“Y dijo el Eterno a Moshé: Extiende tu mano a los cielos, será la oscuridad sobre todo Egipto, y se palpará la oscuridad. Y extendió Moshé su mano a los cielos, y fue la oscuridad y la negrura en toda la tierra de Egipto durante tres días. No vio la persona a su hermano durante tres días y no se movieron las personas de su sitio… y para todos los hijos de Israel hubo luz en todas sus moradas” (10, 21-23).
Es interesante que la Torá recalque como parte del rigor de la plaga que no se podían ver entre ellos, pues aparentemente es un sufrimiento mucho mayor y más grave el hecho de no poder moverse durante tres días.
Dice el Jidushé HaRim, ZT”L: “No existe peor tragedia que cuando las personas no quieren ver a su hermano sufriendo y no le extienden su mano. Cuando llega a suceder que alguien desconoce las urgencias de su compañero, él tampoco conseguirá ver éxito y movimiento en sus asuntos. Como reza el Pasuk a continuación: ‘Y no lograron moverse las personas de su sitio’”. Hasta aquí sus palabras.
No poder ver a nuestro compañero es la catástrofe más terrible que puede golpear a una sociedad, ya que cada sociedad debe contar con movimiento social, estar pendientes del bienestar de cada uno de sus integrantes. Aún más, pues la formación individual de cada uno de nosotros depende de nuestra relación con los demás. Como dice la Mishná en el Tratado de Avot: “¿Quién es rico? El que está feliz con lo que tiene. ¿Quién es verdaderamente honorable? Quien prodiga honor a los demás. ¿Quién es poderoso? Quien logra controlar su propio instinto. ¿Quién es alguien verdaderamente sabio? Quien aprende de toda persona”.
Esta Mishná nos enseña que la construcción del carácter está intrínsecamente ligada a nuestros semejantes, pues una persona verdaderamente rica es quien está contenta con lo que tiene, y no aspira ni envidia lo que tiene el prójimo. La persona necesita de otros para dispensar honor y respeto a quienes lo rodean. Lo mismo sucede cuando se trata de controlar nuestro enojo y someter nuestro instinto, ya que para alcanzar un comportamiento ético es necesario controlar nuestro carácter en el diario roce con los que nos rodean.
También la sabiduría viene del que está al lado nuestro, pues mientras más nos interesemos en el punto de vista de nuestro prójimo, más lograremos enriquecer y ampliar nuestros conocimientos.
“Y para todos los hijos de Israel había luz en sus moradas”. Dice el rebe de Kotzk, ZT”L, que se trataba de la luz de los días de la creación la que Dios reservó y guardó para los tzadikim, y que ningún malvado podrá ver jamás. Esa noche, cuando todo Egipto estaba a oscuras y ningún malvado veía nada, Dios la sacó para que Israel pudiera develar los tesoros escondidos de Egipto. Era la luz de la verdad, la que pone a flote las riquezas escondidas de lo que nos rodea, y también de quienes nos rodean.
Sin temor a equivocarnos, quien tiene ojos para ver las necesidades de los demás, tendrá suficiente luz para develar bendición, abundancia y bienestar todos los días de su vida.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda