“Y a quienes se unieron a Israel en la salida de Egipto, les apeteció un deseo y volvieron, y lloraron también los hijos de Israel y dijeron: ¿Quién nos diera carne para comer? Recordamos el pescado que comíamos en Egipto gratuitamente. Moshé escuchó al pueblo llorar, y se levantó la furia de Dios. Y dijo Moshé al Eterno: ¿Por qué le haces mal a tu siervo? ¿Acaso yo concebí a todo este pueblo, pues me dices tú, llévalos en tu regazo, como lo hace la madre que amamanta a su hijo?” (Bamidbar 11, 4/12)
Por alguna razón no conocida, el pueblo deseó comer alimentos que en esos momentos Moshé no podía proporcionar. Por este motivo —y por el carácter de líder que representaba— sintió que, al no poder satisfacer las necesidades del pueblo, tal vez no era apto para ese rol. De esta manera su reclamo ante Dios fue: “¿Acaso yo concebí a este pueblo? De ser así, debería tener también los medios para saciar todas sus necesidades”. La respuesta fue: “Tienes razón, pero ¡así es!”. Esa es la posición de un líder. Aun cuando no pueda atender todas las necesidades, de igual manera deberá mantener su ecuanimidad, seguir adelante y conducirlos a su óptimo desarrollo espiritual.
El Netsiv de Volozin, ZT”L, explica lo siguiente: “El Tratado de Sanhedrín pregunta: ¿En dónde la Torá advierte a los jueces tolerar a la congregación?”. Moshé le dice a Dios en nuestra parashá: “Como soporta la madre a su bebe”, pues aun cuando ese niño le ensucie la ropa, o le dé golpes en la cara a su madre, ella jamás se atrevería a dejarlo caer, sino que lo toma en sus brazos y lo sostiene. Lo mismo sucede con quien está encargado de una congregación, pues inclusive cuando el público le reclame, critique, humille y le haga sufrir, de todas maneras deberá continuar conduciéndolos. Como dice David HaMelej: “Y yo, en sus malas épocas —de Israel— me vestía con arpillera (ropa de luto)”.
Este es el gran secreto de todo gran líder: fuerza de aguante, paciencia y resistencia.
Moshé suplicó a Dios que si no podía con la conducción del pueblo, mejor sería morir. No obstante, Dios tuvo una mejor idea. “Y dijo Dios a Moshé: Reúne para mí setenta hombres de los sabios de Israel. Descenderé y hablaré contigo ahí, rescataré el hálito que está sobre ti, y lo pondré sobre ellos. El pueblo de Israel soportará junto contigo la carga del pueblo, y no lo aguantarás tú solo”. Esto es, repartir responsabilidades, derivar cargos, establecer varios puntos de apoyo, y ubicar en ellos el peso de la conducción de más de tres millones de personas.
Si bien esta fue una solución para Moshé, ¿de qué manera este hecho iba a solucionar la decadencia del pueblo judío? Explica rabí Shimshon Hirsch, ZT”L: “Dios nos muestra por medio de esta solución que cuando alguien comienza a tener avidez y deseos por lo material —teniendo prácticamente todo—, no es porque realmente carece de cosas físicas, sino porque le hace falta espiritualidad”. De esta manera Dios hizo que se diseminara y distribuyera la Torá a través de setenta sabios de Israel. Así todos tendrían acceso a la Torá de forma equitativa, elevaría el espíritu de Israel, y buscarían valores espirituales, que a fin de cuentas logran llenar su supuesto vacío material.
De cualquier manera Dios les proveyó el capricho que tanto apetecían, sin lugar a dudas para que lo comparen con la espiritualidad recién adquirida, y finalmente logren repudiar los placeres mundanos. Muchos se dejaron guiar por la tentación física, pero otros tomaron una decisión más madura y prefirieron el placer espiritual.
De este episodio aprendemos grandes cosas en lo relativo a ser guías espirituales, pues la paciencia y la firmeza que tengamos al conducir a las nuevas generaciones determinarán que la cadena del pueblo de Israel continúe. Todos somos líderes en mayor o menor escala. Pero también en lo referente a nuestra propia educación, ya que debemos optar siempre por ser educados con espiritualidad y valores de Torá hasta el último día de vida.
En la medida que asumamos la importancia de nuestra formación espiritual, así conseguiremos formar a la próxima generación.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda