Su carácter afable y buen humor no permiten sospechar las experiencias que vivió durante su niñez. Nacido en Viena en 1931, fue enviado por los nazis al campo de concentración de Terezin (Theresienstadt) a los 11 años de edad. Sus únicos momentos de esparcimiento eran los que pasaba con los niños que formaban el elenco de Brundibár, ópera infantil de Hans Krása que se representó decenas de veces en el campo, y de la cual es uno de los pocos testigos sobrevivientes.
En ocasión del montaje de Brundibár en Caracas, Nuevo Mundo Israelita quiso conocer los detalles de aquella experiencia, que Schreiber ha compartido pocas veces
Sami Rozenbaum
NMI: ¿Cómo fue su arribo a Terezin? ¿Qué sintió al llegar?
FS: Llegamos a Terezin el 2 de octubre de 1942. Éramos mi papá, mi mamá, mi hermano pequeño y yo. Cuando bajamos del vagón vino un SS y le arrancó a mi hermanito de la mano a mi mamá, y más nunca lo volvimos a ver; él se llamaba Hans, tenía solo 5 años.
Ellos separaban a los niños de sus padres; a mí me colocaron en el albergue para los jóvenes de habla alemana, diagonal al de los jóvenes checos.
¿Cuándo se enteró de que allí se presentaba una obra musical infantil?
Yo he dado muchas entrevistas, pero hablar de Brundibár me resulta muy difícil. Me pega mucho, porque es como volver a vivirlo. Conocí a casi todos esos muchachos, eran checos; aprendí el idioma checo, pero ya casi lo olvidé.
Existe una película documental que filmaron los nazis en Terezin, titulada El Führer le regala una ciudad a los judíos. Eso fue a raíz de que a principios de 1944 llegaron judíos daneses al campo. El rey y el gobierno de Dinamarca comenzaron a protestar, a preguntar dónde estaban sus judíos y en qué condiciones. En el mundo ya se sabía sobre los campos de concentración. Entonces los nazis decoraron todo en Terezin, plantaron flores por todas partes. Vino una delegación de la Cruz Roja y los nazis filmaron la película, incluyendo una parte de la obra Brundibár. Quedan como dos minutos de esa película, que puede verse en el museo de Yad Vashem.
¿Cuántas personas vinieron de la Cruz Roja, y qué hicieron?
Eran cinco o seis hombres, más un representante del gobierno de Dinamarca. Los nazis no permitieron que ellos hablaran con nadie del campo. Pero la impresión que tengo es que los de la Cruz Roja realmente no querían saber lo que estaba pasando allí. Si a mí me interesa algo, pregunto, no permito que otros me lo digan.
Los nazis pusieron a gente sentada en un café, servidos por mujeres vestidas como mesoneras, y hasta recuerdo la pieza musical que tocaron. Prepararon a unos niños chiquitos y los sentaron en el restaurante, en una mesa con mantel blanco… Entonces llegó la delegación de la Cruz Roja con el comandante del campo, un austríaco de apellido Rahm. Todo estaba preparado y ensayado: les trajeron latas de sardinas a los niños, y todos dijeron al unísono: “¡Tío Rahm! ¡Otra vez sardinas en aceite!”. En realidad no habíamos visto sardinas en años. Todo fue un show montado, y el mundo se comió ese cuento.
Algo que no se conoce mucho es que los nazis temían que esa comisión de la Cruz Roja pidiera visitar Auschwitz. Entonces crearon allí un Familienläger, campo familiar, otro simulacro. Pero los de la Cruz Roja nunca fueron a Auschwitz.
Nota de la Redacción: en este video documental (subtitulado en inglés) se puede ver un fragmento de la función de Brundibár filmada por los nazis en Terezin: https://www.youtube.com/watch?v=st4INYATIqc
Fortaleza de horrores
Terezin fue creado a finales del siglo XVIII como fortaleza y guarnición militar por el emperador austro-húngaro José II, quien entonces mantenía una intensa rivalidad con Prusia; su nombre proviene de la esposa del emperador, María Teresa.
A lo largo del siglo XIX y principios del XX, Terezin, que en realidad es un pueblo amurallado, funcionó en varias ocasiones como prisión. Está ubicado en los Sudetes, región de Checoslovaquia cuyos habitantes eran en su mayoría de etnia germana; con esta excusa, la Alemania nazi logró que las potencias occidentales aceptaran su pretensión de ocupar todo el occidente de Checoslovaquia en 1938. En 1940 la Gestapo convirtió Terezin en un campo para opositores políticos, y en 1941 en un campo de concentración y tránsito para judíos checos, eslovacos, austríacos, alemanes y daneses en su camino al exterminio, sobre todo en Auschwitz.
Unos 150.000 judíos pasaron por Terezin. Las terribles condiciones de vida, caracterizadas por el hacinamiento, el hambre y las enfermedades, causaron 33.000 muertes entre los prisioneros judíos. Allí estuvieron internados aproximadamente 15.000 niños, de los cuales menos de 1000 sobrevivieron la guerra.
Con información de Wikipedia
¿Pudo conocer a Hans Krása, el creador de Brundibár?
