La XV Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno de los BRICS se realizó hace unos días, entre el 22 y 24 de agosto, en Johannesburgo, Sudáfrica. Su nombre corresponde a las siglas de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, los países que hasta el momento conforman el bloque; según dicen ellos mismos, se trata de cinco de las economías emergentes más poderosas del mundo.
En 2006, Brasil, Rusia, India y China crearon el grupo BRIC, al que se unió Sudáfrica en 2010 aumentando la S; funciona formalmente desde 2009 y en la cumbre de la semana pasada aceptaron sumar a Argentina, Arabia Saudita, Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos e Irán, los cuales se incorporarían el próximo 1° de enero. China apoyó la expansión de los BRICS, pues tiene gran interés en ampliar las áreas de influencia en su apuesta contra EEUU.
Este grupo bisoño es una asociación económica cuyo propósito es potenciar las posibilidades de sus miembros a través de, por ejemplo, la asistencia financiera para determinados tipos de proyectos. Según escribió Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores ruso: “Estamos siendo testigos del surgimiento de un orden mundial multipolar más justo. Los nuevos centros de crecimiento económico y de toma de decisiones globales sobre cuestiones políticas en Eurasia, Asia-Pacífico, Medio Oriente, África y América Latina se guían principalmente por sus propios intereses, conceden importancia capital a la soberanía nacional y, en este contexto, logran éxitos en diversos ámbitos”. Señaló: “Los intentos del ‘Occidente colectivo’ de invertir esta tendencia con miras a preservar su propia hegemonía tienen un efecto opuesto. La comunidad internacional está cansada del chantaje y la presión de las elites occidentales y de sus modales coloniales y racistas”. Finalizó: “No es exagerado decir que los cinco países BRICS son una ‘red’ de cooperación sobre las líneas tradicionales Norte-Sur y Oeste-Este”.
¿Rumbo al éxito, o comienzo de su irrelevancia? Los representantes del grupo BRICS se felicitan en Johannesburgo: Lula, Xi, Ramaphosa, Modi y Lavrov. Putin no asistió por la orden de captura internacional en su contra (Foto: Hindustan Times)
Los BRICS representan el 25,7% del PBI mundial; el 16,1% de las exportaciones; el 14,9% de las importaciones del mundo; el 40,8% de la población mundial; ocupan el 29,5% de la superficie del planeta y administran zonas prioritarias para el intercambio comercial general. Sin embargo, dada la cantidad de población y la extensión del territorio, su PIB y proporción del comercio mundial no resulta impresionante; también es reducida la población que vive en libertad y democracia, bajo aceptables condiciones de vida y de sistemas de justicia; más bien son escasas sus credenciales democráticas y de respeto a los derechos humanos.
Cabe señalar que este tipo de movimientos no es novedoso, más bien pareciera la reedición de lo ya ocurrido en la década de los ’60, cuando la Guerra Fría generó el surgimiento del Movimiento de los No Alineados, fundado por Gamal Abdel Nasser, Jawaharlal Nehru y Josip Broz Tito, líderes para ese entonces de Egipto, India y Yugoslavia, respectivamente. Con los años, y sobre todo con el desmembramiento de la URSS y la caída de los satélites soviéticos, al no existir la bipolaridad, esa especial coyuntura desapareció del escenario internacional; pero, en ciertos aspectos, tales como la competencia y hasta la enemistad entre naciones industrializadas y emergentes, vuelve a ponerse de relieve la idea de que un bloque de esa naturaleza podría volver a tener alguna razón de ser.
Dada la población y la extensión del territorio, el PIB y proporción del comercio mundial de los BRICS no resulta impresionante; también es reducida la población que vive en libertad y democracia, bajo aceptables condiciones de vida y de sistemas de justicia; más bien son escasas sus credenciales democráticas y de respeto a los derechos humanos
En la actualidad, un movimiento como los BRICS intenta tener protagonismo, presentándose como un grupo de presión; adicional a los intereses económicos, pretende constituirse en un polo de influencia política internacional.
Recordamos que, en cuanto a geopolítica, el bloque de los NOAL se desacreditó a sí mismo por su hostil arbitrariedad y por su contradictorio e innegable alineamiento al bloque soviético, resultando irrelevante. Todavía está por verse si esta nueva versión del presente movimiento mostrará una madurez política que lo haría capaz de solventar con eficacia los serios problemas que los agobian y los conflictos regionales, entre estos: la invasión de Rusia a Ucrania, el desafío bélico de Corea del Norte, las guerras civiles en Yemen, Siria e Iraq, la posible implosión de la Autoridad Palestina, el agotamiento de la revolución cubana y la crítica situación de Haití. Por supuesto que, dados los regímenes de dos de los países más grandes y fundadores del bloque: China y Rusia, sumada la entrada de Irán, podemos avizorar que estas esperanzas son infundadas.