Con el inicio del nuevo año lectivo universitario, en algunos campus de Estados Unidos resurgieron con mayor furia las exhibiciones de duro antisemitismo; al punto que pusieron a prueba los posibles planes para evitarlas y ciertamente, la voluntad de las autoridades universitarias para mantener el debido orden. Hay universidades en las que la situación sigue siendo problemática, entre ellas Columbia en Nueva York, con un impacto particularmente agudo.
En Columbia, la inauguración del semestre de otoño de 2024 resultó ser tensa por el relanzamiento de los tumultos antisemitas que pretenden ser el reflejo de la guerra que enfrenta Israel contra los grupos terroristas palestinos. Sin embargo, se trata de conflictos antisemitas provocados de modo artificial por determinados sectores que los han sacado a flote. Como ha venido ocurriendo, grupos alineados con causas radicales palestinas, muchos de los cuales son parte de movimientos internacionales como Estudiantes por la Justicia en Palestina (EJP), intensificaron sus acciones en Columbia con el uso de una retórica deshumanizadora y estereotipada, así como consignas y símbolos a favor de Hamás, que deslegitiman la propia existencia del Estado de Israel; además, EJP impulsa campañas de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), un movimiento global antisemita. Durante el presente otoño, en Columbia, EJP es un actor central en las manifestaciones en el campus; ha organizado marchas y actos de protesta haciendo énfasis en calumnias contra Israel y los judíos.
En los primeros días del nuevo año lectivo los manifestantes antiisraelíes, cubriéndose el rostro como ya es su costumbre, volvieron a crear disturbios en la Universidad de Columbia y otras instituciones educativas
(Foto: AP)
Así, la situación en Columbia se vio afectada por varios incidentes concretos, entre ellos una amenaza pública de un imán de origen palestino, Mohammad Abbasi, al profesor Shai Davidai, destacado académico del Departamento de Sicología, judío israelí, quien insiste en el derecho de Israel a defenderse y de los judíos a no ser discriminados. Durante una serie de eventos organizados por EJP, el imán Abbasi fue orador en un panel sobre el conflicto israelí-palestino y, en un inflamado discurso, mencionó a Davidai con una arenga sobre “castigar a los defensores de la opresión sionista”. El discurso del imán constituyó una alarma para muchos estudiantes y profesores, quienes criticaron a la administración por no tomar medidas firmes y concretas contra los organizadores del evento. La clara amenaza a Davidai fue la revelación más evidente de cómo el antisemitismo se ha extendido en el campus: ya no solo es cuestión de estereotipos antisemitas, sino de amenazas directas. Sin ninguna duda, este funesto episodio mostró el peligroso avance de movimientos muy cercanos al terrorismo islamista dentro de EEUU.
Los estudiantes judíos señalaron que, en este regreso a clases, los discursos restallantes hacia Israel prosiguen traspasando los límites de una crítica aceptable, honesta y que no sea el tan común doble rasero. La administración de Columbia sigue reiterando su compromiso con la libertad de expresión, pero también destaca que cualquier forma de odio, incluida la intolerancia religiosa, no sería aceptada; de todos modos, ha seguido siendo tibia y estos riesgos se siguen tomando con ligereza, sin una verdadera compresión de lo que en realidad significan. Con tal permisividad, el antisemitismo se ha tornado más violento y hasta abarca nuevas formas. Los estudiantes judíos continúan sintiéndose inseguros en un entorno donde constantemente son desafiados por sus diferencias.
La situación en Columbia se vio afectada por varios incidentes concretos, entre ellos una amenaza pública de un imán de origen palestino, Mohammad Abbasi, al profesor Shai Davidai, destacado académico del Departamento de Sicología, judío israelí, quien insiste en el derecho de Israel a defenderse y de los judíos a no ser discriminados
No obstante, el dilema que enfrenta Columbia es falso, pues los alborotadores utilizan el pretexto de la libertad de opinión y recurren a la Primera Enmienda, la cual protege la libertad de expresión, pero la misma también protege la libertad religiosa. Por otra parte, la libertad de expresión no es absoluta, ni puede prevalecer sobre el derecho a la vida y la integridad. En definitiva, la libertad de expresión no otorga un consentimiento tácito para instigar el odio, y menos aún para quebrantar los valores democráticos del país.