Brenda Sanchinelli Izeppi*
A pocos días del inicio del Mundial Catar 2022, crecen los llamamientos para denunciar las violaciones a los derechos humanos en ese país. Esta edición será recordada como la peor de la historia. Y no lo digo como una predicción, sino fundamentada en los horrores que se han visto en las deplorables condiciones de trabajo detrás de la construcción de los estadios.
Todo esto se distancia del espíritu fundacional del fútbol, así como del deporte en general. De hecho, no es necesario esperar a que se desarrolle el torneo para notar los evidentes problemas a nivel organizativo. Violaciones a los derechos humanos, corrupción y explotación. En el drama ético y moral representado por la realización de esta competencia no hay inocentes.
La culpabilidad de los hechos no es exclusiva solo de los organizadores, sino se extiende a cada participante individual. Es decir, a todos aquellos que tienen un rol en el evento, los jugadores, los patrocinadores y hasta los espectadores.
Y es allí justamente donde está el dilema deontológico de voltear a ver hacia otra parte, ignorando una verdad incómoda, y seguir disfrutando de la fiesta del fútbol, a sabiendas de lo que ocurrió tras bambalinas. O bien apagar su televisor y no ver nada (lo cual creo que muy pocos harán). En esta ocasión, el fútbol ha tocado fondo en su máxima expresión, en cuanto a su dimensión humana. La cifra publicada por The Guardian estima que desde 2010, año en que se otorgaron las concesiones para el Mundial en Catar, más de 6500 trabajadores han muerto en la construcción de la nueva infraestructura.
La hipocresía internacional sobre el tema ha alcanzado niveles por encima de lo normal.
El desalmado aparato de producción puesto en marcha por los organizadores es uno de los modelos de explotación más monstruosos de la historia moderna. Trabajadores inmigrantes de países como India, Filipinas y Nepal deben someterse a un régimen denominado Kefaal. Este término indica la legislación vigente en Catar, que delega la “protección” del trabajador migrante en el propio empleador, que tiene el control legal total sobre él.
La división entre derechos y deberes se adelgaza de esta manera hasta desaparecer, condenando al ser humano a una condición irreversible de esclavitud. El trabajador migrante no puede escapar de ninguna manera a este control, ya que el único cuerpo al que podría denunciar cualquier injusticia es el mismo que las ejerce.
El desalmado aparato de producción puesto en marcha por los organizadores es uno de los modelos de explotación más monstruosos de la historia moderna. Trabajadores inmigrantes de países como India, Filipinas y Nepal deben someterse a un régimen denominado Kefaal. Este término indica la legislación vigente en Catar, que delega la “protección” del trabajador migrante en el propio empleador, que tiene el control legal total sobre él
Las condiciones de trabajo inhumanas en la construcción de los estadios de la Copa del Mundo y la precariedad general de los derechos humanos en Catar han sido denunciadas por Human Rights Watch. Lo que no ha servido de nada, pues los asuntos comerciales hacia Catar son mucho más importantes que la vida de algún pobre hombre que muere al caer de un andamio.
Las razones de la indiferencia internacional ante estas atrocidades son, por supuesto, comerciales. Catar, además del petróleo, es el líder del sector del gas natural licuado a nivel global. Posee el 14% de las reservas totales de gas, y es el tercero en exportaciones detrás de Rusia e Irán. Son cifras que, para el hipócrita Occidente, justifican “unas cuantas muertes” y la violación sistemática de los derechos humanos.
Aun así, existen países con dignidad y un espíritu solidario que se han unido al boicot para denunciar esta barbarie. París y otros siete municipios franceses han anunciado que no utilizarán maxipantallas en las ciudades para seguir el evento, denunciando la catástrofe humana y ambiental. Y Dinamarca jugará con “uniformes de queja”, en los que el patrocinador ha decidido no estar presente para no asociarse al evento. En cualquier caso, ha habido al menos una posición y esto se aplaude.
*Periodista.
Fuente: Prensa Libre (Guatemala).
Versión NMI.
La ignominia y algunas reacciones
– La esclavitud “moderna” a la que han sido sometidos trabajadores migrantes de Pakistán, Irán, Sri Lanka, Bangladesh y Nepal fue revelada por Amnistía Internacional hace casi dos años, y el periódico inglés The Guardian dio a conocer la cifra de 6500 muertos luego de recopilar los datos en las embajadas de esos países. Pero otros países, como los árabes, no llevan tales estadísticas.
– De acuerdo con el reporte de Amnistía Internacional, los trabajadores son encerrados en cuartos pequeños con hasta ocho personas por habitación, y no pueden abandonar el campamento porque son multados o encarcelados.
– Los trabajadores en las obras para la Copa del Mundo “no pueden salir del país y suelen esperar meses para cobrar su salario (que es inferior al prometido cuando fueron enganchados por organizaciones creadas para tal efecto). Mientras, la FIFA, sus patrocinadores y las empresas de construcción implicadas se preparan para obtener ingentes beneficios económicos de la celebración del torneo”.
– El capitán de la selección de Inglaterra, Harry Kane, llevará el brazalete con los colores de la bandera LGTB, en solidaridad con las personas perseguidas porque son homosexuales.
– El equipo noruego jugó un partido con esta leyenda en la camiseta: “Derechos humanos dentro y fuera del campo”.
– La marca deportiva Hummel, que viste a la selección danesa, llevará su logo desdibujado en la camiseta del país nórdico porque “no queremos ser visibles durante un torneo que le ha costado la vida a miles de personas”.
Fuente: Pablo Hiriart / El Financiero (México)
Cerca de 30.000 israelíes viajarán a Catar
Se espera que casi 30.000 israelíes viajen a Catar para asistir a los partidos de la Copa del Mundo, que tendrá lugar del 20 de noviembre al 18 de diciembre.
Los dos países no tienen relaciones diplomáticas, pero Israel, que no logró clasificar para el torneo, anunció en junio un acuerdo que permitirá a sus ciudadanos, al igual que a otros extranjeros, obtener una visa de entrada a Catar con la previa presentación de un comprobante de compra de boletos para el torneo.
Catar no reconoce a Israel y apoya a Hamás, el grupo terrorista palestino en el poder en la Franja de Gaza. Sin embargo, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel no ha publicado una guía de viaje seguro para este destino hasta la fecha.
Los israelíes ya han comprado 20.000 boletos, y se espera que se vendan otros 10.000 a último minuto cuando comience la competencia.
Con información de Ynet.