Al escribir esta nota ya más de trescientos cohetes han sido disparados hoy, 24 de noviembre de 2024, desde Líbano a Israel, cubriendo el norte y centro del país. Uno de los días récord en esto de proyectiles, alarmas y cobertura mediática que trata de alertar y prevenir, pero produce inevitablemente miedo y tensión. Efectos sicológicos que no siempre se contabilizan entre los daños de una larga guerra de desgaste que constituye la verdadera estrategia de quienes se enfrentan a Israel: el desgaste.
El domingo de los cohetes ha sido precedido por el asesinato de un rabino israelí, perteneciente al movimiento jasídico Jabad Lubavitch, en los Emiratos Árabes Unidos. Un evento que desgarra a todos, pero no debe sorprender a casi nadie. ¿Quiénes son los blancos de los enemigos de Israel? No son solo los israelíes dentro de Israel. Son los israelíes en todas partes, los judíos también. Por judíos, por supuesto.
Esta circunstancia es muy particular en la dinámica histórica y la actualidad. Israel, como Estado judío, genera antipatías automáticas. Los judíos, por su identificación con Israel, generan también estas antipatías. Entonces, unos y otros son agredidos, y las verdaderas razones de una inexplicable animadversión se disfrazan de causas, ideologías y luchas, se atribuyen a circunstancias ajenas. Se fabrican otras.
Edificio residencial de Haifa en el que cayó un cohete de Hezbolá el domingo 24 de noviembre
(Foto: The Times of Israel)
Un país que tiene más de cuatrocientos días atendiendo siete frentes bélicos, una situación política interna de extremo enfrentamiento y una presión internacional sin precedentes, está sometido a una guerra que, como se mencionó antes, pretende desgastar a toda la sociedad y sus instituciones. Y no se pueden negar los efectos conseguidos.
Israel vive colectivamente el drama de más de cien secuestrados sin fe de vida, sin contraparte para negociar su secuestro. Los familiares de las víctimas, víctimas terribles ellas mismas de lo que sucede, exigen a quien le pueden exigir la liberación de sus seres queridos, como si ello estuviera al alcance de quienes les prestan atención y comparten su drama. Las victorias en los siete frentes de batalla, los logros alcanzados a costa de muchas víctimas y bajas, palidecen ante el drama de los secuestrados, un cargo de conciencia que no se perdona el aparato de seguridad de un país especialista en eso, en seguridad.
Para colmo, el principal tribunal de crímenes de guerra del mundo emitió, el jueves 22 de noviembre de 2024, órdenes de arresto contra el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, su exministro de Defensa y el jefe militar de Hamás, acusándolos de crímenes contra la humanidad en relación con la guerra de 13 meses en Gaza. Comparar al jefe de Hamás y sus acciones con las de los miembros de un gobierno elegido que actúa dentro del marco de la ley, resulta paradójico. Para todos los israelíes es una bofetada en plena cara. Luchando la guerra más cruel y dura, contra un enemigo cruel y escabullido, solos contra el mundo y siempre condenados. En vez de presiones sobre los atacantes, las presiones son sobre Israel. El resultado es muy desolador: más cohetes desde Líbano, el asesinato de un rabino, la desacreditación de los organismos internacionales para promover alguna solución no militar.
Comparar al jefe de Hamás y sus acciones con las de los miembros de un gobierno elegido que actúa dentro del marco de la ley, resulta paradójico. Para todos los israelíes es una bofetada en plena cara. Luchando la guerra más cruel y dura, contra un enemigo cruel y escabullido, solos contra el mundo y siempre condenados
Al cumplirse trece meses desde el fatídico 7 de octubre de 2023, Israel se encuentra solo. Sus enemigos, desatados. La opinión pública internacional, organismos internacionales y otros tantos, condenando lo defendible y defendiendo lo condenable. Mientras, cohetes caen todos los días, la lucha sigue en Gaza, el Líbano vive malos y peores días. El norte el país está evacuado, cien mil desplazados de sus hogares. Los rehenes siguen en Gaza, y el mundo espera, con aprehensión y cauteloso optimismo, las promesas del electo presidente norteamericano.
En Israel, todos están acostumbrados a que las situaciones de cohetes, condenas y esperanzas no mejoran drásticamente con los cambios de gobierno, con nuevas administraciones y elecciones.
Seguimos entonces con cohetes, condenas y esperanzas. Como las esperanzas, nada de esto se acaba.