En esta oportunidad la Torá relata sobre “aquellos” que desearon comer carne. Era una situación un tanto extraña, ya que ellos mismos contaban con vastos ganados, además de recibir diariamente el man, pan celestial que adoptaba el sabor que cada uno le quisiese dar, también el de la carne.
Este fue sin duda uno de los más graves errores que cometió el pueblo de Israel en el desierto, y Moshé Rabenu le dijo a Dios que la eventualidad superaba sus fuerzas y su capacidad de liderazgo.
La respuesta de Dios fue la siguiente:
“Y habló el Eterno con Moshé: reúneme setenta hombres de entre los sabios de Israel, quienes sepas que son ancianos del pueblo y sus policías, y los tomaras hacia la Tienda del Encuentro, y permanecerán ahí contigo. Y descenderé y hablaré contigo ahí, y tomaré del espíritu que está sobre de ti, y lo pondré sobre ellos, y cargarán contigo la carga del pueblo, y no los soportarás tu sólo”. (11, 16-17)
Pregunta Rabí Shimshón Hirsch, ZT’L: “¿Por qué motivo se menciona la idea de repartir la fuerza espiritual de Moshé entre los sabios de Israel, próximo al relato de quienes se quejaron por la falta de carne?
“En verdad Dios les quiso decir lo siguiente: aun cuando ellos presentan un deseo incontrolable por comer carne y por la falta de medios materiales, la realidad es que lo que les falta es espiritualidad. Por este motivo, deriva de tu propia espiritualidad hálitos para que ellos también llenen con contenido verdadero sus vidas. De esta forma todas las quejas se silenciarán”.
¡Cuán verdaderas y actuales son las palabras de Rabí Shimshón! En nuestra época se sobrevaloran los valores materiales, de persecución en pos de aquello que –la gran mayoría de las veces– ni siquiera necesitamos. Hemos sustituido el alimento del alma, la espiritualidad, el sentido y los valores humanos, por prendas, viajes, artículos diversos que mueven nuestro interés y dejan en segundo –o quizás tercer– plano lo que realmente puede llenar nuestras vidas, lo que nos llevaría a la satisfacción constante, a encontrarnos con nosotros mismos y con quienes están alrededor de nosotros.
El alimento espiritual no tiene fin, no se echa a perder –no tiene fecha de caducidad–, y con relativamente poco de él se puede alimentar a la humanidad entera.
Reflexión y decisión.
Shabat Shalom