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Muy apreciado y siempre recordado Sami Rozenbaum:
Rebeca Perli tuvo la gentileza de informarme sobre el fallecimiento de nuestro amigo Hillo, cuya personalidad vigorosa, generosa, altruista, y su liderazgo carismático, sensato, valiente y equilibrado en el plan judío y nacional, han dominado la escena de la vida comunitaria por tantas décadas y han sido de estimulante ejemplo para las generaciones más jóvenes. Como seguramente sabrás, mi esposo Janán no está en condiciones de salud para poder enviar su aporte testimonial a NMI. Quisiera pedirte, si te aparece oportuno, publicar la carta que Janán le escribiera a Hillo al terminar de leer su apasionante historia personal ocho años atrás, en la que le expresa la admiración y el afecto que siempre hemos tenido por Hillo y por Klara. Te lo envío adjunto y te quedaré agradecida si lo publicaras.
Con un amistoso Shalom,
Anita Olamy
Querido amigo Hillo:
Deseo agradecerte por haberme enviado un ejemplar de tu libro Sin tregua, sobre cuya aparición supe hace unos días por una nota firmada por Andrea Hernández, aparecida en Nuevo Mundo Israelita de fecha 12 de marzo de 2010.
Obvio que te diga que leí con fruición, en dos días (¡netos!) las más de 300 páginas del libro, que me han causado una muy honda impresión. Fue esta lectura una intensa incursión, casi personal, en la mayoría de las etapas de tu agitada e intensiva vida, parte de las cuales me eran parcialmente conocidas, ya que sobre las mismas te oí referirte, hasta con lujo de detalles, en algunos discursos que pude acompañar siendo uno de los presentes en tales ocasiones.
Conociéndote muy personalmente, como pienso, pude inferir ya al comienzo de la lectura de tu libro que era muy veraz y auténtico el nombre de tu autobiografía, así llamada Sin tregua, nombre que seguramente habéis escogido junto con tu familia, con Klara en primer lugar, pero así bien con Trudy, que resultó al parecer escogencia personal tuya. El nombre es veraz, ya que así fue el camino que has recorrido en los largos años de tu derrotero como sobreviviente del Holocausto y luchador incansable por abrirte un futuro en la vida.
No me siento necesitado de polemizar contigo sobre las variadas pero a veces criticables, aun cuando siempre audaces e interesantes, referencias a tus actividades económicas y financieras de tu comienzo después de la guerra, destinadas a encontrar el camino acertado en tus esfuerzos por consolidar los primeros pasos y encontrar más tarde tu lugar en el joven Israel de la década de los cincuenta, cuando también Klara logró aportar sus esfuerzos como incipiente obrera agraria, aun antes de su llegada al naciente Estado de Israel.
He encontrado valor especial en tus formas de expresar los sentimientos hacia la entonces aun desconocida Venezuela, que os acogió con afecto como sobrevivientes del Holocausto, que ustedes lograron superar gracias a la joven república sudamericana que os recibió.
Sin tregua son tus años de actividad pública y tu accionar en favor de la vida venezolana, y paralelamente de la comunitaria judía. Me asombra que en el resumen de tus actividades comunitarias omites la mención del rabino Pynchas Brener, figura central y altamente valorada por todos los medios venezolanos, inclusive los no judíos.
Encontré de mucho valor y significado los pensamientos de tu hija Trudy, que se une a ustedes y a vuestros amigos Jaegerman para una visita turística, casi melancólica, a la mítica (para muchos judíos ashkenazíes) ciudad de Czernovitz, donde floreció en su época una muy rica y enraizada vida cultural judía en la que también tú, en tu adolescencia, te nutriste de ella, y naturalmente también Trudy, en sus años hogareños y estudiantiles, escuchó vuestras opiniones y comentarios sobre dicho rico rincón en la Europa Central que en el presente ha naturalmente decaído en parte, pero está aún impregnada del sabor de antaño, que tanto atrae y fascina.
Sin tregua es, en resumen, un muy valioso testimonio digno de encomio sobre tu integración personal plena al espíritu de este continente y de la Venezuela histórica en particular.
Plausible sería que los líderes del presente pusieran sus ojos en el mismo país que supo inspirarte tanta fidelidad y devoción por sus hombres y causas.
No me siento necesitado de polemizar contigo sobre las variadas pero a veces criticables, aun cuando siempre audaces e interesantes, referencias a tus actividades económicas y financieras de tu comienzo después de la guerra, destinadas a encontrar el camino acertado en tus esfuerzos por consolidar los primeros pasos y encontrar más tarde tu lugar en el joven Israel de la década de los cincuenta, cuando también Klara logró aportar sus esfuerzos como incipiente obrera agraria, aun antes de su llegada al naciente Estado de Israel.
He encontrado valor especial en tus formas de expresar los sentimientos hacia la entonces aun desconocida Venezuela, que os acogió con afecto como sobrevivientes del Holocausto, que ustedes lograron superar gracias a la joven república sudamericana que os recibió.
Sin tregua son tus años de actividad pública y tu accionar en favor de la vida venezolana, y paralelamente de la comunitaria judía. Me asombra que en el resumen de tus actividades comunitarias omites la mención del rabino Pynchas Brener, figura central y altamente valorada por todos los medios venezolanos, inclusive los no judíos.
Encontré de mucho valor y significado los pensamientos de tu hija Trudy, que se une a ustedes y a vuestros amigos Jaegerman para una visita turística, casi melancólica, a la mítica (para muchos judíos ashkenazíes) ciudad de Czernovitz, donde floreció en su época una muy rica y enraizada vida cultural judía en la que también tú, en tu adolescencia, te nutriste de ella, y naturalmente también Trudy, en sus años hogareños y estudiantiles, escuchó vuestras opiniones y comentarios sobre dicho rico rincón en la Europa Central que en el presente ha naturalmente decaído en parte, pero está aún impregnada del sabor de antaño, que tanto atrae y fascina.
Sin tregua es, en resumen, un muy valioso testimonio digno de encomio sobre tu integración personal plena al espíritu de este continente y de la Venezuela histórica en particular.
Plausible sería que los líderes del presente pusieran sus ojos en el mismo país que supo inspirarte tanta fidelidad y devoción por sus hombres y causas.
Janán Olamy
Jerusalén, 19 de abril de 2010
- "Hillo, mi mentor comunitario", por Raúl Cohén
- "Hasta siempre, Hillo", por Paulina Gamus
- "Hillo, un mentsch", por Martín Goldberg
- "Hillo Ostfeld, Z’L", por Rabino Pynchas Brener
- "Un gran hombre", por Rabino Isaac Cohén
- "Tu legado queda entre nosotros", por Thalma Cohén de Gruszka
- "Uno de los patriarcas de la kehilá", por Sami Rozenbaum
- "Carta de Janán Olamy, ex embajador de Israel en Venezuela", por Janán Olamy
- "Sin tregua", por Rebeca Perli
- "Hillo Ostfeld, el diplomático", por Milos Alcalay
- "Las horas postreras", por Trudy Ostfeld de Bendayán
- "Carta de la Cátedra de Estudios sobre el Holocausto Hillo Ostfeld (ULA)"