Cinco maneras de aprovechar esta festividad para celebrar el crecimiento, la gratitud y la alegría
Rina Perlmutter*
La escritora y académica estadounidense Brené Brown afirma: «Tenemos la clave de la felicidad duradera en nuestras propias manos. Porque no es la alegría la que nos hace agradecidos; es la gratitud la que nos hace alegres». El judaísmo sabe esto desde hace mucho tiempo, y Tu Bishvat es la oportunidad perfecta para ponerlo en práctica.
La fuerza de la gratitud quedó ejemplificada por Keith Segal, el rehén israelí-estadounidense que fue liberado recientemente después de 15 meses de cautiverio en Gaza. Keith infundió esperanza a sus compañeros de cautiverio iniciando una práctica nocturna de gratitud.
La esposa de Keith, Aviva, le contó a un reportero de Israel Hayom que, a pesar de la crueldad que sufrieron a manos de sus captores, Keith los mantuvo fuertes a ella y a los demás rehenes. “En el cautiverio, Keith inició algo que realmente nos fortaleció. Todas las noches, antes de dormir, por turno todos decíamos algo bueno que había sucedido ese día. Cada día, Keith siempre encontraba algo bueno”. Él sentía gratitud incluso por pequeñas cosas, como “Hoy no nos movieron de un lugar a otro”. Este es un nivel verdaderamente extraordinario de gratitud.
Tu Bishvat llega hacia el final del invierno (en Israel), cuando muchos nos sentimos inquietos, anhelando el sol cálido y la libertad de salir sin abrigos y botas. Para algunos, la falta de luz solar incluso provoca depresión estacional.
Es precisamente en este momento cuando el judaísmo me recuerda cambiar mi perspectiva. En lugar de enfocarme en lo que me falta, puedo elegir enfocarme en lo que tengo. Tu Bishvat me enseña a reformular los pensamientos negativos de manera positiva, a adoptar la gratitud como un estilo de vida. Como enseña la Mishná: «¿Quién es rico? Aquel que está feliz con lo que tiene» (Ética de los Padres, 4:1). Como cualquier hábito, desarrollar una actitud de gratitud toma tiempo y práctica. Aquí cuento cómo Tu Bishvat me ayuda a cultivar la alegría y profundizar mi conexión con el judaísmo:
Una de las cosas que más me gustan de Tu Bishvat es que no requiere grandes preparaciones. No hay que cocinar, ni limpiar, solo disfrutar de frutas y nueces en su estado natural. Incluso si decido organizar un séder de Tu Bishvat, todo lo que necesito es comprar frutas frescas y secas, tal vez un poco de vino o jugo de uva. Hay algo liberador en una festividad que simplemente me pide que aprecie los regalos de la naturaleza.
Esta simplicidad es en sí misma una lección de gratitud. El Talmud (Brajot 35a) enseña que debemos recitar una bendición antes de disfrutar de la comida, recordándonos que todo lo que consumimos es un regalo de Dios. Reconocer esto trasforma un acto ordinario en un momento de conciencia y aprecio.
En Tu Bishvat, me tomo un momento para considerar todo lo que tuvo que suceder para que yo disfrutara de una sola fruta. El viaje de una naranja, desde que es una semilla hasta que llega a mi refrigerador, es nada menos que milagroso. Un agricultor plantó la semilla, cuidó el árbol con esmero, y confió en el equilibrio adecuado de lluvia, sol y temperatura para que la fruta creciera. Pienso en los trabajadores que recogieron la fruta, los conductores que la trasportaron y los empleados de la tienda que la colocaron en los estantes. Tantas manos estuvieron involucradas en este proceso, y puede que nunca conozca a ninguna de ellas, pero sus esfuerzos me sustentan.
