Sergio Della Pergola*
E studios recientes en América Latina, Europa y Oriente Medio muestran que el antisemitismo está en aumento junto con el racismo, la xenofobia y la intolerancia religiosa. Esto es cierto, sea examinanda la frecuencia de las manifestaciones de antisemitismo en la población general de un país o mediante la medición de las percepciones de antisemitismo dentro de la población judía.
Según una reciente encuesta conducida en más de 100 países por la Liga Antidifamación sobre la propagación de prejuicios negativos hacia judíos, todos los 16 países con más alta frecuencia de antisemitismo son países musulmanes.
Países con el menor nivel de antisemitismo se encuentran en Asia (Laos, Filipinas, Vietnam) y en Occidente (Holanda, Inglaterra, Estados Unidos). En América Latina los países más afectados son Panamá, Colombia y República Dominicana, y los menos afectados son Brasil, Jamaica y Trinidad y Tobago.
Es quizá paradójico que el prejuicio antisemita es a veces mayor entre personas que nunca han conocido un judío que en países donde se concentran hoy las comunidades principales.
Existen hoy tres matrices antisemitas. La primera —la clásica de Los protocolos de los sabios de Sión— atribuye a los judíos demasiado poder financiero, político y en los medios de comunicación. La segunda niega la existencia del Holocausto (en hebreo: Shoá) o lo minimiza a nota al margen de la Segunda Guerra Mundial.
La tercera demoniza al Estado de Israel, hace que se convierta en la madre de todos los males del mundo y lo acusa de fomentar la exterminación sistemática de los palestinos. Una cuarta matriz, aunque menos utilizada hoy en día, es la de la antropología física, que describe al judío como un tipo genética y físicamente degenerado.
Las conexiones entre las tres matrices principales son evidentes cuando hoy en día los antisemitas dicen que “la explotación del Holocausto genera beneficios económicos y políticos sustanciales para los judíos”, que “los judíos perseguidos desempeñan hoy el papel de perseguidores”, y finalmente, que todo esto ocurre mientras “los judíos controlan las finanzas y los medios de comunicación”.
El análisis de la manera de percibir el antisemitismo dentro de la población judía contemporánea revela que entre las tres matrices antisemitas, sin minimizar la ridiculez y la peligrosidad de las otras dos, la que despierta mayor repugnancia es la negación de la Shoá.
Es importante subrayar que los judíos se encuentran en una conversación crítica sobre los acontecimientos políticos en Israel, cuando esta crítica no degenere en una forma falsa, brutal y vergonzosa de demonización del Estado. Quien dice que no se puede pronunciar una sola palabra crítica de Israel sin ser acusado de antisemita, sabiendo mentir, se agrega a la legión de los antisemitas.
Hay que recordar que Israel es la expresión del derecho inalienable a la soberanía política del pueblo judío, que le compete como a cualquier otro pueblo. Aislar a Israel es equivalente a negar a los judíos.
Una de las formas más graves de la hostilidad es ahora el intento de boicot comercial y académico contra Israel. El boicot académico contradice el paradigma fundamental de la libertad de pensamiento, de invención, de libre crítica, de intercambio y de circulación de ideas. El boicot es una grave regresión en relación con estos principios, reduce las opciones, afecta la credibilidad, se anticipa a la mediocridad intelectual, crea una mala ciencia, finalmente resulta en una dolorosa erosión en la calidad de las universidades y de la sociedad democrática.
La restricción de la libertad de pensamiento y de asociación implícita al prohibir que se mantengan relaciones con colegas y estudiantes en Israel es similar al mecanismo coercitivo que se manifestó en el juramento de lealtad a los regímenes fascistas y nazis por el cuerpo académico en los años 30 del siglo XX. Conscientes o no, los que participan en el actual boicot renuncian a su libertad de decisión individual y ayudan a devaluar la validez de la profesión académica como comunidad de personas y como articulación de un discurso crítico (y autocrítico).
¿Cómo reaccionan los judíos frente a esta peligrosa situación? En primer lugar, aumentando el nivel de alerta y luchando sin condescendencia contra estas formas vulgares de agresión: por la persuasión de la palabra y la educación, luego con las herramientas de la ley, y finalmente, si es inevitable, con los músculos.
Otra reacción es la de bajar el perfil de su visibilidad en el marco público, ocultando símbolos como la kipá sobre las cabezas de los hombres o medallones visibles con la estrella de David.
Por último, un porcentaje cada vez mayor de judíos piensan seriamente en abandonar los países más antisemitas, y muchos realmente se trasladan a Israel. Esto se ve en Francia, Bélgica, Hungría e Italia.
Para aquellos que creen que la presencia judía es un factor de enriquecimiento en una sociedad democrática y abierta a la diversidad, este proceso de reacción contra las manifestaciones de antisemitismo es una pérdida grave.
*Profesor emérito de Demografía, Universidad Hebrea de Jerusalén
Fuente: El Tiempo (Bogotá)
Versión NMI