barrera [entre las dos manifestaciones]’. Luego de que, según ella, el joven siguiera diciendo “cosas extremadamente sionistas y racistas”, él mismo preguntó si a ella le gustaría lanzar la bandera al suelo y pisotearla; Mendoza le respondió que con gusto la quemaría, a lo que él accedió.
Luego, el presunto israelí le explicó a Mendoza que en realidad estaba haciendo “un experimento social para ver cuál era la posición real de la gente sobre el fascismo”. Y entonces comenzó a exclamar “Palestina libre”.
El artículo comenta: “Pensemos en cuán confuso es todo esto. En una protesta contra gente que odia a los judíos, una persona interpreta el papel de un judío con el único propósito de incitar a la muchedumbre contra Israel. Y funciona”.
Alguien del público, a quien por lo visto le queda algo de raciocinio, le preguntó a los “antisionistas” al ver la bandera en llamas: “¿Qué son ustedes? ¿Están contra los judíos?”. A lo que contestaron: “Nadie está contra nadie sino contra el colonialismo imperial”, iniciando una enredada arenga sobre lo que el gobierno de EEUU le hizo a los indígenas norteamericanos, vinculándolo con los judíos y los palestinos.
Una dirigente de los nativos americanos, de nombre Corine Fairbanks, agregó que la bandera de Israel “no tiene nada que ver con el Judaísmo”. Junto a la foto en Facebook, Fairbanks escribió: “[Tenemos] más aliados, y parientes palestinos, que quieren quemar esta bandera. ¡Palestina libre! Deporten al KKK”.
El artículo de Israellycool finaliza: “Si su deseo durante una protesta contra el KKK es enfocarse en odiar al único Estado judío del mundo, su actitud hacia los judíos es la misma que la de aquellos contra los que usted está protestando. Usted termina siendo un antisemita de la extrema izquierda, ante los antisemitas de la extrema derecha”.
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A raíz de las elecciones israelíes de abril, Saeb Erekat, el eterno “negociador jefe” de la OLP, declaró que la votación había demostrado que “Israel tiene una política de apartheid y segregación racial”. WAFA, la agencia oficial de noticias de la Autoridad Palestina, escribió siguiendo la misma línea que “los israelíes no votaron por la paz sino por el apartheid”. Hanan Ashrawi, cuya forma de vida durante décadas también ha sido la de sempiterna “negociadora”, afirmó que “los israelíes eligieron atrincherarse y expandir el apartheid”.
Pero como revela un artículo del portal Palestinian Media Watch, que se dedica a monitorear los medios árabes (citado por Dori Lustron en su portal PorIsrael), la realidad de las elecciones fue muy diferente a ese imaginario apartheid. Una muestra es el resultado de los comicios en ciudades y pueblos árabes, que representan 13,1% del electorado israelí:
Sorprendente, ¿o quizá no?
PorIsrael comenta: “El número de árabes israelíes que participaron en la votación y que votaron por los partidos sionistas es en realidad mucho mayor. Muchos árabes israelíes viven en ciudades como Haifa, Lod y Jerusalén. Es imposible determinar a qué partidos votaron, porque la votación es secreta y judíos y árabes usan los mismos centros de votación”.
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Edición del 8 al 15 de junio de 1979
Hace cuarenta años, NMI publicó en su página de opinión un artículo del recordado Aquiba Benarroch Lasry, titulado “La OLP en la UCV”. El autor estaba indignado por la realización, bajo la égida de la Federación de Centros Universitarios de la principal casa de estudios superiores del país, de un evento autodefinido como “antisionista”.
En sus párrafos iniciales, Benarroch escribió: “Un ingenuo podría preguntarse: ¿cómo es posible que los dirigentes de la más importante casa de estudios autoricen la celebración de un acto público, con la participación de una organización política extranjera —además de ser una organización terrorista—, que tiene como fundamental motivo de su existencia el aniquilamiento de Israel, y es notorio que el gobierno de Israel mantiene relaciones diplomáticas y amistosas con Venezuela? (…). Cuando se trata de atacar a los judíos, parece que se produjera una especie de parálisis moral en las personas más relevantes y notorias, las que ocupan posiciones de prestigio y de poder, que les impide pronunciar palabras o ejecutar actos que pudieran interpretarse como si se tomara partido por los judíos”.
Aquellos eran precisamente los días del acuerdo de paz egipcio-israelí firmado por Menajem Beguin y Anwar Sadat, que había enfurecido a los radicales árabes y de izquierda encabezados por la Libia de Gadafi, el Iraq de Sadam Hussein y la Unión Soviética. Actos similares al de la UCV tuvieron lugar en otras ciudades venezolanas, como Mérida y Valencia, según denunciaba NMI aquel año.
Benarroch no citaba nombres, pero señaló que el evento fue organizado “por la OLP y dirigentes de un partido de la izquierda venezolana”. El artículo incluía dos fotos: en una alguien cantaba acompañado por una guitarra (con la leyenda de “Una canción para amenizar el acto o para promover el antisemitismo”), y en la otra aparecía el panel, donde se identifica claramente a José Vicente Rangel.
De aquellos polvos vinieron estos lodos.
Eso fue hace cuarenta años.