Apartheid educativo en defensa de Hamás
Sintiéndose abandonados por su institución, al menos dos docentes se disponen a renunciar a la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE) de Santiago por temor a su seguridad en medio de la agitación estudiantil
Canaan Lidor*
En abril pasado, Gladys Briceño retiró una bandera palestina que había sido colocada sin permiso en la fachada de un edificio de una universidad pública donde enseña cerca de la capital chilena, Santiago.
Briceño, profesora de musicología, quien no es judía pero cree que Israel tiene derecho a existir, hizo esto porque «no creía que las instalaciones universitarias fueran el lugar para ondear banderas con el fin de hacer declaraciones sobre conflictos geopolíticos controvertidos».
Pero en Chile, que tiene una de las comunidades palestinas más grandes fuera del Medio Oriente, esta acción tuvo importantes consecuencias para la carrera profesional de Briceño y para toda la universidad. La remoción de la bandera ayudó a desencadenar una ocupación continua del campus por parte de activistas antiisraelíes que buscan el despido de los “profesores sionistas”, como llaman a Briceño y a otra integrante del equipo profesoral, Noemi Grinspun, quien sí es judía.
Manifestación propalestina frente a la sede de la Universidad de Chile
(captura de pantalla)
El enfrentamiento en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE), que se produce en medio de un repunte del antisemitismo violento en Chile y muchos otros países, destaca entre la ola global de protestas universitarias antiisraelíes porque se ha atacado a profesores individuales, que se sienten abandonados por la administración de su universidad.
La campaña coincide con semanas de acoso contra los judíos chilenos en sus centros comunitarios, un acontecimiento que recientemente llevó a los directores de las escuelas judías a indicar a los estudiantes que no caminen por la calle con sus uniformes escolares, por temor a ataques contra ellos.
En su casa de Santiago, Briceño se prepara para jubilarse de la UMCE, donde sus cursos han sido los favoritos de los estudiantes durante muchos años. Se retirará antes de lo previsto, porque se siente amenazada en la universidad. “De hecho, no estaría segura en el campus”, dice sobre el que fue su lugar de trabajo durante 24 años.
En una lista de demandas que los organizadores de la “ocupación” del 29 de mayo presentaron a la administración, escribieron que la universidad debería “desconectarse” de “las profesoras sionistas Gladys Briceño y Noemi Grinspun”. Ellas “habitan y trasgreden nuestro espacio universitario, enseñando activamente discursos de odio en el aula y a través de sus redes sociales”, según los manifestantes.
La campaña universitaria coincide con semanas de acoso contra los judíos chilenos en sus centros comunitarios, un acontecimiento que recientemente llevó a los directores de las escuelas judías a indicar a los estudiantes que no caminen por la calle con sus uniformes escolares
Briceño y Grinspun, quienes niegan haber participado alguna vez en discursos de odio, dicen que la campaña en su contra tiene connotaciones antisemitas. Durante una discusión con estudiantes, en un primer intento de reducir la tensión, “varios de ellos me dijeron que el pueblo judío está tratando de exterminar a los palestinos”, recuerda Briceño.
“Creo que es una campaña antisemita. Nos están atacando a Noemí y a mí porque nos identifican como judías, erróneamente en mi caso, correctamente en el de ella”, agrega Briceño, cuyo esposo, quien tampoco es judío, tiene familia en Israel.
Los organizadores de la ocupación del campus también exigieron que su universidad rompa los vínculos con el Gordon Academic College de Haifa y todas las demás instituciones israelíes.
“Por encima de todo, lo que más me duele es que no hubo ningún intento de defensa por parte de la administración, por parte del rector. Nada. Nos abandonaron a Noemí y a mí. Nos dejaron en la estacada”, dice Briceño. La Universidad Metropolitana no respondió a una solicitud de comentarios de The Times of Israel.
Grinspun ha vivido en Israel desde 2021 como investigadora invitada de la Universidad de Haifa, mientras sigue enseñando en la UMCE de forma remota a través de un enlace de vídeo. Desde que comenzó la agitación en su contra, la administración le pidió regresar a Chile y retomar las clases presenciales. Al igual que Briceño, no se siente lo suficientemente segura para hacerlo. Grinspun también cree que esa exigencia tiene como objetivo obligarla a renunciar.
Durante una discusión con estudiantes, en un primer intento de reducir la tensión, “varios de ellos me dijeron que el pueblo judío está tratando de exterminar a los palestinos”, recuerda Briceño
«No cuento con ningún tipo de seguridad, y ellos [los manifestantes] son muy violentos», explica. “Escribieron sobre mí en las redes sociales con mi nombre, mi foto y todo”.
Si bien Grinspun está angustiada por los acontecimientos en su universidad, no le asombran. “No fue una sorpresa. Sabía que algo como esto podía pasar. Y también pensamos en nuestro hijo, porque no quería que fuera a la universidad en Chile y tuviera esas experiencias. Ahora la situación es muy difícil para los estudiantes judíos. Para los adultos también, pero podemos arreglárnoslas. Para los alumnos es más complicado”.
