En la primera parashá que se leerá esta semana figura la obligación de ayudar económicamente a nuestros hermanos necesitados.
“Y si empobreciese tu hermano, y decayera su mano contigo, y lo fortalecerás, sea converso o residente (gentil que recibe sobre sí no idolatrar), y vivirá contigo” (25, 35).
La orden no es solamente dar dádivas a quien necesita dinero, que es en sí el precepto de dar tzedaká, sino apoyar y ayudar a quien no le van bien en los negocios. Pues no es cuestión de levantarlo del piso, de la mendicidad; más bien se trata de evitar que caiga de su posición, de mantenerlo arriba. Y esta es una obligación comunitaria de forma general, y de cada uno de nosotros de manera particular.
El Alshij HaKadosh, ZT”L destaca la siguiente idea: “Los versículos que anteceden al mencionado, fueron nombrados en plural. Mas, cuando la Torá toca el tema de la ayuda y el apoyo económico a un necesitado, se expresa en lenguaje singular: ‘…y lo fortalecerás’. Ya que, normalmente, cuando es preciso ayudar a alguien, cada uno deriva la obligación a su compañero, alegando que el otro es más cercano, o que es más pudiente que él, etc.
Por este motivo la Torá habla de forma particular. En otras palabras: “Sobre ti recae la obligación de sostener y fortalecer las manos del que lo necesita ¡No te quites de encima este deber!”
En lo referente a la ayuda humanitaria, es normal ver cómo la ayuda fluye sin tropiezos. Es un sentimiento natural y humano, el acercarse al hambriento o al que no tiene hogar, y apiadarse de su condición. Es entonces cuando las campañas de recaudación de ayuda humanitaria captan la atención del mundo entero, cada uno dará lo mínimo para no excluirse del proyecto y no sea llamado: inhumano.
Pero la Torá declara: “Esto es como tomar una pastilla contra los cargos de conciencia, de ver al prójimo en problemas y no ayudar”.
De todos nosotros se espera aun más. Pues un comportamiento verdaderamente ético obliga a la persona velar de manera personal por la manutención de nuestros hermanos, por lo menos para mantenerlos en nuestro propio nivel. Que no les falten recursos para crecer económicamente y no tengan que depender de nadie, ¡como a ti mismo te gustaría estar!
Es fácil ayudar y mantener al necesitado: eso nos da un sentimiento de satisfacción, de superioridad y – a veces – de poder sobre el otro, pero la verdadera prueba para saber si nuestro comportamiento es verdaderamente humanitario, es ayudar a “quien no lo necesita”, prestar al rico, velar por los intereses de quien aún consigue mantenerse a flote pero le es muy difícil.
Este es el llamado de la Torá. Todos somos hermanos y, como familia que somos, nos ayudamos incondicionalmente los unos a los otros y bajo cualquier circunstancia. Es una obligación personal.
Shabat Shalom