R ecientemente se realizó un estudio acerca de cómo los astronautas reportan una increíble sensación de bienestar y se acostumbran con tanta facilidad al espacio, siendo que se encuentran bajo condiciones tan distintas a las que están acostumbrados. La respuesta fue que el solo hecho de estar ahí les produce una alta sensación de awe, término en inglés traducible como maravilla, impresión, asombro, apreciación, y es esto lo que los lleva a tener esa magnífica experiencia.
Se acercan Rosh Hashaná y Yom Kipur: Yamim Noraim en hebreo, Days of Awe en inglés. Te ves frente a una gama de preparativos: lista de resoluciones, manjares aromáticos, ropas limpias, expectativas frescas. El tiempo es corto y el trabajo es arduo. Vertemos en nuestros rezos los deseos de ser vistos ante el Creador como sus hijos favoritos. Sin caretas, a cara lavada. Tratando de hacerle “recordar” nuestras más grandes acciones, deseando tener un buen juicio para el año entrante, lleno de deseos logrados, de algún mejoramiento por aquí y por allá. Tratando de apreciar lo maravilloso de estas fechas.
Esta sensación de impresionarnos es la que nos permite e impulsa a ser mejores seres humanos. Más humildes, más amables, más empáticos, con una expansión en la noción del tiempo que nos invita a sentir holgura y, por ende, disfrutar más.
Hay un refrán muy criollo que dice: “Pa’ atrás ni pa’ tomar impulso”. Sin embargo, hay momentos en la vida en los que debemos al menos detenernos y mirar atrás. De eso se tratan estos días. Mirar al pasado. Recapacitar sobre nuestras acciones. Ver atrás, mientras nos enfocamos en la sensación del aquí y el ahora, nos lleva a tener más awe en nuestras vidas, y a su vez esto nos insta a preocuparnos menos, a agradecer más.
Las mejores cosas de la vida son simples. La alegría de un niño no requiere de nada complejo. Se impresionan fácilmente. Las personas mayores también. ¿Qué pasa a lo largo de nuestra adultez, que fijamos de manera absorta nuestra atención en planear futuros o en recordar pasados? Perdemos el awe, del cual sería positivo tener una buena dosis.
Hay algo en la forma en que diseñamos nuestra mente que nos limita la emoción de estar en cierto lugar, de usar un objeto, de disfrutar algo. El parque de abajo no llega a ser tan divertido como uno que está a 20 minutos de distancia. La comida hecha en casa no nos emociona tanto como la de un restaurante. Hacerle un arreglo a una prenda no te produce tanta ilusión como quitarle la etiqueta a un ítem nuevo. Y así, pensamientos que inconscientemente van reduciendo nuestra capacidad de asombro. Como si el yetzer hará nos dijera: “Esto no es tan emocionante”, “no estés conforme”, “es repetido, no te impresiones”. Maravillarnos es bueno porque crecen la satisfacción, la alegría, la diversión. Cambias pasado y futuro por presente.
Estos días son norá veayom, simples y literalmente maravillosos. Podemos elegir que “pasen por nosotros”, o activamente “pasar por ellos”. Busquemos algo inspirador: tal vez un paisaje, la risa de un niño, algo de lo que puedas decir: ¡Qué bello! ¡Esto ya lo vi, pero me vuelve a impresionar! Veamos cada cosa como el milagro que es, y estaremos llenos de inspiración como resultado.
Cuando te encuentres a punto de rezarle a Hashem, reconoce que estás frente al rey de los reyes, al Creador de todos los seres. Reconócete como parte de la realeza. Llénate de awe y aprecia la grandeza del momento. Perdónate. Da pie a ser perdonado. Siente que vuelves a nacer y tienes múltiples chances para cumplir tus deseos. Observa-escucha-siente a tu alrededor. Seguro hay alguien que está rezando para que mejore un aspecto de su vida y aún agradece lo poco que, a tu manera de ver las cosas, tiene. Suplica por ti. Suplica también por él. Visualiza tus deseos cumplidos. Agradece los momentos en que Hashem te salvó y las cosas que hicieron por ti las personas que te rodean, en secreto y no supiste, o los pasaste de largo.
Desbloquea para encontrar lo mejor de ti. Expande tus retos. Impresiónate de las cualidades que Hashem te dio. Graba tus momentos de coraje, y recréalos cuando necesites recordar que si pudiste hacerlo alguna vez, se grabó en tu cerebro y puedes repetirlo. No te culpes. Tienes la gran oportunidad de arrepentirte y volver a empezar.
Desea genuinamente. Maravíllate. Inyecta fuerza a tu vida. Sé consciente de todo eso con lo que fuiste dotado por Dios, y de todo aquello que con su ayuda, has desarrollado. Al mismo tiempo conoce tus límites. Sé consciente también de que aunque desees algo, tal vez aún no es el momento. A veces un pequeño cambio en tu manera de ver las cosas hace toda la diferencia. A veces los resultados se están gestando, y nuestra corta paciencia nos lleva a pensar que no se darán: solo se requiere fe, tiempo y constancia.
Llénate de impresión por cada detalle que aprecias en tu vida. Cuando fijes tu atención, lo verás aún más bello.
Tienes tiempo para darle al botón de pausa y disfrutar lo que ves en pantalla, al menos cuando suena el shofar, o en el impresionante momento de la neilá.