Nunca lo llegué a ver. Una vez estuvo un señor allá, pero no sé si era él.
¿Quién le enseñaba la obra a los niños, quién los dirigía?
Había una orquesta, el mismo director de la orquesta les enseñaba. Krása le había explicado al principio qué era lo que esperaba de la ópera. Pero no recuerdo si siempre estaba el mismo director, no sé si lo enviaron a las cámaras de gas; todo el mundo estaba rotando constantemente, por los trasportes a los campos de exterminio.
Los ensayos y las funciones eran en un ático del llamado Magdeburger Kaserne (cuartel de Magdeburgo). En la obra todo era improvisado. El organillero, que es el personaje llamado Brundibár, tenía solo una caja con un palo debajo. Yo asistí a las funciones tres o cuatro veces, pero estuve en muchos ensayos.
¿Por qué?
Porque me gustaba mucho el canto. Yo canté durante dos años en el coro de la sinagoga cuando vivía en Viena. Cuando escuché la música de Brundibár me acerqué, incluso canté un poco en los ensayos. Por eso me integré bastante al grupo, aunque nunca llegué a actuar. Brundibár nos trasportaba a otro mundo.
¿Con cuántos niños contaba el elenco?
Bastantes, como 40, pero cambiaba mucho. Las presentaciones se interrumpían con frecuencia, porque iban trasportando a los niños a Auschwitz, y había que cambiar constantemente el elenco según la gente disponible. A veces pasaban dos meses sin funciones, porque el nuevo reparto aún no había ensayado.
Como eran amigos míos, se me hace un nudo en la garganta al hablar de esto; por eso no he querido hacerlo en público. Recuerdo a un niño que se llamaba Tomy Katz, que era íntimo amigo mío; era checo, de la ciudad de Brno. Uno hace un buen amigo cuando enfrenta la necesidad. Cuando te va bien tienes 20.000 amigos, pero cuando tienes hambre… Un amigo que sobrevivió se llama Rudy Gelbard, él también es de Viena. Rudy escribió un libro en el que me menciona, pues cuenta que un día llegué con mucha hambre, era invierno y hacía muchísimo frío. Él tenía un pedazo de pan y me dio un trozo; lo que no explicó en el libro es que tuvimos que poner ese pan sobre una estufa, porque estaba cubierto de moho, para poder comerlo. Cuando tienes hambre eso no importa.
En los últimos meses de la guerra trabajé con Rudy en el crematorio de Terezin, y también Dorit Weiss, quien emigró a Venezuela y fue la esposa de Harry Osers.
¿Quién era el público de la obra?
Las funciones estuvieron llenas en las cuatro o cinco veces en que asistí. Eran solo niños, nunca vi un adulto. Una o dos veces vinieron unos nazis para mirar, pero para ellos era como ver cualquier cosa, nosotros solo éramos como una mercancía, y además tampoco entendían checo.
¿El público se reía?
No, esa obra no es para reírse, ni un instante. La música es pesada. Yo todavía me la sé en checo, como lo que canta la gata: V noci vidím, “yo veo de noche…”. A los niños la obra nos daba esperanzas. Todos entendíamos perfectamente el mensaje, porque maduramos muy rápido, y lo comentábamos al terminar las funciones. En Brundibár hay mucha tristeza, pero enseña que el bien siempre triunfa sobre el mal, aunque para ello todos deben colaborar. Y ese mensaje nos dio un poco de esperanza para sobrevivir, nos hizo sentir que se puede vivir en un mundo mejor.
¿Sueña a veces con esos tiempos?
A veces sueño con mis manos ensangrentadas, porque los nazis me pusieron a trabajar ordenando unos trozos de vidrios de colores, por color y por tamaño, y todo el tiempo me cortaba. Con eso sigo soñando. Y sueño con la música... Se me grabó, yo podría cantar la ópera.
El final de la pesadilla
Las últimas funciones de Brundibár fueron en septiembre u octubre del 44, porque entonces comenzaron a salir los trasportes a Auschwitz uno tras otro. Yo estuve dos veces a punto de que me enviaran en un trasporte, y me salvé por pura casualidad.
Yo le estoy muy agradecido a los rusos, porque nos salvó el ejército soviético. Después nos enteramos de que los nazis nos iban a matar a todos. Primero planeaban abrir las compuertas de una represa del cercano río Oder, para ahogarnos, pero no tuvieron tiempo para eso; entonces colocaron cañones de artillería alrededor del campo para bombardearnos. Pero los rusos avanzaron tan rápido que los alemanes huyeron.
El 7 de mayo de 1945 de repente la ciudad estaba vacía, no había nadie. Los SS se habían ido. Se escuchaba el cañoneo del ejército ruso. Salí a la calle, y una persona me dijo: “Tus padres te están esperando en el 604”, recuerdo el número. Llegue allí, y nos abrazamos y besamos…
Cuando fui de visita a Terezin, en 1969, todo había cambiado: durante la guerra las calles eran de barro y ahora estaban asfaltadas. Me mantuve tranquilo, no reaccioné, hasta que llegué al número 604. Allí de pronto me llegó la memoria, y me dio un ataque de llanto que no podía parar.