En la Universidad de Chile, otra institución pública con sede en Santiago que es la más antigua y prestigiosa del país, estudiantes y profesores tuvieron que pintarse las manos de rojo como muestra de solidaridad con los palestinos, para que los manifestantes ocupantes les permitieran ingresar a algunas partes del campus. Esa universidad suspendió sus vínculos con instituciones homólogas israelíes a principios de este mes, para apaciguar a los manifestantes.
Grinspun se inclina por quedarse en Israel permanentemente después del incidente en la UMCE.
Post que ha circulado con el perfil de la profesora Noemi Grinspun con la palabra “sionista”, de forma similar a como en otras épocas y lugares se usaba la palabra “judío” de manera infamante
(Fuente: The Times of Israel)
La campaña contra Grinspun y Briceño es parte de un patrón más amplio de acoso antiisraelí, que se intensificó desde el 7 de octubre tras el ataque de Hamás contra el sur de Israel, en el que fueron asesinadas unas 1200 personas y 251 fueron tomadas como rehenes en Gaza. La protesta pública contra la consiguiente guerra contra Hamás se ha convertido en antisemitismo en varias ocasiones notables, señala Ariela Agosin, presidenta de la Comunidad Judía de Chile, que representa a los aproximadamente 20.000 judíos del país.
“Algunas personas que usan kipá son objeto de gritos u otras formas de intimidación en la calle. Por eso el ambiente no es fácil”, afirma. Los estudiantes de las tres escuelas judías de Chile han recibido instrucciones de cambiarse sus uniformes escolares, que tienen logotipos con símbolos judíos, en el camino hacia y desde la escuela; Agosin comenta que esto es «terrible».
El mes pasado, una multitud se concentró con banderas palestinas fuera de un centro comunitario judío de Santiago, y luego se trasladó para manifestar frente a la sinagoga cercana, donde se estaba llevando a cabo una boda. Algunos manifestantes abordaron a los invitados y “les arrojaron algunas piedras”, narra Agosin. Aproximadamente la mitad de la docena de sinagogas de Santiago han sido vandalizadas desde el 7 de octubre, añade.
En la Universidad de Chile, otra institución pública con sede en Santiago que es la más antigua y prestigiosa del país, estudiantes y profesores tuvieron que pintarse las manos de rojo como muestra de solidaridad con los palestinos, para que los manifestantes ocupantes les permitieran ingresar a algunas partes del campus
En los campus, “los profesores judíos mantienen un perfil bajo”, dice Gabriel Colodro, director de la Comunidad Chilena en Israel, organización sin fines de lucro que ayuda a los inmigrantes de Chile. “Es su medio de vida, el dinero que alimenta a sus hijos. Por supuesto, simplemente se quedan callados y esperan”.
La confianza de Colodro en la viabilidad a largo plazo de la comunidad judía chilena ha disminuido dramáticamente después del 7 de octubre. Parte del problema, creen muchos judíos del país, es que los manifestantes se sienten envalentonados por el gobierno encabezado por Gabriel Boric, un político de extrema izquierda que se convirtió en presidente en 2021. En 2019 había rechazado un regalo de Rosh Hashaná, un pequeño tarro de miel, que la Comunidad Judía de Chile había enviado a los legisladores. “Aprecio el gesto, pero podrían empezar pidiendo a Israel que devuelva el territorio palestino ocupado ilegalmente”, escribió Boric en X (entonces Twitter) sobre los judíos chilenos, muchos de los cuales citan esta publicación como prueba de que es antisemita. Boric es el único presidente que se ha negado a reunirse con representantes de los judíos chilenos, comenta Agosin.
Su gobierno ha retirado al embajador en Israel, al igual que varios otros países latinoamericanos después del 7 de octubre. Unos 37.000 palestinos han muerto como resultado de la operación, según el “Ministerio de Salud” dirigido por Hamás en Gaza, que no distingue entre civiles y combatientes, de los cuales Israel dice haber abatido al menos a 15.000.
El 10 de octubre pasado, apenas tres días después de la masacre cometida por Hamás y cuando la guerra ni siquiera había comenzado, la comunidad palestina de Chile manifestó contra Israel frente a la sede de la ONU en Santiago, donde hicieron que incluso sus niños se pintaran las manos de rojo sangre
(Foto: AP)
A pesar de las dificultades generadas por la agitación antiisraelí, la comunidad judía de Chile aún mantiene una existencia vibrante, dice Agosin. Las administraciones de varias universidades importantes han resistido la presión para romper los lazos con Israel, señala, y los judíos israelíes y chilenos tienen muchos amigos y aliados en Chile. La inmigración a Israel o aliá desde Chile ha sido baja, de solo unas pocas decenas de personas en los últimos años.
Parte del problema, creen muchos judíos del país, es que los manifestantes se sienten envalentonados por el gobierno encabezado por Gabriel Boric, quien es el único presidente que se ha negado a reunirse con representantes de los judíos chilenos
Agosin, abogada que tiene tres hijos que viven en Chile, hace una pausa antes de responder a una pregunta sobre si cree que la comunidad será capaz de mantener su vitalidad en los próximos 20 años. «Esa es una pregunta difícil. Pero siento que las cosas cambiarán. En primer lugar, dentro de dos años tendremos un nuevo gobierno y la guerra habrá terminado. Así que, con suerte, entonces las cosas serán más fáciles”.
*Reportero sobre temas del mundo judío de The Times of Israel.
Fuente: The Times of Israel.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.