Manuel Blum
D espués de infinitos esfuerzos de las partes, el 26 de marzo de 1979 se firmó en la Casa Blanca el tratado de paz entre Egipto e Israel, con la presencia del presidente Egipcio Anwar El-Sadat, el primer ministro de Israel Menajem Beguin, y el presidente de Estados Unidos Jimmy Carter.
Fue la primera vez desde la fundación del Estado hebreo que un país árabe ponía fin a su estado de guerra con Israel. El acto fue trasmitido en vivo a todas partes del mundo, millones de personas lo vieron, generó mucha emoción y lágrimas en Israel, lo mismo en las comunidades judías del mundo entero.
En Egipto y en el mundo árabe la popularidad del presidente Sadat bajó dramáticamente. El 6 de octubre de 1981, casi dos años después de la firma del tratado de paz, fue asesinado durante un desfile militar en El Cairo por miembros de la Yijad Islámica y militares contrarios al establecimiento de la paz con Israel.
El 26 de octubre de 1994, quince años después de la firma de Washington, se firmó también el tratado de paz entre Jordania e Israel; le correspondió a Abdul Salam Majali, primer ministro jordano, e Itzjak Rabin, primer ministro de Israel, con la presencia del rey Hussein I de Jordania y el presidente de Estados Unidos Bill Clinton. El acto fue también trasmitido en vivo, millones de personas en el mundo entero lo vieron, fue un júbilo para Israel y para todos los judíos del mundo. El pueblo jordano y el mundo árabe musulmán en general lo vieron con gran escepticismo.
Antes del nacimiento del Estado de Israel en 1948, las relaciones entre judíos y musulmanes en los Estados árabes pasaron por diferentes momentos; hubo violencia, tolerancia y en algunos países la convivencia fue buena. Pero a partir de la creación de Israel, el mundo árabe fue introduciendo en su sistema educativo un claro mensaje de odio hacia Israel.
En conversaciones que hemos tenido a lo largo de todos estos años con árabes musulmanes de diferentes países y distintos niveles de educación, en su gran mayoría han expresado su desacuerdo con la existencia de Israel.
Los conflictos de los países musulmanes en estos últimos tiempos han traído un desequilibrio geopolítico, como consecuencia del cual muchos grupos que estaban sometidos y controlados por dictaduras en la actualidad forman parte de los gobiernos; las pugnas internas, las guerras y el extremismo han creado la anarquía; es el caso de Afganistán, Iraq, Siria y Libia, entre otros.
El terrorismo y el fundamentalismo musulmán, formado por muchos grupos, ya no solo ataca a Israel; lo hacen también contra Estados Unidos, Francia, España, Bélgica, Reino Unido, Rusia, India, Turquía y otros países. Igualmente se atacan entre ellos mismos.
Nadie sabe cómo iniciar o encaminar el proceso para la paz. Pero lo que sí es cierto es que los dirigentes políticos y religiosos musulmanes cuyos países tienen en la actualidad cierta estabilidad, deben incorporar un cambio radical a su modo de ver a Israel y a Occidente; esto se lograría a través de la educación de su población. La idea es que con el tiempo todos los países árabes tengan el mismo lineamiento, pero esto puede tardar décadas.
Por su parte Israel tiene que implementar un agresivo plan de comunicación e información por medio de la televisión, a través del satélite y el cable, y empleando internet, dirigido al mundo árabe y no árabe; mensajes que sean trasmitidos en múltiples idiomas, liderados por comunicadores sociales, historiadores, sicólogos, sociólogos y otros profesionales que puedan esclarecer la existencia del Estado de Israel y la necesidad imperiosa de la paz, clave para el desarrollo, bienestar y progreso de todos los pueblos de la región.
No es nada fácil; el conflicto árabe-palestino-israelí es sumamente complejo. Pero así como se han resuelto situaciones más graves en otros países y regiones, el del Medio Oriente también se va a solucionar; es cuestión de tiempo.