No es la alegría la que nos hace agradecidos; es la gratitud la que nos hace alegres
Sobre todo, reconozco la mano de Dios en este proceso. Como dice la Torá: “Porque la tierra de la que vas a tomar posesión no es como la tierra de Egipto… sino una tierra de montes y valles, que bebe el agua de la lluvia del cielo” (Devarim-Deuteronomio 11:10-11). Dios provee la lluvia y mantiene toda la vida, asegurando que los ciclos de la naturaleza continúen. Así que en Tu Bishvat me tomo un momento de reflexión, y murmuro un agradecimiento silencioso, no solo a los agricultores sino a Aquel que hace que todo esto suceda.
Los árboles no se comparan entre sí. Simplemente crecen, dan frutos y cumplen su propósito. El manzano no mira al naranjo y dice: «¿Por qué tú produces cítricos y yo solo manzanas?» Simplemente hace lo que fue creado para hacer.
¿Con qué frecuencia nos comparamos con los demás? ¿Cuántas veces miramos el éxito de otra persona y sentimos que estamos quedándonos atrás? El judaísmo enseña que cada uno tiene una misión única. El Midrash (Vaikrá Rabá 36:4) dice: “Así como sus rostros no son iguales, tampoco lo son sus opiniones”. Cada persona es creada con su propio propósito, así como cada árbol tiene su propio papel en el ecosistema.
Hay algo liberador en una festividad que simplemente me pide que aprecie los regalos de la naturaleza
Tu Bishvat me recuerda enfocarme en mi propio crecimiento. En vez de preocuparme por lo que los demás están logrando, puedo sentir orgullo por mi propio camino. Cada día me digo a mí misma: “Solo por hoy, estoy haciendo lo mejor que puedo en este momento”. Y eso es suficiente.
Los árboles dan mucho al mundo sin pedir reconocimiento. Proporcionan oxígeno, filtran el aire, ofrecen sombra y sostienen innumerables ecosistemas. Sin árboles, la vida tal como la conocemos no existiría. Sin embargo, los árboles no presumen de sus contribuciones; simplemente hacen lo que fueron creados para hacer.
Me esfuerzo por ser como un árbol. En lugar de buscar elogios, intento cumplir mi propósito en silencio. El judaísmo valora la acción sobre las palabras: lo que importa no es cuánto hablo sobre mis valores, sino cuán bien los vivo. Un árbol no anuncia su grandeza; simplemente crece, y al hacerlo nutre al mundo. Este Tu Bishvat, me comprometo a enfocarme más en hacer y menos en hablar. Mis acciones hablarán por sí solas.
Recientemente, mientras conducía por un camino secundario hacia Jerusalén, me impresionó la belleza de los árboles a mi alrededor. Al observarlos más de cerca, noté algo fascinante: todos los árboles tenían aproximadamente la misma altura.
El judaísmo valora la acción sobre las palabras: lo que importa no es cuánto hablo sobre mis valores, sino cuán bien los vivo
Resulta que la altura de un árbol está limitada por la forma en que sus vasos trasportan agua. La gravedad asegura que un olivo solo crezca hasta cierta altura, al igual que un pino permanecerá dentro de sus límites naturales. En esencia, los árboles de la misma especie crecen a alturas similares.
Encontré un significado profundo en esta observación. El judaísmo enseña que, en esencia, todos somos iguales. La Torá dice: “Y Dios creó al hombre a Su imagen” (Bereshit – Génesis 1:27). Cada alma refleja una chispa de divinidad, sin importar nuestro origen, fortalezas o luchas. Al mismo tiempo, cada uno es único, como una huella dactilar: no hay dos exactamente iguales. Mi tarea no es competir con los demás, sino aceptar mi misión individual en este mundo.
Tu Bishvat me enseña que la alegría es una elección. Al cultivar la gratitud, puedo trasformar mi perspectiva y encontrar felicidad en los momentos cotidianos. El judaísmo me ofrece esta sabiduría, no solo en Tu Bishvat sino todos los días del año. Y por eso, estoy profundamente agradecida.
*Educadora israelí, especialista en asesoría a padres de adolescentes con problemas.
Fuente y foto: Aish Latino (aishlatino.com).
Versión NMI.
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