La indignación selectiva ante las atrocidades revela un doble rasero indignante
Nadav Shragai*
¿Así que de repente has descubierto los horrores de Siria? ¿Las cámaras de tortura y las cuerdas para ahorcar en las celdas? ¿Es esta una novedad para ti? Mientras estabas ocupado buscando los supuestos «crímenes de guerra» de Israel en la Franja de Gaza, mientras perseguías a nuestros soldados que a menudo murieron o resultaron heridos porque tomaban precauciones extremas para evitar bajas civiles, el régimen de Assad estuvo ejecutando y asesinando a cientos y miles, sin juicio, sin el debido proceso.
Mientras el tribunal de La Haya emitía órdenes de arresto contra los comandantes de las FDI —un ejército que «golpea los tejados» antes de atacar los cuarteles generales del terrorismo y eliminar asesinos en masa, cuyo objetivo declarado es matar judíos y destruir a Israel— Siria estaba quemando cuerpos, sumergiéndolos en ácido y aplastándolos con prensas hidráulicas para evitar su identificación. Borraron cada pieza de evidencia.
Una mujer recorre uno de los espacios de la prisión siria de Sednaya, conocida como “matadero de personas”
(Foto: AP)
Mientras ustedes, presidente Joe Biden y vicepresidenta Kamala Harris, estaban “profundamente preocupados” por la situación humanitaria en Gaza y “obligaban” a Israel a alimentar, sostener y abastecer de combustible al enemigo que masacró a sus niños, mujeres y ancianos el 7 de octubre; mientras nos amenazaban con embargos de armas y la retirada de la protección diplomática si no cumplíamos, miles de opositores al régimen en Siria estaban siendo torturados en cámaras subterráneas llenas de suciedad, sangre y mugre, sin luz natural. Entre ellos había niños, mujeres, jóvenes y ancianos.
Buenos días a usted también, secretario general de la ONU Antonio Guterres. ¿Cuándo fue la última vez que abordó el destino de las personas que simplemente desaparecieron una mañana oscura? ¿Ha oído hablar de Rajid al-Tatari, un piloto de la Fuerza Aérea Siria que se negó a bombardear a su propio pueblo en rebelión y ha sido torturado durante años en las profundidades de esa horrible prisión? ¿Conocía la historia de Ibrahim Sarahin, un ciudadano sirio que fue liberado de la prisión mentalmente destrozado, llorando y escondiéndose debajo de vehículos estacionados, aterrorizado por sus liberadores?
Treinta mil civiles sirios fueron llevados a la base militar de Sednaya y ejecutados desde el comienzo de la guerra civil siria. ¿Cuánto tiempo ha dedicado su organización a Israel, la única democracia del Medio Oriente, cuyos tribunales y sistema jurídico mantienen una supervisión —a menudo excesiva y extrema— de sus operaciones militares? ¿Una democracia que concede derechos, a veces incluso excesivos, a los asesinos que masacraron, violaron y torturaron a nuestros niños y mujeres el 7 de octubre?
Esta es la oportunidad de mostrar al mundo lo que realmente son el genocidio y los crímenes contra la humanidad. Para aclarar la diferencia entre quienes trasladan poblaciones hacia corredores humanitarios para protegerlas, y quienes bombardean a su población desde el aire con armas convencionales o químicas, masacran a sus propios ciudadanos y hacen desaparecer a sus oponentes bajo tierra durante décadas
La hipocresía del mundo no es nueva, pero las atrocidades documentadas de Siria brindan una oportunidad para ponerla bajo la luz de los reflectores. Las naciones del mundo y sus tribunales tienen tiempo, recursos y medios casi ilimitados para hostigar a un país cuyo ejército es el más ético del mundo, para condenarlo, para mentir e incluso para desbaratar su campaña contra el terrorismo.
Esta es la oportunidad de mostrar al mundo lo que realmente son el genocidio y los crímenes contra la humanidad. Para aclarar la diferencia entre quienes trasladan poblaciones hacia corredores humanitarios para protegerlas, y quienes bombardean a su población desde el aire con armas convencionales o químicas, masacran a sus propios ciudadanos y hacen desaparecer a sus oponentes bajo tierra durante décadas.
La comunidad internacional nunca tuvo tiempo ni ganas de tratar con el régimen de Assad, padre e hijo, ni con los ejércitos terroristas de Hamás y Hezbolá, ni con la Autoridad Palestina, que se dedicó al terrorismo y todavía lo apoya. Esa es la imagen distorsionada de una moralidad internacional que ha perdido el rumbo.
*Periodista y escritor israelí.
Fuente: Israel Hayom.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.