Miriam Harrar de Bierman
Murió Carlos De Armas, excelente amigo, compañero de buenos momentos de vida profesional y personal. Carlos, como se puede leer hoy en las notas sobre su fallecimiento, fue un insigne profesor con una carrera docente de más de 35 años en su Alma Mater, la Universidad Católica Andrés Bello.
Carlos se educó en la UCAB, donde obtuvo las Licenciaturas de Comunicación Social y Educación. En esas facultades activó como Coordinador, y en el año 1993, bajo la dirección de Isaac Nahon, ambos trabajaron por mejoras en la Universidad al lograr la creación de la Maestría y la Especialización en Comunicación Organizacional y Comunicación para el Desarrollo Estructural.
En 1994, Alan y Lilian Rotter fundaron en la UCAB la Cátedra Fundacional Institucional de Judaísmo Contemporáneo y Estudio de la Shoá “Zygmunt y Anna Rotter”, en memoria de sus padres. Carlos asumió esa cátedra con la idea con la que se creó: “promover la formación y sensibilización de los estudiantes de la UCAB tomando como base el Holocausto”. Esa cátedra formó parte esencial de la vida de Carlos, y cientos de estudiantes pasaron por ella. Ya jubilado, Carlos continuó trabajando en ella hasta pocos meses antes de su muerte, cuando las fuerzas le faltaban.
(Foto: El Ucabista)
En el año 2008, Carlos De Armas y la UCAB recibieron el Premio Jerusalén, otorgado por el Departamento Mundial de Actividades Sionistas a través de la Federación Sionista de Venezuela, por la labor desarrollada a través de la Cátedra “Zygmunt y Anna Rotter”.
En 2018 recibió el galardón, en su tercera edición, de la organización sin fines de lucro “365 días de Valentía Moral”, como reconocimiento a su labor. Esta organización resalta a las personas que refuerzan los valores de coexistencia, solidaridad, paz y justicia. En las palabras de Carlos al recibir esa distinción, “continúo en la universidad porque es mi vocación y deseo. La docencia es el centro de mi vida, y la UCAB mi otra casa”.
Carlos deja buenos amigos. Por mi parte nunca olvidaré el Seminario de Yad Vashem en Jerusalén, adonde fuimos juntos; su erudición, su cultura, su afán de saber. A su lado, el grupo que viajamos desde Venezuela, pudimos conocer a profundidad toda el área cristiana de Jerusalén, con un lujo de detalle que creo no poseía ninguno de los guías. Católico ferviente, Carlos vivió en carne propia caminar por donde dicen que caminó Jesús. Ese viaje fue para Carlos un merecido premio a toda una vida de esfuerzo a favor del “otro”.
Retirado a la fuerza de la Universidad Católica Andrés Bello en 2021, después de 39 años de experiencia docente y con la necesidad de sobrevivir con una exigua pensión, entró Carlos en la última etapa de su vida. A sus dolencias físicas importantes, difíciles de atender en un país en que los pírricos seguros no cubren casi nada, se unían una tristeza vital y un desánimo que lo acompañaron hasta sus últimos momentos.
Carlos De Armas se sentía solo, olvidado. Creo que en su pensar habría aspirado a más colaboración de su entorno, de las personas e instituciones con las que había convivido y a las que entregó buena parte de su vida. Sus exalumnos crearon fundaciones y lo ayudaron parcialmente; otras personas también, pero no parece haber sido suficiente.
Los seres humanos, cuando morimos, alcanzamos relevancia. Es irónico pero real. Carlos merecía esta atención en vida, pero lamentablemente no la obtuvo. Descansa en paz, amigo.