“Y si fuera que se empobreció tu hermano (estando) contigo, y se vendió a ti, no lo hagas trabajar de esclavo. Como jornalero residente permanecerá contigo… Pues esclavos míos son, a quienes saqué de la tierra de Egipto, no los vendas como venden a los esclavos (gentiles). No los emplees en trabajos forzados, y temerás de tu Dios” (25, 39/42).
Esta es la primera vez que aparecen las leyes de esclavitud en la Torá, las cuales regulan, y a la vez definen, las normas de quien deberá emplearse a otra persona, voluntaria o involuntariamente, por un tiempo definido.
La Torá pone de manifiesto el valor intrínseco de cada uno de nosotros. Y aun cuando la vida nos empuje a trabajos de “baja categoría”, no será motivo para perder nuestra dignidad.
Explica Rashí que la intención de la Torá, cuando dice “No lo hagas trabajar labores de esclavo”, se refiere a emplearlo en labores denigrantes que demuestren que es esclavo tuyo, como llevarte los utensilios de baño o atarte los zapatos. “Será como un jornalero residente”, es decir, trabajará en el campo o en artesanías, como cualquier empleado. Así deberás comportarte con él. “Pues son esclavos míos (dice Dios)”: Mi documento, de compra, antecedió al de ustedes. “No lo vendas como se venden los esclavos”, es decir, anunciando “Aquí se vende un esclavo hebreo”, y no lo pongas sobre la tarima para ofertarlo. “No lo emplees en trabajos forzados (parej)”. No lo hagas trabajar en labores que no necesitas, con la sola intención de hacerlo sufrir. No le digas “caliéntame este vaso de agua” si no lo necesitas. Tal vez se te ocurra decir: “A fin de cuentas, ¿cómo va a saber si lo necesito o no?”. Esto está dado al corazón de cada uno. Por eso está escrito al final: “Y temerás de tu Dios”.
Hasta aquí las leyes sobre los esclavos hebreos, grosso modo.
Un momento. ¿Acaso nosotros no somos esclavos hebreos de Dios? Sin lugar a dudas él también cumple estas leyes, ¿no es así? “Partiendo de esta premisa”, dice rabí Reuben Leuchter, Shelitá, “cuando Dios nos comanda a cumplir mitzvot es porque necesita que las hagamos para él”.
Obviamente, Dios es, y no necesita nada de nosotros. Nuestra realidad y nuestras acciones no condicionan en absoluto su existencia. Sin embargo, si nos puso en este mundo bajo estas circunstancias y en estos escenarios, con nuestras fuerzas físicas y espirituales, y con el propósito de cumplir determinadas normas. Sin lugar a dudas, él tiene interés en nuestras acciones, en que se conduzcan de acuerdo a su voluntad.
El cumplimiento de mitzvot, estudio de Torá y demás acciones dentro del marco del Judaísmo, están intrínsecamente ligadas a un interés divino: ¡Dios está interesado en nosotros, “necesita” nuestro trabajo! Nuestra particular importancia frente a las demás naciones del mundo se deriva del hecho de ser esclavos del todopoderoso. Por ello Dios cela tanto el honor de cada uno de nosotros. Inclusive cuando deba venderse a otra persona, pues primero somos sus esclavos.
No creamos que esta condición coarta nuestra libertad, pues limita nuestro campo de acción y regula nuestras actividades personales, ya que al ser adquiridos por el creador del mundo, adoptamos también los beneficios de estar cerca de él. Las 613 mitzvot que nos comprometimos a cumplir en ese histórico momento, simplemente son demostraciones del nivel espiritual recientemente adquirido. Diciéndolo de otra manera: nos convertimos en miembros de la corte celestial en la tierra.
El valor y la importancia que le damos a las acciones que reafirman nuestro Judaísmo, son los mismos que le darán más aprecio a nuestra existencia.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda